Breve historia del tiempo
Como aclaración al tema de los calendarios Juliano y Gregoriano
E L T I E M P O
“El tiempo es el más grande innovador” Francis Bacon , Of innovations (1625)
CAPÍTULO 1.- EL IMPERIO CELESTIAL: LAS TENTACIONES DE LA LUNA
De siempre, todas las culturas han celebrado ritos saludando a la Luna Llena. Pero más primitiva es la relación entre la Luna y la medición. La palabra “moon” en inglés y su equivalente en otras lenguas proviene de la misma raíz, “me” que significa medida ( como en la palabra griega “metron” y en las inglesas “meter” y “measure” y en español “metro”) , que nos recuerda los servicios que antaño prestara la luna como primer instrumento universal para medir el tiempo.
Pero la Luna como medida del tiempo, resultó ser una trampa para la ingenua humanidad. Si bien las fases lunares eran ciclos universales y observables, eran también un callejón sin salida pues no `preveían las estaciones, algo imprescindible para el cazador y el agricultor. Las estaciones, tal como las conocemos, están regidas por los movimientos de la Tierra alrededor del Sol. Cada sucesión de estaciones supone retorno de la Tierra al comienzo del circuito, en un movimiento que va desde el equinoccio ( o solsticio) al siguiente. Hacía falta un calendario. ¿Cuál fue el comienzo?
Los antiguos babilonios confeccionaron un calendario lunar y se aferraron a él pese a las dificultades que presentaba. Buscaban medir el tiempo mediante múltiplos de ciclos lunares y crearon un método , sobre el siglo V a.C. que está formado por ciclos de 19 años ( 13 meses eran 7 años del ciclo y 12 meses eran los 12 años restantes. Nunca consideraron el Sol para su calendario.
Fueron los egipcios los primeros que escaparon a las tentaciones de la Luna. Fueron también los primeros que descubrieron la duración del año solar: 365 días y los primeros en definir este método como útil y práctico. Los egipcios son un enigma. Fueron los primeros en casi todo, sin embargo tenían una astronomía primitiva, no fueron grandes especialistas en matemáticas y supeditaban todo a la religión y sus ritos. Sin embargo, 2500 años a.C. podían calcular en qué momento el sol naciente o poniente doraría la cima de determinado obelisco, algo básico para sus ceremonias.
En Grecia, cada polis establecía su propio calendario, intercalando el mes extra arbitrariamente, según sus fiestas y no se cumplía el fin básico de un calendario: establecer un esquema temporal que sea referente común y facilite los proyectos y actividades de todos. Eso sí lo consiguieron los egipcios desde 3500 a..C hasta Cleopatra. Además advirtieron que la división en meses de 30 días era muy útil, siempre que se añadieran 5 días al final, para completar los 365 días.
Pero el año solar no tiene 365 días y eso hizo que, con el paso de varios siglos, el año egipcio, llegara a ser un año errabundo. Sin embargo no había otro más útil; fue adoptado por César para su calendario juliano, sobrevivió a la Edad Media y en el siglo XVI Copérnico todavía lo utilizó en sus tablas planetarias.
En tanto, los judíos, cristianos y musulmanes siguieron teniendo preferencias por el calendario lunar.jque decir que hay opiniones para todo.
Pero volviendo al primitivo calendario egipcio y luego juliano ( que no contemplaba que un año tiene 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos), hizo que en el año 1582 el Concilio de Nicea, previsto para el día del equinoccio de primavera, la fecha crucial que debía ser el 21 de marzo fue en realidad el 11 de marzo.
El papa Gregorio XIII decidió reformar el calendario juliano ( prestado de los egipcios) y ordenó que después del 4 de Octubre siguiera el 15 del mismo mes. Esto implicaba que al siguiente año el equinoccio de primavera entraría en la fecha correcta. Se omitieron los días bisiestos o intercalados en los años que terminan en centenas a menos que fuesen divisibles por 400. Esta reforma produjo el calendario moderno, por el que nos regimos.
Por motivos religiosos o ideológicos, no todos en el mundo aceptaron en según que ocasiones este calendario, por ejemplo, la iglesia ortodoxa de Oriente que mantiene el juliano. El calendario napoleónico también distinto, no duró mucho tiempo y, en cuanto al Islam, insiste en la obediencia a los dictados de Mahoma. Su año tiene 354 o 355 días, los meses no tienen relación regular con las estaciones: El Ramadán, en el noveno mes, y el Dhu´l-Hijja, el de la peregrinación a la Meca pueden suceder en invierno o verano.
En cuanto a China, oficialmente, la revolución de 1911 introdujo el calendario occidental junto al calendario tradicional. La U.R.S.S. se propuso borrar el calendario gregoriano y poner otro de 5 días; 4 para trabajar y el 5º libre. El mes tenía 5 semanas. Los días restantes para completar el año solar, festivos. Sin embargo antes de 1940 el calendario gregoriano volvió a estar en vigor.
CAPÍTULO 2.- DEL TIEMPO DEL SOL AL TIEMPO DEL RELOJ
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Muchísimos años el reloj de sol fue la medida universal de tiempo, pero tiene inconvenientes. Uno, obvio, pero importantísimo: Los días nublados; si no hay sol, no hay sombra. Los países poco soleados apenas pueden hacer uso del reloj solar. Otro inconveniente: El cuadrante que indica el paso del día en un lugar determinado, no sirve para otro, luego el reloj es tan sólo para el meridiano en que se ubica y no se puede calcular una unidad común universal. Al respecto, los griegos, excelentes geómetras hicieron diseños sofisticados. Un ejemplo precioso perdura en la torre de los Vientos de Atenas. En Roma el reloj de sol era tan común, que Vitrubio en el s. I a.C. catalogó 13 clases distintas. Pero eran más decorativos que efectivos. Eso sí, servían para fijar las horas de sus comidas.
¿Cómo se liberó la Humanidad del Sol?... Platón decía que el tiempo era “UNA IMAGEN EN MOVIMIENTO DE LA ETERNIDAD”. No debe pues extrañarnos la obsesión “eterna” por medir su curso.
La observación de que todo lo que fluye es o puede ser consumido por el tiempo, llevó a pensar en el AGUA, líquido fluido y maravilloso. Puede ser capturada y desde luego es más fácil de manipular que la sombra del Sol. Se le puede hacer fluir rápida o lentamente, de día y de noche, en unidades que son constantes en el ecuador o la tundra, en invierno y en verano. Así y hasta que se perfeccionó el reloj de péndulo, alrededor de 1700, el reloj más exacto fue el de agua.
Los egipcios ya lo usaron 500 años después de usar el de sol y llegaron a tener algunos muy bien calibrados. Aunque éste, el problema de la calibración, es el principal del reloj de agua.. Más sencillo hubiera sido que midiera una unidad fija e inmutable, pero tuvieron que pasar varios siglos para que el TIEMPO ABSTRACTO fuera apresado por una máquina que medía algo distinto a fragmentos de luz u obscuridad.
Fue tan importante el reloj de agua, que los romanos que compartían nuestra idea de que “el tiempo es oro” lo expresaban así: la frase “aquam dare” (dar agua)quería decir dar más tiempo a un abogado, mientras que “ aquam perderé” (perder agua) significaba perder el tiempo. Si un orador se excedía, el resto protestaba pidiendo que le quitaran “el agua” (tiempo).
Posteriormente al de agua, vino el de arena, que todos conocemos, pero que tiene el inconveniente ( sobre todo por la noche) de tener que estar pendientes para darle la vuelta en el momento exacto. Se utilizaron y utilizan mucho como símbolo de la fugacidad de la vida en los cementerios. Las primeras noticias de ellos en Europa se remonta al siglo VIII y parece que su inventor fue un monje de Chartres.
CAPÍTULO 3.- EL ORIGEN DE LA HORA IGUAL
Es sorprendente que las máquinas para medir el tiempo tardaran tanto en aparecer. Los europeos no inventaron relojes mecánicos hasta el s. XIV.
Los primeros tuvieron una finalidad religiosa y fueron en realidad DESPERTADORES para avisar a los monjes de la hora del rezo. Por tanto, no eran relojes con esfera sino que tenían un mecanismo para hacer sonar una campanilla. Eso sí, incluía el día y la noche. Las horas que habían de marcar eran las horas canónicas, unificadas en el mundo cristiano, con lo que tenemos por primera vez (1330) una “hora” de significado preciso, en todas las partes y durante todo el año. Esto supone ya una gran revolución en lo que a la medición del tiempo se refiere. Perfeccionando el invento, con el paso del tiempo, los relojes dieron los cuartos, incluso algunos tuvieron una esfera donde constaban los mismos.
En 1670 ya no era raro que los relojes tuvieran una segunda manecilla cuyos movimientos eran controlados por un péndulo. Aquí hay que hacer mención a Galileo. Según la tradición, en1583 cuando tenía 19 años y asistía a los oficios religiosos del duomo de Pisa se distrajo mirando el balanceo de la lámpara del altar. Fuera cual fuese la oscilación de la lámpara, parecía que el periodo que tardaba en ir de un extremo del arco al otro era siempre el mismo. Lo comprobó con su propio pulso y supuso una revelación tal en su vocación que abandonó los estudios de Medicina para dedicarse a la Física y las Matemáticas. Había descubierto el “isocronismo” de la oscilación del péndulo o sea que no varía según la amplitud de la oscilación, sino en razón de la longitud del péndulo. Aparte de que esto como método científico era nuevo, ya que se basaba en la observación y experimentación, abrió las puertas en el sistema de medición del tiempo. Galileo sabía que dicha medición es necesaria para calcular la longitud, imprescindible en la marina, e ideó una serie de artilugios que no fueron efectivos. Finalmente recomendó la creación de un reloj marino exacto. No tuvo tiempo de explorar esta idea, pues fue en sus últimos 10 años, en su retiro forzoso y ciego.
El problema de calcular la longitud se hizo acuciante después de un naufragio por error de cálculo en el que se hundió toda una flota inglesa en 1707. El parlamento, conmovido ofreció una gran suma de dinero a quien fuera capaz de calcular la longitud con mínimo margen de error.
El primero en postular un reloj basado en el uso de resortes y no en la gravedad fue Robert Hooke en 1685, pero no patentó el invento, cosa que sí hizo su competidor holandés Huygens. Hooke se sintió ultrajado y no sólo demostró que el invento era suyo, sino que es el autor incontestable de la LEY DE HOOKE.
El viaje de nueve semanas fue un éxito y lo realizó John Harrison. Sólo perdió 5 segundos o el equivalente en longitud 1,25 minutos. Teniendo en su poder desde mucho tiempo atrás la medición de la latitud, gracias al sextante, astrolabio.. y ahora la Longitud, el tránsito más seguro por los mares quedaba certificado.
Ahora nos queda añadir, el porqué se utiliza el sistema sexagesimal para la medición del tiempo.
Parece ser que hemos de remontarnos a la antigüedad. Los egipcios dividían su día en 24 horas temporales. Eligieron este nº porque usaban el sistema sexagesimal y 24 es múltiplo de 6 y ya se había desarrollado por los babilonios. También los egipcios fijaron su año en 360 días regulares, 12 meses de 30 días , con el añadido de 5 días al final. También distinguieron 360º en un círculo, probablemente por analogía con el circuito anual Tierra-Sol. 60, que es la 6ª parte de 360 y por consiguiente la subdivisión natural del sistema sexagesimal, se convirtió en subdivisión cómoda del círculo y también de cada grado u hora. El signo que utilizamos hoy para grado es un vestigio de la primitiva identificación del círculo con el circuito del Sol. El pequeño circulito , símbolo del grado en actualidad es la probablemente un jeroglífico del Sol.
Los primeros que recurrieron al grado para dividir el círculo fueron los babilonios y egipcios que lo empleaban en el círculo del zodiaco para señalar la distancia recorrida por el solen un día. Nuestro minuto, describía en sus orígenes la sexta parte de una fracción en el sistema babilónico de fracciones sexagesimales. Los romanos lo llamaron “pars minuta prima”. El segundo fue, en principio una abreviatura de “segundo minuto” y describía en su origen la unidad resultante de la segunda operación de subdivisión sexagesimal. Así pues, aunque inmersos en el sistema métrico decimal, seguimos siendo herederos directos de Babilonia y Egipto en lo que a los cálculos del tiempo se refiere.
Sólo me queda añadir que el reloj, como objeto de medición particular, y que hoy nos parece imprescindible, no comenzó a utilizarse hasta el siglo XIX.
BIBLIOGRAFÍA:
Miguel Martín-Albo: "Historia de Egipto"
James Reston Jr. "Galileo"
Daniel J. Boortin: "Los descubridores", tomo 1
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Ebúrnea 22/ Noviembre/ 2012
(https://plus.google.com/photos/110324137596751696623/albums/5813595893662676305/5813596134241424626)
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10 comentarios
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Casi que 100% de acuerdo. Pero me agarro a que hasta en un basurero puede nacer y crecer una flor. Por esas flores... aún salvamos al SER HUMANO. Un abrazo
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