Ley de vida
Ella le contemplaba con los brazos cruzados sobre su pecho, como si con este gesto, no dejara salir sus sentimientos. Y en efecto era así mismo. No quería demostrar lo hundida que estaba.
-Le tuvo que recordar por enésima vez, los fríos inviernos, cuando al declinar el sol la temperatura bajaba en picado, y las tuberías del agua reventaban, dejando sin agua por varios días la casa. Ya entonces la familia quiso que se fuera a vivir a otro lugar, donde estuviera más cómodo, y sobre todo donde la soledad no fuera su única compañía.
-Decidió quedarse con él, unos días dejando a su propia familia, para intentar hacerle entrar en razón.
-En un principio fue en vano. Él se aferraba a que no quería abandonar su casa, aunque no tuviera ninguna de las comodidades, que tendría en otro lugar. Quería quedarse allí con sus recuerdos
.-Era terco como una mula, y siempre había hecho su voluntad, ahora con los años, había cambiado, pero no lo suficiente, como para dejarse convencer de renunciar a su vivienda.
-Ella tuvo que recordarle, que en otros inviernos mientras tuvo a su mujer al lado, se cuidaba de poner la estufa de butano, dejando toda la ropa con la que debería vestirse junto al calor de la llama azulada, con cuidado que no se quemara, pero lo suficiente cerca para que la humedad cogida durante la noche, se secara y que su piel, y sus huesos doloridos no notaran demasiado el cambio de la temperatura nocturna.
-Y llegó un día en que no tuvo quien encendiera aquella estufa, que le devolvía parte del calor perdido.
-El calor…no solamente se perdió con aquella estufa apagada. Se perdió en la convivencia. La casa vieja y oscura aún se volvió más al quedarse solo.
-Y miraba a aquella mujer joven que se empeñaba en llevarlo a otro lugar, lejos de allí, pero donde le aseguraba estaría a todas horas acompañado, que si enfermaba acudiría enseguida un médico.
-Las palabras parecían resbalar, como gotas de aceite en una superficie lisa.
-La contemplaba mientras recogía sus pertenencias y las colocaba de manera que cupieran en una sola maleta.-No encontró las palabras exactas para detenerla
.-Emprendieron el camino hacia ese lugar, donde le aseguraba iba a ser como un paraíso, si lo compraba con lo que dejaba atrás.
-Y allí llego él, le asignaron una habitación, en la que había otra cama. Le aseguraron que era lo mejor, así no se sentiría solo y desamparado. Se fue con la promesa que semanalmente lo iría a ver.
-La vio cómo se alejaba mientras él, intentaba por todos los medios, que no se esfumara la visión de aquella casa ahora abandonada, de su estufa, esa que su mujer prendía por las mañanas para darle calor.
-Y comprendió que el calor, ese calor diferente a la llama azulada del gas, nunca más lo volvería a sentir. Apoyó la cabeza en el frío cristal de la ventana, mientras veía alejarse el coche, preguntándose si se acordaría de venir a verlo en una semana tal como le había prometido.
-Al fin y al cabo al morir su hijo, su nuera no tenía ninguna obligación de hacerlo. No existía el vínculo de sangre pensaba él.
-Neftis.
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