Esa lectura de las ideas morales de Kant me resulta enormemente caprichosa, como si sus ideas se dejasen en manos de una interpretación más afectiva que lógica: la aversión afectiva es especialmente sensible con la cuestión de la falta de sitio para la moral del individuo; la lógica, por el contrario, pone las cosas en el sitio que hay para que sean, rectamente, pensadas. ¡Qué nos importa lo que escribiese Kant que no sea el fondo de su cuestión!. La historia de la filosofía no se hace con textos del autor en cuestión sino dando actualidad a sus ideas: qué hay que pensar de ellas.
A nadie le hace falta que se arremeta contra Kant si no se muestra la auténtica problemática de su enfoque moral: la razón, por sí sola, no tiene otra respuesta moral inmediatamente dada que la que está sujeta a la voluntad. Esa es la cuestión que Kant se planteaba, que la intuición moral no se corresponde con el dictado incondicional de la razón, el único sentido que debemos extraer del imperativo categórico.
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