Resultados 1 al 6 de 6

Tema: Poesía y Música - Reflejos del Alma

  1. #1
    Forero inexperto
    Fecha de ingreso
    08 feb, 13
    Ubicación
    Bolivia
    Mensajes
    3

    Post Poesía y Música - Reflejos del Alma

    Creo que las canciones en esencia son poesías que tienen el poder de afectar mi alma a través de la música...


    Cuando estoy pasando por dificultades --y todos pasamos por ellas -- hay momentos tan duros en los que parece que definitivamente nada sale bien y que lo peor está por suceder, siento que me abandonan las fuerzas, me detengo, me quejo, y en el borde mismo de la desesperación, !clamo a Dios! ... es cuando entiendo que las verdaderas soluciones están muy por encima de mis capacidades limitadas, de mi inteligencia, de mi poder... y me rindo ante el poder infinito de Dios, me rindo ... entrego mi dolor, entrego mi necesidad ... Y espero ....


    Esta canción de Jesús Adrian Romero me ayudó mucho cuando estuve en medio del dolor y de la desesperanza:


    Esperar en ti,,
    difícil se que es
    mi mente dice "no, no es posible"
    pero mi corazón,
    confiado está en ti
    Tu siempre has sido fiel
    me has sostenido

    Y esperaré pacientemente
    aunque la duda me atormente
    yo no confío con la mente
    lo hago con el corazón


    Y esperaré en la tormenta
    aunque tardare tu respuesta
    yo confiaré en tu providencia
    tú siempre tienes el control...

  2. #2
    Forero inexperto
    Fecha de ingreso
    11 ene, 11
    Mensajes
    38

    Predeterminado Re: Poesía y Música - Reflejos del Alma

    Muchas canciones nos tocan en lo más profundo del alma!!
    Saludos!!

  3. #3
    Registrado Avatar de Caracolamarina
    Fecha de ingreso
    13 nov, 09
    Ubicación
    Buenos Aires Cap Federal. Cerca de la placita del barrio
    Mensajes
    24,399

    Predeterminado Re: Poesía y Música - Reflejos del Alma

    ALTURAS DEL MACCHU PICCHU...PABLO NERUDA



    Del aire al aire, como una red vacía,
    iba yo entre las calles y la atmósfera, llegando y despidiendo,
    en el advenimiento del otoño la moneda extendida
    de las hojas, y entre la primavera y las espigas,
    lo que el más grande amor, como dentro de un guante
    que cae, nos entrega como una larga luna.

    (Días de fulgor vivo en la intemperie
    de los cuerpos: aceros convertidos
    al silencio del ácido:
    noches desdichadas hasta la última harina:
    estambres agredidos de la patria nupcial.)

    Alguien que me esperó entre los violines
    encontró un mundo como una torre enterrada
    hundiendo su espiral más abajo de todas
    las hojas de color de ronco azufre:
    más abajo, en el oro de la geología,
    como una espada envuelta en meteoros,
    hundí la mano turbulenta y dulce
    en lo más genital de lo terrestre.

    Puse la frente entre las olas profundas,
    descendí como gota entre la paz sulfúrica,
    y, como un ciego, regresé al jazmín
    de la gastada primavera humana.

    II

    Si la flor a la flor entrega el alto germen
    y la roca mantiene su flor diseminada
    en su golpeado traje de diamante y arena,
    el hombre arruga el pétalo de la luz que recoge
    en los determinados manantiales marinos
    y taladra el metal palpitante en sus manos.
    Y pronto, entre la ropa y el humo, sobre la mesa hundida,
    como una barajada cantidad, queda el alma:
    cuarzo y desvelo, lágrimas en el océano
    como estanques de frío: pero aún
    mátala y agonízala con papel y con odio,
    sumérgela en la alfombra cotidiana, desgárrala
    entre las vestiduras hostiles del alambre.

    No: por los corredores, aire, mar o caminos,
    quién guarda sin puñal (como las encarnadas
    amapolas) su sangre? La cólera ha extenuado
    la triste mercancía del vendedor de seres,
    y, mientras en la altura del ciruelo, el rocío
    desde mil años deja su carta transparente
    sobre la misma rama que lo espera, oh corazón, oh frente triturada
    entre las cavidades del otoño.
    Cuántas veces en las calles del invierno de una ciudad o en
    un autobús o un barco en el crepúsculo, o en la soledad
    más espesa, la de la noche de fiesta, bajo el sonido
    de sombras y campanas, en la misma gruta del placer humano,
    me quise detener a buscar la eterna veta insondable
    que antes toqué en la piedra o en el relámpago que el beso desprendía.

    (Lo que en el cereal como una historia amarilla
    de pequeños pechos preñados va repitiendo un número
    que sin cesar es ternura en las capas germinales,
    y que, idéntica siempre, se desgrana en marfil
    y lo que en el agua es patria transparente, campana
    desde la nieve aislada hasta las olas sangrientas.)

    No pude asir sino un racimo de rostros o de máscaras
    precipitadas, como anillos de oro vacío,
    como ropas dispersas hijas de un otoño rabioso
    que hiciera temblar el miserable árbol de las razas asustadas.

    No tuve sitio donde descansar la mano
    y que, corriente como agua de manantial encadenado,
    o firme como grumo de antracita o cristal,
    hubiera devuelto el calor o el frío de mi mano extendida.
    Qué era el hombre? En qué parte de su conversación abierta
    entre los almacenes de los silbidos, en cuál de sus movimientos metálicos
    vivía lo indestructible, lo imperecedero, la vida?

    III

    El ser como el maíz se desgranaba en el incansable
    granero de los hechos perdidos, de los acontecimientos
    miserables, del uno al siete, al ocho,
    y no una muerte, sino muchas muertes llegaba a cada uno:
    cada día una muerte pequeña, polvo, gusano, lámpara
    que se apaga en el lodo del suburbio, una pequeña muerte de alas gruesas
    entraba en cada hombre como una corta lanza
    y era el hombre asediado del pan o del cuchillo,
    el ganadero: el hijo de los puertos, o el capitán oscuro del arado,
    o el roedor de las calles espesas:

    todos desfallecieron esperando su muerte, su corta muerte diaria:
    y su quebranto aciago de cada día era
    como una copa negra que bebían temblando.

    IV

    La poderosa muerte me invitó muchas veces:
    era como la sal invisible en las olas,
    y lo que su invisible sabor diseminaba
    era como mitades de hundimientos y altura
    o vastas construcciones de viento y ventisquero.

    Yo al férreo vine, a la angostura
    del aire, a la mortaja de agricultura y piedra,
    al estelar vacío de los pasos finales
    y a la vertiginosa carretera espiral:
    pero, ancho mar, oh muerte!, de ola en ola no vienes,
    sino como un galope de claridad nocturna
    o como los totales números de la noche.

    Nunca llegaste a hurgar en el bolsillo, no era
    posible tu visita sin vestimenta roja:
    sin auroral alfombra de cercado silencio:
    sin altos enterrados patrimonios de lágrimas.

    No pude amar en cada ser un árbol
    con su pequeño otoño a cuestas (la muerte de mil hojas)
    todas las falsas muertes y las resurrecciones
    sin tierra, sin abismo:
    quise nadar en las más anchas vidas,
    en las más sueltas desembocaduras,
    y cuando poco a poco el hombre fue negándome
    y fue cerrando paso y puerta para que no tocaran
    mis manos manantiales su inexistencia herida,
    entonces fui por calle y calle y río y río,
    y ciudad y ciudad y cama y cama,
    y atravesó el desierto mi máscara salobre,
    y en las últimas casas humilladas, sin lámpara, sin fuego,
    sin pan, sin piedra, sin silencio, solo,
    rodé muriendo de mi propia muerte.

    V

    No eras tú, muerte grave, ave de plumas férreas,
    la que el pobre heredero de las habitaciones
    llevaba entre alimentos apresurados, bajo la piel vacía:
    era algo, un pobre pétalo de cuerda exterminada:
    un átomo del pecho que no vio al combate
    o el áspero rocío que no cayó en la frente.
    Era lo que no pudo renacer, un pedazo
    de la pequeña muerte sin paz ni territorio:
    un hueso, una campana que morían en él.
    Yo levanté las vendas del yodo, hundí las manos
    en los pobres dolores que mataban la muerte,
    y no encontré en la herida sino una racha fría
    que entraba por los vagos intersticios del alma.

    VI

    Entonces en la escala de la tierra he subido
    entre la atroz maraña de las selvas perdidas
    hasta ti, Macchu Picchu.
    Alta ciudad de piedras escalares,
    por fin morada del que lo terrestre
    no escondió en las dormidas vestiduras.
    En ti, como dos líneas paralelas,
    la cuna del relámpago y del hombre
    se mecían en un viento de espinas.

    Madre de piedra, espuma de los cóndores.

    Alto arrecife de la aurora humana.

    Pala perdida en la primera arena.

    Ésta fue la morada, éste es el sitio:
    aquí los anchos granos del maíz ascendieron
    y bajaron de nuevo como granizo rojo.

    Aquí la hebra dorada salió de la vicuña
    a vestir los amores, los túmulos, las madres,
    el rey, las oraciones, los guerreros.

    Aquí los pies del hombre descansaron de noche
    junto a los pies del águila, en las altas guaridas
    carniceras, y en la aurora
    pisaron con los pies del trueno la niebla enrarecida,
    y tocaron las tierras y las piedras
    hasta reconocerlas en la noche o la muerte.

    Miro las vestiduras y las manos,
    el vestigio del agua en la oquedad sonora,
    la pared suavizada por el tacto de un rostro
    que miró con mis ojos las lámparas terrestres,
    que aceitó con mis manos las desaparecidas
    maderas: porque todo, ropaje, piel, vasijas,
    palabras, vino, panes,
    se fue, cayó a la tierra.

    Y el aire entró con dedos
    de azahar sobre todos los dormidos:
    mil años de aire, meses, semanas de aire,
    de viento azul, de cordillera férrea,
    que fueron como suaves huracanes de pasos
    lustrando el solitario recinto de la piedra.

    VII

    Muertos de un solo abismo, sombras de una hondonada,
    la profunda, es así como al tamaño
    de vuestra magnitud
    vino la verdadera, la más abrasadora
    muerte y desde las rocas taladradas,
    desde los capiteles escarlata,
    desde los acueductos escalares
    os desplomasteis como en un otoño
    en una sola muerte.
    Hoy el aire vacío ya no llora,
    ya no conoce vuestros pies de arcilla,
    ya olvidó vuestros cántaros que filtraban el cielo
    cuando lo derramaban los cuchillos del rayo,
    y el árbol poderoso fue comido
    por la niebla, y cortado por la racha.

    Él sostuvo una mano que cayó de repente
    desde la altura hasta el final del tiempo.
    Ya no sois, manos de araña, débiles
    hebras, tela enmarañada:
    cuanto fuisteis cayó: costumbres, sílabas
    raídas, máscaras de luz deslumbradora.

    Pero una permanencia de piedra y de palabra:
    la ciudad como un vaso se levantó en las manos
    de todos, vivos, muertos, callados, sostenidos
    de tanta muerte, un muro, de tanta vida un golpe
    de pétalos de piedra: la rosa permanente, la morada:
    este arrecife andino de colonias glaciales.

    Cuando la mano de color de arcilla
    se convirtió en arcilla, y cuando los pequeños párpados se cerraron
    llenos de ásperos muros, poblados de castillos,
    y cuando todo el hombre se enredó en su agujero,
    quedó la exactitud enarbolada:
    el alto sitio de la aurora humana:
    la más alta vasija que contuvo el silencio:
    una vida de piedra después de tantas vidas.

    VIII

    Sube conmigo, amor americano.
    Besa conmigo las piedras secretas.
    La plata torrencial del Urubamba
    hace volar el polen a su copa amarilla.

    Vuela el vacío de la enredadera,
    la planta pétrea, la guirnalda dura
    sobre el silencio del cajón serrano.
    Ven, minúscula vida, entre las alas
    de la tierra, mientras -cristal y frío, aire golpeado -
    apartando esmeraldas combatidas,
    oh agua salvaje, bajas de la nieve.

    Amor, amor, hasta la noche abrupta,
    desde el sonoro pedernal andino,
    hacia la aurora de rodillas rojas,
    contempla el hijo ciego de la nieve.

    Oh, Wilkamayu de sonoros hilos,
    cuando rompes tus truenos lineales
    en blanca espuma, como herida nieve,
    cuando tu vendaval acantilado
    canta y castiga despertando al cielo,
    qué idioma traes a la oreja apenas
    desarraigada de tu espuma andina?

    Quién apresó el relámpago del frío
    y lo dejó en la altura encadenado,
    repartido en sus lágrimas glaciales,
    sacudido en sus rápidas espadas,
    golpeando sus estambres aguerridos,
    conducido en su cama de guerrero,
    sobresaltado en su final de roca?

    Qué dicen tus destellos acosados?
    Tu secreto relámpago rebelde
    antes viajó poblado de palabras?
    Quién va rompiendo sílabas heladas,
    idiomas negros, estandartes de oro,
    bocas profundas, gritos sometidos,
    en tus delgadas aguas arteriales?

    Quién va cortando párpados florales
    que vienen a mirar desde la tierra?
    Quién precipita los racimos muertos
    que bajan en tus manos de cascada
    a desgranar su noche desgranada
    en el carbón de la geología?

    Quién despeña la rama de los vínculos?
    Quién otra vez sepulta los adioses?

    Amor, amor, no toques la frontera,
    ni adores la cabeza sumergida:
    deja que el tiempo cumpla su estatura
    en su salón de manantiales rotos,
    y, entre el agua veloz y las murallas,
    recoge el aire del desfiladero,
    las paralelas láminas del viento,
    el canal ciego de las cordilleras,
    el áspero saludo del rocío,
    y sube, flor a flor, por la espesura,
    pisando la serpiente despeñada.

    En la escarpada zona, piedra y bosque,
    polvo de estrellas verdes, selva clara,
    Mantur estalla como un lago vivo
    o como un nuevo piso del silencio.

    Ven a mi propio ser, al alba mía,
    hasta las soledades coronadas.
    El reino muerto vive todavía.

    Y en el Reloj la sombra sanguinaria
    del cóndor cruza como una nave negra.

    IX

    Águila sideral, viña de bruma.
    Bastión perdido, cimitarra ciega.
    Cinturón estrellado, pan solemne.
    Escala torrencial, párpado inmenso.
    Túnica triangular, polen de piedra.
    Lámpara de granito, pan de piedra.
    Serpiente mineral, rosa de piedra.
    Nave enterrada, manantial de piedra.
    Caballo de la luna, luz de piedra.
    Escuadra equinoccial, vapor de piedra.
    Geometría final, libro de piedra.
    Témpano entre las ráfagas labrado.
    Madrépora del tiempo sumergido.
    Muralla por los dedos suavizada.
    Techumbre por las plumas combatida.
    Ramos de espejo, bases de tormenta.
    Tronos volcados por la enredadera.
    Régimen de la garra encarnizada.
    Vendaval sostenido en la vertiente.
    Inmóvil catarata de turquesa.
    Campana patriarcal de los dormidos.
    Argolla de las nieves dominadas.
    Hierro acostado sobre sus estatuas.
    Inaccesible temporal cerrado.
    Manos de puma, roca sanguinaria.
    Torre sombrera, discusión de nieve.
    Noche elevada en dedos y raíces.
    Ventana de las nieblas, paloma endurecida.
    Planta nocturna, estatua dc los truenos.
    Cordillera esencial, techo marino.
    Arquitectura de águilas perdidas.
    Cuerda del cielo, abeja de la altura.
    Nivel sangriento, estrella construida.
    Burbuja mineral, luna de cuarzo.
    Serpiente andina, frente de amaranto.
    Cúpula del silencio, patria pura.
    Novia del mar, árbol de catedrales.
    Ramo de sal, cerezo de alas negras.
    Dentadura nevada, trueno frío.
    Luna arañada, piedra amenazante.
    Cabellera del frío, acción del aire.
    Volcán de manos, catarata oscura.
    Ola de plata, dirección del tiempo.

    X




    • 30

  4. #4
    Registrado Avatar de Caracolamarina
    Fecha de ingreso
    13 nov, 09
    Ubicación
    Buenos Aires Cap Federal. Cerca de la placita del barrio
    Mensajes
    24,399

    Predeterminado Re: Poesía y Música - Reflejos del Alma

    Piedra en la piedra, el hombre, dónde estuvo?
    Aire en el aire, el hombre, dónde estuvo?
    Tiempo en el tiempo, el hombre, dónde estuvo?
    Fuiste también el pedacito roto
    de hombre inconcluso, de águila vacía
    que por las calles de hoy, que por las huellas,
    que por las hojas del otoño muerto
    va machacando el alma hasta la tumba?
    La pobre mano, el pie, la pobre vida...
    Los días de la luz deshilachada
    en ti, como la lluvia
    sobre las banderillas de la fiesta,
    dieron pétalo a pétalo de su alimento oscuro
    en la boca vacía?
    Hambre, coral del hombre,
    hambre, planta secreta, raíz de los leñadores,
    hambre, subió tu raya de arrecife
    hasta estas altas torres desprendidas?

    Yo te interrogo, sal de los caminos,
    muéstrame la cuchara, déjame, arquitectura,
    roer con un palito los estambres de piedra,
    subir todos los escalones del aire hasta el vacío,
    rascar la entraña hasta tocar el hombre.

    Macchu Picchu, pusiste
    piedra en la piedra, y en la base, harapos?
    Carbón sobre carbón, y en el fondo la lágrima?
    Fuego en el oro, y en él, temblando el rojo
    goterón de la sangre?
    Devuélveme el esclavo que enterraste!
    Sacude de las tierras el pan duro
    del miserable, muéstrame los vestidos
    del siervo y su ventana.
    Dime cómo durmió cuando vivía.
    Dime si fue su sueño
    ronco, entreabierto, como un hoyo negro
    hecho por la fatiga sobre el muro.
    El muro, el muro! Si sobre su sueño
    gravitó cada piso de piedra, y si cayó bajo ella
    como bajo una luna, con el sueño!
    Antigua América, novia sumergida,
    también tus dedos,
    al salir de la selva hacia el alto vacío de los dioses,
    bajo los estandartes nupciales de la luz y el decoro,
    mezclándose al trueno de los tambores y de las lanzas,
    también, también tus dedos,
    los que la rosa abstracta y la línea del frío, los
    que el pecho sangriento del nuevo cereal trasladaron
    hasta la tela de materia radiante, hasta las duras cavidades,
    también, también, América enterrada, guardaste en lo más bajo
    en el amargo intestino, como un águila, el hambre?

    XI

    A través del confuso esplendor,
    a través de la noche de piedra, déjame hundir la mano
    y deja que en mí palpite, como un ave mil años prisionera
    el viejo corazón del olvidado!
    Déjame olvidar hoy esta dicha, que es más ancha que el mar,
    porque el hombre es más ancho que el mar y que sus islas,
    y hay que caer en él como en un pozo para salir del fondo
    con un ramo de aguas secretas y de verdades sumergidas.
    Déjame olvidar, ancha piedra, la proporción poderosa,
    la trascendente movida, las piedras del panal,
    y de la escuadra déjame hoy resbalar
    la mano sobre la hipotenusa de áspera sangre y silicio.
    Cuando, como una herradura de élitros rojos, el cóndor furibundo
    me golpea las sienes en el orden del vuelo
    y el huracán de plumas carniceras barre el polvo sombrío
    de las escalinatas diagonales, no veo la bestia veloz,
    no veo el ciego ciclo de sus barras,
    veo el antiguo ser, servidor, el dormido
    en los campos, veo el cuerpo, mil cuerpos, un hombre, mil mujeres,
    bajo la racha negra, negros de lluvia y noches,
    con la piedra pesada de la estatua:
    Juan Cortapiedras, hijo de Wiracocha,
    Juan Comefrío, hijo de estrella verde,
    Juan Piesdescalzos, nieto de la turquesa,
    sube a nacer conmigo, hermano.

    XII









    Piedra en la piedra, el hombre, dónde estuvo?
    Aire en el aire, el hombre, dónde estuvo?
    Tiempo en el tiempo, el hombre, dónde estuvo?
    Fuiste también el pedacito roto
    de hombre inconcluso, de águila vacía
    que por las calles de hoy, que por las huellas,
    que por las hojas del otoño muerto
    va machacando el alma hasta la tumba?
    La pobre mano, el pie, la pobre vida...
    Los días de la luz deshilachada
    en ti, como la lluvia
    sobre las banderillas de la fiesta,
    dieron pétalo a pétalo de su alimento oscuro
    en la boca vacía?
    Hambre, coral del hombre,
    hambre, planta secreta, raíz de los leñadores,
    hambre, subió tu raya de arrecife
    hasta estas altas torres desprendidas?

    Yo te interrogo, sal de los caminos,
    muéstrame la cuchara, déjame, arquitectura,
    roer con un palito los estambres de piedra,
    subir todos los escalones del aire hasta el vacío,
    rascar la entraña hasta tocar el hombre.

    Macchu Picchu, pusiste
    piedra en la piedra, y en la base, harapos?
    Carbón sobre carbón, y en el fondo la lágrima?
    Fuego en el oro, y en él, temblando el rojo
    goterón de la sangre?
    Devuélveme el esclavo que enterraste!
    Sacude de las tierras el pan duro
    del miserable, muéstrame los vestidos
    del siervo y su ventana.
    Dime cómo durmió cuando vivía.
    Dime si fue su sueño
    ronco, entreabierto, como un hoyo negro
    hecho por la fatiga sobre el muro.
    El muro, el muro! Si sobre su sueño
    gravitó cada piso de piedra, y si cayó bajo ella
    como bajo una luna, con el sueño!
    Antigua América, novia sumergida,
    también tus dedos,
    al salir de la selva hacia el alto vacío de los dioses,
    bajo los estandartes nupciales de la luz y el decoro,
    mezclándose al trueno de los tambores y de las lanzas,
    también, también tus dedos,
    los que la rosa abstracta y la línea del frío, los
    que el pecho sangriento del nuevo cereal trasladaron
    hasta la tela de materia radiante, hasta las duras cavidades,
    también, también, América enterrada, guardaste en lo más bajo
    en el amargo intestino, como un águila, el hambre?

    XI

    A través del confuso esplendor,
    a través de la noche de piedra, déjame hundir la mano
    y deja que en mí palpite, como un ave mil años prisionera
    el viejo corazón del olvidado!
    Déjame olvidar hoy esta dicha, que es más ancha que el mar,
    porque el hombre es más ancho que el mar y que sus islas,
    y hay que caer en él como en un pozo para salir del fondo
    con un ramo de aguas secretas y de verdades sumergidas.
    Déjame olvidar, ancha piedra, la proporción poderosa,
    la trascendente movida, las piedras del panal,
    y de la escuadra déjame hoy resbalar
    la mano sobre la hipotenusa de áspera sangre y silicio.
    Cuando, como una herradura de élitros rojos, el cóndor furibundo
    me golpea las sienes en el orden del vuelo
    y el huracán de plumas carniceras barre el polvo sombrío
    de las escalinatas diagonales, no veo la bestia veloz,
    no veo el ciego ciclo de sus barras,
    veo el antiguo ser, servidor, el dormido
    en los campos, veo el cuerpo, mil cuerpos, un hombre, mil mujeres,
    bajo la racha negra, negros de lluvia y noches,
    con la piedra pesada de la estatua:
    Juan Cortapiedras, hijo de Wiracocha,
    Juan Comefrío, hijo de estrella verde,
    Juan Piesdescalzos, nieto de la turquesa,
    sube a nacer conmigo, hermano.

    XII








    • 10


    --- Mensaje agregado ---

    [url]http://youtu.be/qDP3ZI5KBn4[/url]


    Los Jaibas

    --- Mensaje agregado ---

    [url]http://youtu.be/dxypIwtsa5k[/url]

    Los Jaibas..."""Alturas del Macchu Picchu"" Parte 2.

  5. #5
    Forero Graduado Avatar de Neftis
    Fecha de ingreso
    29 mar, 12
    Ubicación
    España (Cataluña)
    Mensajes
    932

    Predeterminado Re: Poesía y Música - Reflejos del Alma

    El poema es de los que hay leer despacio, para poder adentrarte en él, y captarlo por completo. Es precioso, y los dos videos son el complemento perfecto. Mientras los escuchaba sentía muy dentro de mí, la magnificencia de estas tierras.
    Gracias por ponerlo Caracola, he disfrutado mucho.

  6. #6
    Registrado Avatar de Caracolamarina
    Fecha de ingreso
    13 nov, 09
    Ubicación
    Buenos Aires Cap Federal. Cerca de la placita del barrio
    Mensajes
    24,399

    Predeterminado Re: Poesía y Música - Reflejos del Alma

    Neftis...cuanto me alegro que hayas disfrutado del poema del Poeta..y de los Jaibas...que son viñamarinos...Los originales son ...de una época, en que todos los conocíamos...Ya se"" fueron de gira"" dos de ellos y los reemplazaron, por gente de la familia de los que se fueron...
    Los Jaibas...un ""lujo "" chileno en la Música...
    Saludos querida amiga...Te extrañamosssssssss

Temas similares

  1. robando reflejos
    Por rapipu en el foro Poesia
    Respuestas: 4
    Último mensaje: 28/03/2007, 08:25
  2. **** RESULTADOS DEL CONCURSO DE POESIA! ****
    Por Cevastyan en el foro Poesia
    Respuestas: 13
    Último mensaje: 17/08/2005, 17:07
  3. Cicatrices del alma
    Por alcatraz en el foro De todo un poco
    Respuestas: 3
    Último mensaje: 14/09/2004, 20:18
  4. tierra santa poesia hecha musica
    Por death-power en el foro Música
    Respuestas: 0
    Último mensaje: 23/07/2004, 01:58
  5. La poesia...reflejo del alma...
    Por gabriela isabel en el foro Café Literario
    Respuestas: 2
    Último mensaje: 12/04/2004, 16:29

Etiquetas para este tema

Permisos de publicación

  • No puedes crear nuevos temas
  • No puedes responder temas
  • No puedes subir archivos adjuntos
  • No puedes editar tus mensajes
  •