(forma causativa, estado imperfecto, del verbo heb. ha·wáh [llegar a ser]; significa: “Él Causa Que Llegue a Ser”).
Nombre personal de Dios. (Isa 42:8; 54:5.) Aunque en las Escrituras se le designa con títulos descriptivos, como “Dios”, “Señor Soberano”, “Creador”, “Padre”, “el Todopoderoso” y “el Altísimo”, su personalidad y atributos —quién y qué es Él— solo se resumen y expresan a cabalidad en este nombre personal. (Sl 83:18.)
Pronunciación correcta del Nombre Divino. “Jehová” es la pronunciación más conocida en español del nombre divino, aunque la mayoría de los hebraístas apoyan la forma “Yahveh” (Yavé). Los manuscritos hebreos más antiguos presentan el nombre en la forma de cuatro consonantes, llamada comúnmente Tetragrámaton (del griego te·tra, que significa “cuatro”, y grám·ma, “letra”). Estas cuatro letras (escritas de derecha a izquierda) son יהוה y se pueden transliterar al español como YHWH (o JHVH).
Por lo tanto, las consonantes hebreas del nombre se conocen. El problema es determinar qué vocales hay que combinar con esas consonantes. Los puntos vocálicos se empezaron a utilizar en hebreo en la segunda mitad del I milenio E.C. (Véase HEBREO, II [Alfabeto y escritura hebrea].) No obstante, los puntos vocálicos hallados en manuscritos hebreos no proveen la clave para determinar qué vocales deberían aparecer en el nombre divino, debido a cierta superstición religiosa que había empezado siglos antes.
La superstición oculta el nombre. En algún momento surgió entre los judíos la idea supersticiosa de que era incorrecto hasta pronunciar el nombre divino (representado por el Tetragrámaton). No se sabe a ciencia cierta qué base hubo originalmente para dejar de pronunciar el nombre. Hay quien cree que surgió la enseñanza de que el nombre era tan sagrado que no lo debían pronunciar labios imperfectos. Sin embargo, en las mismas Escrituras Hebreas no se observa que ninguno de los siervos verdaderos de Dios tuviese reparos en pronunciar su nombre. Los documentos hebreos no bíblicos, como, por ejemplo, las llamadas Cartas de Lakís, muestran que en Palestina el nombre se usaba en la correspondencia durante la última parte del siglo VII a. E.C.
Otro punto de vista es que con ello se pretendía evitar que los pueblos no judíos conocieran el nombre y lo usaran mal. Sin embargo, Jehová mismo dijo que haría que ‘su nombre fuera declarado en toda la tierra’ (Éx 9:16; compárese con 1Cr 16:23, 24; Sl 113:3; Mal 1:11, 14), para que incluso sus adversarios lo conocieran. (Isa 64:2.) De hecho, el nombre se conocía y empleaba entre las naciones paganas tanto antes de la era común como durante los primeros siglos de nuestra era. (The Jewish Encyclopedia, 1976, vol. 12, pág. 119.) También se ha dicho que el propósito era evitar que se utilizara en ritos mágicos. En tal caso, hubiera sido una medida equivocada, pues cuanto más misterioso se hiciera por su desuso, más proclive sería a que lo utilizaran en sortilegios.
¿Cuándo se arraigó la superstición? Tal como no se sabe con seguridad la razón o razones originales por las que dejó de usarse el nombre divino, de la misma manera hay mucha incertidumbre en cuanto a cuándo se arraigó realmente esta superstición. Algunos alegan que empezó después del exilio en Babilonia (607-537 a. E.C.). Sin embargo, esta teoría se basa en una supuesta disminución del uso del nombre en la última parte de las Escrituras Hebreas, un punto de vista insostenible a la luz de los hechos. Por ejemplo: Malaquías, uno de los últimos libros de las Escrituras Hebreas —escrito en la última mitad del siglo V a. E.C.—, da gran importancia al nombre divino.
Muchas obras de consulta dicen que el nombre dejó de emplearse alrededor del año 300 a. E.C. Se cita como prueba la supuesta ausencia del Tetragrámaton (o una transliteración de este) en la Septuaginta, traducción griega de las Escrituras Hebreas que se inició alrededor de 280 a. E.C. Es cierto que los manuscritos más completos de la Septuaginta que se conocen en la actualidad sustituyen sistemáticamente el Tetragrámaton por las palabras griegas Ký·ri·os (Señor) o The·ós (Dios), pero estos manuscritos importantes solo se remontan hasta los siglos IV y V E.C. Hace poco se han descubierto fragmentos de manuscritos más antiguos que prueban que en las copias más antiguas de la Septuaginta aparecía el nombre divino.
Uno de estos, conocido como el Inventario núm. 266 de los papiros Fuad, contiene parte del libro de Deuteronomio. (GRABADO, vol. 1, pág. 326.) Este papiro presenta sistemáticamente el Tetragrámaton escrito en caracteres cuadrados hebreos cada vez que aparece en el texto hebreo del que se traduce. Los eruditos dicen que data del siglo I a. E.C., lo que lo hace cuatro o cinco siglos más antiguo que los manuscritos mencionados con anterioridad. (Véase NM, apéndice, págs. 1561, 1562.)
¿Cuándo dejaron los judíos de pronunciar el nombre personal de Dios?
Por tanto, al menos por escrito, no hay prueba sólida de que el nombre divino hubiera desaparecido o caído en desuso antes de nuestra era. Es en el siglo I E.C. cuando se empieza a observar cierta actitud supersticiosa hacia el nombre de Dios. Cuando Josefo, historiador judío perteneciente a una familia sacerdotal, relata la revelación de Dios a Moisés en el lugar de la zarza ardiente, dice: “Dios entonces le dijo su santo nombre, que nunca había sido comunicado a ningún hombre; por lo tanto no sería leal por mi parte que dijera nada más al respecto”. (Antigüedades Judías, libro II, cap. XII, sec. 4.) Sin embargo, las palabras de Josefo, además de ser inexactas en lo que tiene que ver con que se desconociera el nombre divino antes de Moisés, son vagas y no revelan con claridad cuál era la actitud común en el siglo I en cuanto a la pronunciación o uso del nombre divino.
La Misná judía, una colección de enseñanzas y tradiciones rabínicas, es algo más explícita. Su compilación se atribuye al rabino Yehudá ha-Nasí (Judá el Príncipe), que vivió en los siglos II y III E.C. Parte del contenido de la Misná se relaciona claramente con las circunstancias anteriores a la destrucción de Jerusalén y su templo en 70 E.C. No obstante, un docto dice sobre la Misná: “Es extremadamente difícil decidir qué valor histórico debe atribuirse a las tradiciones de la Misná. El tiempo que puede haber oscurecido o distorsionado los recuerdos de épocas tan dispares; los levantamientos, cambios y confusiones políticas que ocasionaron dos rebeliones y dos conquistas romanas; las normas de los fariseos (cuyas opiniones registra la Misná), distintas de las de los saduceos [...], todos estos son factores que deben sopesarse a la hora de valorar la naturaleza de las afirmaciones de la Misná. Además, mucho del contenido de la Misná persigue como único fin el diálogo académico, al parecer sin pretensión de ubicarlo históricamente”. (The Mishnah, traducción al inglés de H. Danby, Londres, 1954, págs. XIV, XV.) Algunas de las tradiciones de la Misná sobre la pronunciación del nombre divino son:
La Misná dice con relación al día de la expiación anual: “Los sacerdotes y pueblo estaban en el atrio y cuando oían el Nombre que pronunciaba claramente el Sumo Sacerdote, se arrodillaban, se postraban con el rostro en tierra y decían: ‘bendito el nombre de la gloria de su reino por siempre y jamás’” (Yoma 6:2). Sota 7:6 dice sobre las bendiciones sacerdotales cotidianas: “En el templo se pronunciaba el nombre como está escrito, en la provincia con una sustitución”. Sanhedrin 7:5 dice: “El blasfemo no es culpable en tanto no mencione explícitamente el Nombre”, y añade que en un juicio que tuviera que ver con una acusación de blasfemia, se usaba un nombre sustitutivo hasta haber oído todos los hechos; luego se le pedía en privado al testigo de cargo: “Di, ¿qué oíste de modo explícito?”, y se empleaba, como es lógico, el nombre divino. Cuando Sanhedrin 10:1 menciona a los “que no tienen parte en la vida futura”, observa: “Abá Saúl dice: también el que pronuncia el nombre de Dios con sus letras”. No obstante, a pesar de estos puntos de vista negativos, en la primera parte de la Misná también se halla la declaración positiva de que una persona podía “saludar a su prójimo con el nombre de Dios”, y se cita el ejemplo de Boaz. (Rut 2:4; Berajot 9:5.)
Sin exagerar su importancia, estos puntos de vista tradicionales tal vez indiquen una tendencia supersticiosa a evitar el uso del nombre divino ya antes de la destrucción del templo de Jerusalén en 70 E.C. De todos modos, se dice de modo explícito que eran principalmente los sacerdotes quienes usaban un nombre sustitutivo para el nombre divino, y eso solo en las provincias. Por otra parte, como hemos visto, es discutible el valor histórico de las tradiciones de la Misná.
Por lo tanto, no hay ninguna base sólida para asignar al desarrollo de este punto de vista supersticioso una fecha anterior a los siglos I y II E.C. Sin embargo, con el tiempo, el lector judío empezó a utilizar los términos ʼAdho·nái (Señor Soberano) o ʼElo·hím (Dios) en sustitución del nombre divino representado por el Tetragrámaton, y así evitaba pronunciarlo cuando leía las Escrituras Hebreas en el lenguaje original. Así debió ocurrir, pues cuando empezaron a usarse los puntos vocálicos en la segunda mitad del I milenio E.C., los copistas judíos insertaron en el Tetragrámaton los puntos vocálicos de ʼAdho·nái o de ʼElo·hím, seguramente para advertir al lector de que pronunciara esas palabras en lugar del nombre divino. Por supuesto, en las copias posteriores de la Septuaginta griega de las Escrituras Hebreas, el Tetragrámaton se hallaba completamente reemplazado por Ký·ri·os y The·ós. (Véase SEÑOR.)
Las traducciones a otros idiomas, como la Vulgata latina, siguieron el ejemplo de las copias posteriores de la Septuaginta. Por esta razón, la versión Scío, basada en la Vulgata, no contiene el nombre divino, aunque sí lo menciona en sus notas. Otro tanto ocurre con la versión Torres Amat (excepto en unas pocas ocasiones que sí aparece), mientras que La Biblia de las Américas emplea SEÑOR o DIOS para representar el Tetragrámaton en las Escrituras Hebreas cada vez que aparece.
¿Cuál es la pronunciación correcta del nombre de Dios?
En la segunda mitad del I milenio E.C., los eruditos judíos introdujeron un sistema de puntos para representar las vocales que faltaban en el texto consonántico hebreo. En el caso del nombre de Dios, en vez de insertar la puntuación vocálica que le correspondía, insertaron la de ʼAdho·nái (Señor Soberano) o ʼElo·hím (Dios) para advertir al lector que debería leer estas palabras en vez del nombre divino.
El Códice de Leningrado B 19A, del siglo XI E.C., puntúa el Tetragrámaton para que lea Yehwáh, Yehwíh y Yeho·wáh. La edición de Ginsburg del texto masorético puntúa el nombre divino para que lea Yeho·wáh. (Gé 3:14, nota.) Normalmente los hebraístas favorecen la forma “Yahveh” (Yavé) como la pronunciación más probable. Señalan que la abreviatura del nombre es Yah (Jah en la forma latinizada), como en el Salmo 89:8 y en la expresión Ha·lelu-Yáh (que significa “¡Alaben a Jah!”). (Sl 104:35; 150:1, 6.) Además, las formas Yehóh, Yoh, Yah y Yá·hu, que se hallan en la grafía hebrea de los nombres Jehosafat, Josafat, Sefatías y otros, pueden derivarse del nombre divino Yahveh. Las transliteraciones griegas del nombre divino que hicieron los escritores cristianos, a saber, I·a·bé o I·a·ou·é (que en griego se pronunciaban de modo parecido a Yahveh), pueden indicar lo mismo. Sin embargo, no hay unanimidad entre los eruditos en cuanto a la pronunciación exacta; algunos hasta prefieren otras pronunciaciones, como “Yahuwa”, “Yahuah” o “Yehuah”.
Como en la actualidad es imposible precisar la pronunciación exacta, parece que no hay ninguna razón para abandonar la forma “Jehová”, muy conocida en español, en favor de otras posibles pronunciaciones. En caso de producirse este cambio, por la misma razón debería modificarse la grafía y pronunciación de muchos otros nombres de las Escrituras: Jeremías habría de ser Yir·meyáh; Isaías, Yeschaʽ·yá·hu, y Jesús, bien Yehoh·schú·aʽ (como en hebreo) o I·ē·sóus (como en griego). El propósito de las palabras es transmitir ideas; en español, el nombre Jehová identifica al Dios verdadero, y en la actualidad transmite esta idea de manera más satisfactoria que cualquier otra de las formas mencionadas.
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