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Tema: Que nada nos impida recibir la gloria de Dios

  1. #1
    Registrado Avatar de Davidmor
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    Exclamation Que nada nos impida recibir la gloria de Dios

    “El que es humilde de espíritu se asirá de la gloria.” (PROV. 29:23)

    ¿CÓMO RESPONDERÍA?


    ¿Cómo nos da gloria Jehová?

    ¿Qué podría impedir que recibiéramos la gloria que Dios da?

    ¿Cómo puede nuestro aguante ayudar a que otros reciban la gloria de Dios?

    CUANDO escucha la palabra gloria, ¿qué le viene a la mente? ¿El esplendor de la creación? (Sal. 19:1.) ¿Las alabanzas que reciben los más ricos, los más inteligentes o los que han hecho cosas extraordinarias? En la Biblia, la palabra hebrea para “gloria” transmite la idea de peso. Antiguamente, las monedas se fabricaban con metales preciosos y su valor dependía de su peso; cuanto más pesaban, más valiosas eran. Por eso, la palabra que se traduce “gloria” se empezó a usar para referirse a algo valioso, admirable o impresionante.

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    Tal vez la gente dé gloria, u honre, a alguien por su poder, posición o reputación. Pero ¿y Jehová? Las Escrituras explican a qué clase de personas honra él. En Proverbios 22:4 dice: “El resultado de la humildad y del temor de Jehová es riquezas y gloria y vida”. Y el discípulo Santiago escribió: “Humíllense a los ojos de Jehová, y él los ensalzará”, o les dará honra (Sant. 4:10). Ahora bien, ¿qué tipo de gloria nos da Jehová? ¿Qué podría impedir que la recibiéramos? ¿Y qué podemos hacer para que otras personas también la tengan?

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    El compositor del Salmo 73 estaba seguro de que Jehová lo tomaría de la mano para guiarlo y le daría auténtica gloria (lea Salmo 73:23, 24). ¿Cómo da gloria Jehová a sus siervos humildes? Él nos honra de muchas formas. Por ejemplo, nos bendice al permitirnos conocer cuál es su voluntad (1 Cor. 2:7). Si escuchamos su palabra y le obedecemos, nos honra con su amistad (Sant. 4:8).

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    Además, Dios ha puesto al cuidado de sus siervos un valioso tesoro: el ministerio cristiano (2 Cor. 4:1, 7). Cuando predicamos para alabar a nuestro Padre celestial y ayudar a otros, él nos da gloria. “A los que me honran honraré”, prometió Jehová (1 Sam. 2:30). En otras palabras, tenemos el honor de disfrutar de una buena reputación ante él y ante la congregación (Prov. 11:16; 22:1).

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    Y si esperamos en Jehová y andamos en su camino, él nos dará un maravilloso futuro, pues la Biblia promete: “[Dios] te ensalzará para tomar posesión de la tierra. Cuando los inicuos sean cortados, tú lo verás” (Sal. 37:34). Así que tenemos la firme esperanza de ser honrados con vida eterna (Sal. 37:29).

    “NO ACEPTO GLORIA DE PARTE DE LOS HOMBRES”


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    Como hemos visto, Jehová desea darnos gloria. Pero ¿qué pudiera impedir que la recibiéramos? Un obstáculo es darle demasiado peso, o importancia, a la opinión de quienes no tienen la aprobación de Dios. Eso fue lo que les ocurrió a muchos gobernantes de los días de Jesús. Fijémonos en lo que escribió el apóstol Juan sobre ellos: “Pusieron fe en [Jesús], pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga; porque amaban la gloria de los hombres más que la misma gloria de Dios” (Juan 12:42, 43). No cabe duda: les habría ido mucho mejor si no le hubieran dado tanta importancia a la opinión de los fariseos.

    7
    Durante su ministerio, Jesús señaló por qué muchos no lo aceptaban ni tenían fe en él (lea Juan 5:39-44). La nación de Israel llevaba siglos esperando la llegada del Mesías, o Cristo. Daniel había profetizado el momento en que este aparecería, y puede que algunos hayan comprendido que ese momento había llegado. Tal vez por eso, al ver a Juan el Bautista predicando, muchos se preguntaron: “¿Acaso será él el Cristo?” (Luc. 3:15). Unos meses más tarde, Jesús comenzó a predicar; el tan esperado Mesías ya estaba allí enseñándoles. Pero lamentablemente, los que conocían bien la Ley de Dios no lo aceptaron. Jesús dejó bien claro por qué habían cometido ese error: “¿Cómo pueden creer ustedes, cuando aceptan gloria unos de otros y no buscan la gloria que proviene del único Dios?”.

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    La gloria de los hombres puede oscurecer la divina. ¿Cómo es posible? Para entenderlo, comparemos la gloria a la luz. El universo está lleno de luz. ¿Recuerda la última noche que miró al cielo y descubrió un manto de miles de estrellas? “La gloria de los cuerpos celestes” nos deja boquiabiertos (1 Cor. 15:40, 41). Ahora bien, cuando miramos al cielo en una ciudad muy iluminada, ¿se ve igual? Claro que no. Las luces de la ciudad casi no nos dejan disfrutar del brillo de las lejanas estrellas. Esto no se debe a que las luces de las calles, los estadios deportivos o los edificios sean más brillantes y hermosas que las del cielo, sino a que están más cerca de nosotros y estorban nuestra visión de la creación de Jehová. Para contemplar las maravillas del cielo nocturno, tendríamos que apagar las luces artificiales o irnos a un lugar muy oscuro.

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    Como las luces de la ciudad, la gloria de los hombres pudiera estar muy cerca de nuestro corazón e impedir que valoráramos la gloria que Jehová quiere darnos. Mucha gente no acepta el mensaje del Reino porque teme lo que puedan decir sus amigos o familiares. Pero ¿qué hay de los siervos dedicados de Dios? ¿Podrían desear la gloria de los demás? Pensemos en un joven que debe predicar en una zona donde todo el mundo lo conoce pero nadie sabe que es testigo de Jehová. ¿Tendrá miedo de que lo vean? O imaginemos a un cristiano que va tras metas espirituales pero otros se ríen de él. ¿Qué hará? ¿Permitirá que quienes carecen de visión espiritual influyan en sus decisiones? ¿Y si un hermano ha cometido un pecado grave? ¿Lo esconderá por temor a perder su buen nombre en la congregación o por no decepcionar a sus seres queridos? Si lo más importante para él es hacer las paces con Jehová, llamará a los ancianos de la congregación y les pedirá ayuda (lea Santiago 5:14-16).

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    ¿Qué haremos si estamos tratando de ser mejores cristianos y un hermano nos da un consejo? Sus palabras sinceras solo podrán ayudarnos si no somos orgullosos. Así que evitemos ponernos a la defensiva, justificarnos o tratar de salvar las apariencias. O puede ser que tengamos que colaborar con un hermano para realizar cierta tarea. ¿Permitiremos que nos domine el deseo de recibir las alabanzas por las buenas ideas y el esfuerzo? Si alguna vez nos encontramos en situaciones como estas, recordemos que “el que es humilde de espíritu se asirá de la gloria” (Prov. 29:23).

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    Quienes desean ser superintendentes en la congregación o ya lo son no deben buscar las alabanzas de los demás (1 Tes. 2:6; 1 Tim. 3:1). Entonces, ¿cómo debería reaccionar un hermano cuando recibe elogios sinceros por algo que ha hecho? Está claro que no levantará un monumento en su honor, como hizo el rey Saúl (1 Sam. 15:12). Ahora bien, ¿reconoce que si no fuera por la bondad inmerecida de Jehová no lo habría conseguido y que cualquier logro futuro depende de la bendición y el respaldo divino? (1 Ped. 4:11.) Lo que sentimos cuando otros nos alaban revela qué clase de gloria estamos persiguiendo (Prov. 27:21).

    “QUIEREN HACER LOS DESEOS DE SU PADRE”


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    Nuestros malos deseos también pueden impedir que recibamos la gloria de Dios, pues si estos nos controlan, tal vez no queramos escuchar la verdad (lea Juan 8:43-47). Jesús afirmó que ciertos judíos no escuchaban su mensaje porque deseaban hacer la voluntad del Diablo. Les dijo: “Ustedes [...] quieren hacer los deseos de su padre”.

    13
    A menudo oímos solo lo que nos interesa (2 Ped. 3:5). Jehová nos creó con la capacidad de ignorar algunos sonidos que no necesitamos oír. Haga el siguiente ejercicio: trate de distinguir cuántos sonidos puede escuchar en este momento. Es probable que antes no se haya fijado en algunos de ellos. Eso se debe a que su cerebro le estaba ayudando a concentrarse en una sola cosa, aunque este puede percibir y diferenciar varios sonidos simultáneamente. Sin embargo, se ha descubierto que cuando se trata de voces humanas es más difícil prestar atención a varios sonidos al mismo tiempo. Cuando oímos a dos personas hablar tenemos que elegir una, pues no podemos escuchar atentamente a las dos a la vez. Nuestra elección dependerá de lo que queramos oír. Los judíos que deseaban cumplir los deseos del Diablo decidieron no escuchar a Jesús.

    14
    El libro bíblico de Proverbios habla en lenguaje simbólico de dos casas: la de la sabiduría y la de la estupidez (Prov. 9:1-5, 13-17). Ambas, la sabiduría y la estupidez, nos hablan al mismo tiempo tratando de llamar nuestra atención. ¿A cuál escucharemos? Depende de a quién deseemos agradar. Jesús dijo que sus ovejas escuchan su voz (Juan 10:16). Ellas están “de parte de la verdad” y “no conocen la voz de los extraños” (Juan 10:5; 18:37). A quienes humildemente actúan así, Dios les da gloria (Prov. 3:13, 16; 8:1, 18).

    “SIGNIFICAN GLORIA PARA USTEDES”


    15
    Nuestro aguante al hacer la voluntad de Jehová contribuye a que otras personas reciban la gloria divina. El apóstol Pablo escribió a los cristianos de Éfeso: “Les pido que no se rindan por causa de estas tribulaciones mías a favor de ustedes, porque estas significan gloria para ustedes” (Efes. 3:13). ¿Qué quiso decir? ¿Por qué sus pruebas significaban gloria para ellos? Porque al continuar ayudando a sus hermanos a pesar de los obstáculos les demostró que servir a Dios es el privilegio más valioso de todos. Si Pablo se hubiera rendido ante las tribulaciones, ¿no habría dado a entender que su relación con Jehová, su ministerio y su esperanza tenían poco valor? Con su aguante puso el cristianismo en la elevada posición que merecía y probó que cualquier sacrificio que hagamos por ser discípulos de Cristo vale la pena.

    16
    El entusiasmo y el aguante de Pablo debieron de fortalecer mucho a otros cristianos. En Hechos 14:19, 20 se dice que “unos judíos llegaron de Antioquía y de Iconio y persuadieron a las muchedumbres, y apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad [de Listra], imaginándose que estaba muerto. Sin embargo, cuando los discípulos lo cercaron, él se levantó y entró en la ciudad. Y al día siguiente partió con Bernabé para Derbe”. ¡Qué buen ejemplo! Un día lo dieron por muerto y al siguiente viajó 100 kilómetros (60 millas), y eso sin las comodidades del transporte moderno.

    17
    Aunque el libro de Hechos no lo dice, es posible que Timoteo fuera uno de los discípulos que socorrió a Pablo. Fíjese en lo que el apóstol le escribió: “Tú has seguido con sumo cuidado y atención mi enseñanza, el derrotero de mi vida, [...] la clase de cosas que me sucedieron en Antioquía [expulsión de la ciudad], en Iconio [intento de asesinato], en Listra [apedreamiento], la clase de persecuciones que he soportado; y, no obstante, de todas ellas el Señor me libró” (2 Tim. 3:10, 11; Hech. 13:50; 14:5, 19).

    18
    Timoteo había “seguido con sumo cuidado y atención” las tribulaciones de Pablo y conocía muy bien cómo las había aguantado. Eso causó una profunda impresión en él. De hecho, cuando Pablo visitó Listra, Timoteo ya era un excelente cristiano, y “los hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes acerca de él” (Hech. 16:1, 2). Con el tiempo cumplió los requisitos para recibir mayores responsabilidades (Filip. 2:19, 20; 1 Tim. 1:3).

    19
    Si hacemos la voluntad de Jehová sin rendirnos, nosotros también podemos influir positivamente en los demás, en particular en los jóvenes. Nuestro ejemplo puede ayudarlos a convertirse en siervos de Dios muy valiosos. Ellos observan cómo hablamos en público, cómo predicamos y cómo afrontamos los golpes de la vida. Por eso, al igual que Pablo, sigamos “aguantando todas las cosas” para animar a otros a mantenerse fieles y conseguir “la salvación [...] junto con gloria eterna” (2 Tim. 2:10).

    20
    ¿Verdad que deberíamos seguir buscando “la gloria que proviene del único Dios”? (Juan 5:44; 7:18; lea Romanos 2:6, 7.) Jehová da “vida eterna a los que por aguante en la obra que es buena buscan gloria”. Además, nuestro ejemplo puede contribuir a que otros se mantengan fieles y vivan para siempre. Por tanto, no permitamos que nada nos impida recibir la gloria que Dios da.

    [Preguntas del estudio]


    1, 2.
    a) ¿Qué idea transmite la palabra que en la Biblia se traduce “gloria”? b) ¿Qué preguntas se responderán en este artículo?
    3-5. ¿Cómo nos da gloria Jehová?
    6, 7. ¿Por qué muchas personas no creyeron en Jesús?
    8, 9. Ilustre cómo podría la gloria de los hombres oscurecer la que Dios nos da.
    10. a) ¿Qué podría pasar si nos preocupáramos en exceso por lo que otros piensan de nosotros? b) ¿Cuál será el beneficio de ser humildes?
    11. ¿Qué deberíamos sentir cuando nos elogian, y por qué?
    12. ¿Por qué no escucharon a Jesús ciertos judíos?
    13, 14. a) ¿Qué se ha descubierto sobre nuestro cerebro y las voces humanas? b) ¿Qué determina a quién escuchamos?
    15. ¿Por qué las tribulaciones de Pablo significaban gloria para otros?
    16. ¿Qué dificultades tuvo Pablo en Listra?
    17, 18. a) ¿Por qué se dice que Timoteo siguió los sufrimientos de Pablo en Listra “con sumo cuidado y atención”? b) ¿Cómo influyó el aguante de Pablo en Timoteo?
    19. ¿Cómo puede influir nuestro aguante en los demás?
    20. ¿Por qué deberíamos seguir buscando la gloria que Dios da?

    Los jóvenes observan el aguante de los cristianos de edad avanzada
    Hechos 18:6

  2. #2
    Registrado Avatar de Espada
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    Predeterminado Re: Que nada nos impida recibir la gloria de Dios

    Cita Iniciado por Davidmor Ver mensaje
    Que nada nos impida recibir la gloria de Dios
    Pero a usted su religión le impide bautizarte si no hasta que ellos piensen que estás listo.

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