El ser, la realidad, te fue dada, te es dada, impuesta y decretada por el nombre, la idea, (el verbo divino, al decir de todas las religiones).
Con él, te imponen la forma y el lugar, las restricciones y los limites, de tu ser decretado, del cual mirar, entender, asociar, observar, desear, amar, sufrir, sumar y restar, contar y experimentar, obedecer y responder.
En cuanto se te imponen las acciones, limitaciones y necesidades de tu forma, asilada nombrada, desvinculada de presenciar.
Se te da la forma, de relacionarte, como isla, singularidad mental, con la restante acción y fluidez de cosa, mundos de acciones y fenómenos sin nombre, en tanto esto, sin determinación.
Mientras no tengamos nombre, o el hecho de no tener nombre, implica, para este orden cosmos mental, que no existimos, no contamos, como subyacentes y faltos de realidad.
Ni para nosotros mismos, ni para el mundo mental, que nos rodea, ya que nadie se ha fijado y nos ha fijado, atado y ligado, al mundo de convenciones mentales, a una realidad simbólicamente solidificada, como alguien ubicable, palpable, ostensible, a parir del nombre, la convención significativa, espacial, temporal del mismo.
El ser nuestro, al decir de un ser mental, de cada uno de nosotros, es determinado por la mirada de quien nos ampara, mira, trae al mundo, concibe sobre la realidad, el mundo mental, simbolizado representativo, por la acción mental conceptiva del horizonte y realidad como de los objetivos y las necesidades de la lengua, que se adjetivan, objetivan atreves de la palabra, la mirada, el nombre.
Dotándosenos a partir de entonces, de un lugar, una espacialidad, una temporalidad referencial, relacionada con ese lugar y con esa forma creada y sostenida, definida por el nombre, te podrás mover con la forma, arrastrando tu nombre, llevando tu lugar, es decir con la jaula, el espacio, el lugar, originado establecido por el nombre, ser en función de ese espacio conceptual, pero no podrás violar las leyes constitutivas de lo jurídico, moverte y relacionarte con todo un mundo de cosas que escapan al nombre.
A las definiciones establecida y dadas, a las diferencias y las formas creadas y limitadas, por el mundo mental, que se adjetiva, objetiva, el mundo mental para dominar precisa captura encerrar, parcelar, fragmentar, la realidad en sus nombres, para posesionarse sobre ella en tanto que actuar, para por medio de ello poder mover usar empelar tal realidad, es un imposible poder mover, abusar, manejar y disponer de un mundo que no se pude fragmentar.
Una realidad que no se pueda dividir en una multitud de conceptos. Que no se encuentra definida ni dividida en sus nombres, que escapaba a sus definiciones, a las formas metales que se le imponen, que se vomitan y establece esparcen por la boca, se conciben y reproducen por la lengua, cuando es por ella que a la realidad se la fragmenta. Recién esto tal cosa, atrapada en su forma, limitada y reducida a su nombre, se deja domesticar, se pude someter y empelar.
Se le llama humanización, a esta limitación fragmentación de la realidad, dada y definida por nuestros dioses, padres, y nombres, ya que son nuestros padres, atrapados como tales, en su propia construcción mental, por su propio nombre, los que nos la dan, nos trasmite la herencia de su condena, los limites y las limitaciones de su pena, de su mundo y realidad, de su miseria y pobreza, cuando no las de su “riqueza”.
Cuando nos bautizan en el ser, con el nombre, este nombre, este lugar, esta realidad fragmentada, experimental que represento, y que he asumido experimentar, por la adquisición y adopción mental del y los nombres que se me dan.
Realidad mundo imaginario concebido por los términos, a la que me encuentro sometido adatado, mentalmente destinado, mentalmente subordinado limitado, ya que he tomado, asumido la realidad y las limitaciones que me son dadas, como propias, por las propiedades y las capacidades propias, atribuidas a los nombres.
Y, que me veo en la obligación de asumir, interiorizar con mi capacidades y cualidades propias, con la aceptación e incorporación como el manejo mental de mi nombre, podemos decir que el niño cuando responde a su nombre, ya perdió sacrifico su libertad renunciando a ella en la media que asume el mundo mental imaginario de su progenitores.
Es muy difícil, que un estado, o la acción mental de un estado mental, pueda manejarse y orientarse, en y sobre el mundo sin los nombres, los conceptos, los signos referenciales de todas las cosas, fragmentadas y diferenciadas por los mismos.
El desafío es si nuestra mente, pude ir y desarrollarse más allá de las limitaciones mentales establecida por los propios nombres y conceptos, dirigidos hacia todas las cosa mentalmente manejadas, creadas y definidas, social y culturalmente, por la acción productiva de la mente.
Como el desafío y el sentido de todo no es regresar al paleolítico, pero si tal vez superar esta era simbólica, no despreciándola ni abandonándola definitivamente, pienso en una subjetividad pos simbólica que alterna entre la realidad y no realidad simbólica, más compleja que la subjetividad simbólica, fuertemente determinada, que no pude funcionar operar con la discontinuidad, es decir con la inexistencia. En tanto esto nuestra singularidad funcional operacional tradicional se funda en la continuidad y linealidad simbólica como histórica.
Un saludo
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