Queridos Koli y Alberto: quiero proponerles un comentario más este día. He aquí un ejemplo clásico de cómo Descartes, los cartesianos y Leibniz prosiguieron una discusión a partir de una relación de alto nivel substancializada:
Para todos los que participaron en la discusión era claro que el alma es una substancia y que además de ella hay otras substancias, que son las corpóreas. Por una variedad de razones que no mencionaré aquí, era necesario que se preguntaran si el alma podía influir sobre el cuerpo y el cuerpo sobre el alma. No era evidente cuál podría ser la respuesta y eso se debía en parte a que eran muy cuidadosos en sus argumentaciones (aunque unos acusaban a otros de no haberlo sido. Pero debemos entender que hablaban entre ellos). Ahora bien: Descartes sostenía que el alma influía sobre el cuerpo y el cuerpo sobre el alma.
Descartes avanzaba también por el lado de la física, sin hacer a un lado sus concepciones metafísicas. En esta disciplina estableció que en el mundo se conservaba la cantidad de movimiento, y eso lo deducía de su convicción de que Dios es perfecto, pues no le parecía compatible con la perfección divina el que Dios tuviera que estar restableciendo una y otra vez dicha cantidad en el mundo. Pero la conservación de la cantidad de movimiento, tal como Descartes la entendía, introducía un conflicto con su doctrina del alma, pues si ésta influía sobre el cuerpo, ¿cómo se podría conservar la cantidad de movimiento? Para arreglar esto pensó que era necesario distinguir entre el movimiento y su dirección y dijo que el alma solamente modificaba la segunda sin afectar el primero, de manera que no resultará afectada la cantidad de movimiento total. Sólo que al establecer su modelo matemático, los resultados no concordaban con lo que pasaba en los choques de los cuerpos.
Malebranche creyó resolver el problema mediante su teoría del ocasionalismo: decía que el alma no interactuaba con el cuerpo, sino que cada vez que pensamos en hacer algo, Dios lo ejecuta por nosotros (estoy simplificando terriblemente, pues hago parecer tontos a estos pensadores tan penetrantes, cuando en realidad me parecen geniales. Es una falla mía, naturalmente). Como he dicho, a Descartes esto le había parecido indigno de la perfección divina, pero Descartes ya había fallecido.
Leibniz refutó cumplidamente la doctrina cartesiana acerca de la cantidad de movimiento, mostrando que no coincidía con los resultados experimentales. Él también estaba de acuerdo en que esta cantidad se conservaba en el mundo, y por la misma razón que Descartes había propuesto: Porque Dios es perfecto. También coincidía en decir que una teoría como el ocasionalismo era indigna de Dios. Pero Leibniz se representaba matemáticamente la cantidad de movimiento de otro modo: En primer lugar, él la relacionaba con lo que hoy llamamos energía cinética y energía potencial y demostraba que en un sistema de cuerpos la suma de estas energías era la misma en cualquier momento. En segundo lugar, afinó el concepto cartesiano de velocidad (que era más bien lo que hoy llamamos rapidez), pues le incorporó la dirección y el sentido y la concibió así como lo que hoy llamamos "vector". Entonces pudo mostrar que con esta modificación lo que Descartes había llamado cantidad de movimiento verdaderamente se conservaba en cualquier interacción mecánica (es lo que en nuestros días llamamos Momentum).
Pero ya que Leibniz hizo todo esto, quedaba todavía sin respuesta la pregunta "¿hay interacción entre el alma y el cuerpo?" Y él decidió que no; pero no por ello condescendió con el ocasionalismo. Inventó una teoría novedosa: el alma no interactúa con el cuerpo ni con ninguna otra substancia, pero Dios no necesita intervenir. En general, ninguna substancia interactúa con ninguna otra (son mónadas, decía él). Lo que ocurre es que desde la creación Dios hizo cada mónada con una ley que la define, y siendo Dios el Creador de todas las mónadas estableció sus leyes con absoluta armonía, de suerte que pareciera que hay interacción entre ellas. De esta manera Leibniz eliminaba el conflicto entre la conservación de la cantidad de movimiento, la aparente interacción entre el alma y el cuerpo y la dignidad de nuestra concepción de Dios.
Es sólo un ejemplo clásico para ilustrar el cuidado que hay que tener en cómo usamos las relaciones que construimos o que tomamos prestadas de otros.
Un abrazo
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