Perdona Emeric.
El alma. Del alma sabemos que es inmortal, y que tras el paso en la tierra ya no tendrá las limitaciones del cuerpo. Si es inmortal, espiritual, no hay cambios en ella tal y como la tenemos será en espíritu.
No tendrá las limitaciones de un cuerpo mortal o material.
Es importante conocer que nosotros no nos salvamos, solo, por nuestras acciones; es imposible salvarse por las acciones nuestras. Tras la muerte de Cristo, si dejamos que nuestras acciones las dirija el E.S., aceptamos a Dios, tendremos salvación porque hemos sido comprados por la sangre de Cristo.
Es muy difícil que un alma se condene si cree en Cristo. Porque Jesús no deja que nadie arrebate la fe del que cree en él.
Solo Dios por los caminos que él sepa o conozca o provea el bebé se salvará. De lo contrario es clara la definición quién no se bautice del pecado original no será salvo.
Ahora hay otros dos caminos para decir que hay bautizo. Uno de los tres bautizos es el de agua.
Última edición por Ciro; 11/10/2013 a las 15:41
No hay felicidad completa sin Dios, sin su presencia.
No se refiere esas palabras dichas por "el buen ladrón" al Sheol o al Hades, se refieren al Reino de Dios.
Tienen su sentido en cuanto hay eternidad.
Si de algo estamos de acuerdo es que la historia del pueblo escogido es lineal, no se vuelven atrás sus enseñanzas. O son para siempre o sirven a un determinado fin.
Tras la venida y muerte de Cristo no se puede volver a las enseñanzas del paraíso, edén, sheol o hades. Sino del Reino de Dios
Así inicia su historia Cristo y así la acaba en la cruz.
Última edición por Espada; 11/10/2013 a las 17:25
Creo que después del juicio vamos al cielo o al infierno.
La ICAR cree que los santos son personas que han ido directamente con Dios sin pasar por el Juicio final. Al hacer Dios un milagro por su mediación confirman tal hecho.
La Virgen María fue directa al cielo, es dogma de fe.
Esto de ir directamente al Cielo o al infierno ha sido tema de debates para comprender a Dios. En el "ladrón bueno" confirma que va al Cielo.
Que actualmente hay personas en el infierno, también es dogma de fe. No hay engaño.
"¿Puede un condenado arrepentirse?
¡Ojalá pudiera, pero ya no tiene esta posibilidad! El hombre que ha rechazado en su vida la amistad con Dios, ya no es admitido a ella.
En el momento de la muerte, el alma separada, por ser espíritu puro, queda fija para siempre en la posición a favor o en contra de Dios que tenía en el último momento de vida. Dios rechaza eternamente al condenado, pero no porque lo odie, pues su amor es siempre fiel, sino porque el condenado está eternamente cerrado a recibir el perdón. ¿Cómo poder perdonar a alguien que no quiere ser perdonado?
Esta conciencia de no admisión y el saber que ya no tiene remedio, que ya no hay posibilidad de conversión, hace que surja en el condenado el odio y el endurecimiento. Sufren por no estar con Dios, pero ese sufrimiento se transforma en envidia y en odio. Se convierten en enemigos de Dios.
Santa María Magdalena de Pazzi oyó una vez la voz de Dios que le dijo:
Entre los condenados reina el odio, pues cada uno ve ahí a aquél que fue la causa de su condenación y lo odia por haberlo llevado ahí. De esta manera, los recién llegados aumentan la rabia que ya existía antes de su llegada".
Última edición por Ciro; 11/10/2013 a las 17:43
El juicio particular
1021 La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo (cf. 2 Tm 1, 9-10). El Nuevo Testamento habla del juicio principalmente en la perspectiva del encuentro final con Cristo en su segunda venida; pero también asegura reiteradamente la existencia de la retribución inmediata después de la muerte de cada uno como consecuencia de sus obras y de su fe. La parábola del pobre Lázaro (cf. Lc 16, 22) y la palabra de Cristo en la Cruz al buen ladrón (cf. Lc 23, 43), así como otros textos del Nuevo Testamento (cf. 2 Co 5,8; Flp 1, 23; Hb 9, 27; 12, 23) hablan de un último destino del alma (cf. Mt 16, 26) que puede ser diferente para unos y para otros.
1022 Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación (cf. Concilio de Lyon II: DS 856; Concilio de Florencia: DS 1304; Concilio de Trento: DS 1820), bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo (cf. Concilio de Lyon II: DS 857; Juan XXII: DS 991; Benedicto XII: DS 1000-1001; Concilio de Florencia: DS 1305), bien para condenarse inmediatamente para siempre (cf. Concilio de Lyon II: DS 858; Benedicto XII: DS 1002; Concilio de Florencia: DS 1306).
Última edición por Ciro; 11/10/2013 a las 18:07
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