La angustia del filósofo

[ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO]

Casi todos los años hay un momento de crisis creativa. Las ideas parecen no dar más de sí, todo se queda igual, envuelto consigo mismo. Se mira hacia todos los lados, y no se encuentra nada. Mi impagable maestro Karl R. Popper diría que no se tiene qué pensar. Sin embargo, estas crisis no son otra cosa que la preparación de lo por venir; son los brotes de la filosofía; son ideas que se hacen rogar; no hay sitio para ellas.

Se podría decir que con que el filósofo tenga una idea al año, ha sido un año, filosóficamente, creativo; al menos, si es una idea, lo suficientemente rica y con contenido. No es de extrañar, pues, que las ideas creativas tarden en llegar. La filosofía es una cosa muy lenta.

La lentitud del filósofo suena a ironía filosófica; es una especie de burla a uno mismo, las ideas gastándose una broma con independencia de uno. Esta juerga filosófica de las ideas, en las que uno no tiene el papel principal que querría, es una angustia filosófica del todo justificada. El pensador está siempre en desventaja con respecto a sus propias ideas; es un mártir.

La otra cara de esta angustia es lo positivo de las ideas. La angustia es el anticipo de la falta. Aún no entiendo por qué se ha leído la idea de la angustia de Kierkegaard como si fuese una angustia psicológica a la espera de un concepto. ¿Leemos la filosofía de ese modo, por detrás del pensamiento y no, precisamente, por delante de él?

Cuando la angustia se pasa, y el filósofo goza de cierta tranquilidad, entiende perfectamente de qué estaba constituida su falta; no era que no hubiese qué pensar, sino que no había idea del pensamiento. Es entonces cuando la filosofía creativa es divertida; el filósofo tiene meses por delante llenos de entretenimiento filosófico.

El estudio es agradecido porque, generalmente, aporta algo; si no se piensa, vale de poco. Hace unos años mi mujer se reía de mí cuando confesé que, con suerte, yo tenía una idea al año; si el filósofo tuviese una idea en la vida, podría estar satisfecho.

[Asexperia]

La angustia filosofica es una manera de canalizar la ansiedad por medio de la accion de pensar. Asex.

Biografia de Soren Kierkergaard (1813-1855). Apenas 42 años.

[ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO]

La angustia filosofica es una manera de canalizar la ansiedad por medio de la accion de pensar

El gran aporte del concepto de la angustia era el desvelamiento de la experiencia diferencial del espíritu (interioridad apercibida individualmente): el pecado y el salto cualitativo que trae de suyo; sin pecado no habría auténtica eticidad.

[ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO]

Sin embargo, la eticidad no es, simplemente, un fase, como parece insinuar Savater en el video que Elvis ajunta; sería, mejor visto, un ámbito superior a otro que le sería inferior; los espacios intermedios se desatienden totalmente . No estoy de acuerdo con esa reducción del pensamiento de Kierkegaard. Se trata de un pensador extraordinariamente fino, de una sutileza fuera de lo común. Es cierto que su lectura es, literariamente, placentera, pero la estética de Kierkegaard no es un sensualismo; Kierkegaard no era un "dandy" sino, como digo, desde el punto de vista literario. La estética en Kierkegaard es un límite para la experiencia interna; visto así, la estética es dialéctica con la ética.

Esta última idea la desarrollé hace meses para un tema del foro de psicología (¿Es la Belleza Objetiva o Subjetiva?), pero no llegué a publicar todas mis reflexiones al respecto. Descansa en diferencias internas difícilmente traducibles a los términos de la intuición; consideré que era mejor dejarlas a la espera. Si la ética fuese enteramente estética, o al revés, si la estética fuese lo mismo que la ética, la unidad de experiencia anularía una o la otra, sus totalidades no cabrían en un mismo sitio; no habría conciencia sino de una o la otra, no de las dos conjuntamente; la experiencia de la conciencia, por el contrario, es selectiva, actúa en cierto ámbito (vg. un yo sensible que se apercibiese de estados distintos de los meramente sensibles, esto es, mediante una conciencia que comprendiese los estados sensibles con un margen de indeterminación en el que la posterioridad determinase la anterioridad).

A este respecto, el pensamiento de Kierkegaard es una rareza filosófica. En una época hegeliana, pensaba como un clásico, como si sus cuestiones fuesen perennes. La filosofía hegeliana, por el contrario, era una filosofía profundamente progresista que, paradójicamente, dio lugar a conocidos casos de historicismos que se excedieron hasta el paroxismo (toda forma estructural con una ideología asociada, nacionalismos visionarios, etc.). A mi modo de ver, si una filosofía pretende ser progresista, se invalida antropológicamente; estaría hecha a la medida de la época.

En todo caso, no sigo especialmente el pensamiento de Kierkegaard. Me parece un pensador brillante y un magnífico escritor, pero todas sus ideas de mérito (el concepto de la angustia, la especial importancia del pecado, el límite de la experiencia estética ante el advenimiento de la acción del espíritu, etc.) son deudoras de asuntos que plantearan otros filósofos antes que él (la eternidad, el límite de las categorías, la esencia abstracta del lenguaje, etc.).