LA SIERRA
Seguro que alguien más se ha fijado en una sierra, esas formas desiguales, unas veces suben hasta lo más alto, y al llegar a la cima, bajan en caída libre hasta llegar al fondo. Están lo suficientemente afiladas sus puntas para que hagan cortes limpios. Eso es una sierra, puede ser manual o eléctrica. Eso no tiene relevancia, lo que la tiene de verdad, es que con esta forma puntualmente desigual, consigue cortar la pieza que uno se propone.
Sí, la vida es así, la sierra nos trae y nos lleva por sus caminos, con esos altibajos. Unas veces estamos en lo más alto y otras llegamos al fondo.
Por suerte lo tenemos todo controlado de manera que siempre conseguimos pillar el ritmo por muy abajo que hayamos llegado, volvemos a remontarlo. Cuesta es cierto, pero casi siempre volvemos a alcanzar el nivel superior, y es como el pez que se muerde la cola. Volvemos a empezar.
El serrucho que a simple vista sólo es una pieza metálica, con esa desigualdad, bien controlada lleva a cabo la tarea.
A veces me parece que los humanos somos esa sierra con sus dientes afilados, pero a costa del movimiento conseguimos dividir en las partes necesarias, el objeto que nos interesa.
Difícil tarea de verdad, ya que para que la sierra consiga su propósito, necesita de una mano fuerte, que vaya guiando el movimiento.
Y puestos a hacer comparaciones absurdas he llegado a pensar, que nuestro cuerpo es igual que los dientes metálicos, y nuestro espíritu a veces indomable es el que consigue llevar a cabo la tarea.
Se complementan por al cien por cien. No serían nada si no fueran como cogidos de la mano, siguiendo el mismo camino, siguiendo los mismos deseos. Unidos conseguirán lo que quieren.
La sierra está colgada y olvidada en un lugar lleno de utensilios que casi no se usan, y el espíritu ha quedado pendiente de alguien que lo ayude a ser útil.
Marzo 2014
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