¡La poesía, naturalmente! ¿Cómo no, si ésta se ubica en el ámbito de la...? ¿Se ubica en el ámbito de la libertad, Eduardo? ¿Te sustraes al influjo de "la mente" cuando haces poesía? ¿O será que, de un modo sutil, también ahí deja sentir su peso? ¡Y tal vez ni siquiera tan sutilmente!
Supongamos que cuando experimentas la inspiración poética "la mente" te acecha, te sitia; pero no penetra en tu retiro. Sin embargo, en cuanto expresas tu emoción tienes que recurrir a las palabras, que son suyas; y acaso hasta te tienes que someter a un conjunto de reglas, pues también la poesía las tiene. Pero, quizás -aún así-, mantienes "la mente" al margen.
Todo cambia cuando escribes. Entonces te has entregado, has sucumbido por completo. La poesía, cristalizada, ya no es tuya. Ni siquiera se te puede hacer preguntas acerca de ella, pues "la mente" no lo permite: "¡No se le hacen preguntas a un poeta!", y el poeta mismo lo cree, firmemente, como si se le hubiera concedido un privilegio. La poesía entra así en el dominio de "la mente", y allí es reconocida, o vilipendiada, o pisoteada..., o ignorada.
Revisemos ahora nuestra primera suposición, porque presiento que no la podremos sostener más. Me temo que "la mente", para la que creíamos impenetrable el recinto sagrado del poeta, se encuentra también ahí. "La mente" es más interior a ti que tú mismo: la poesía es fruto de una inspiración. Cuando creías que "la mente" se encontraba allá, fuera, se encontraba en realidad junto a ti, susurrándote dulces palabras al oído, o instándote a que amenazaras, a que te violentaras contra tu prójimo y le dijeras palabras arrogantes. Los poetas griegos creían en las Musas.
Continúo después, Eduardo.
Un fuerte abrazo
Juan Florencio
Marcadores