Amig@s :
De vez en cuando, voy a pasear por un parque de mi ciudad, en el cual hay un lago bien bonito con patitos, gansos y otros animalitos que me gusta contemplar.
Suelo llevarles pan o galletas que desmenuzo para que les sea más fácil alimentarse. Y como ellos ya me conocen, se regocijan cuando me ven llegando con una bolsa con cuyo ruido los atraigo para que se acerquen a mí. Me siento sobre la gruesa raíz de un árbol bien frondoso, y me pongo a repartirles su comida. Poco a poco, los patos salen del agu,a y vienen hasta donde estoy yo. También vienen muchas palomas.
Y de verdad que me encanta pasar esos momentos con ellos, pues, olvido los problemas del diario vivir. No me doy cuenta del paso de los minutos. Me fascina observar su comportamiento entre sí mismos, y también para conmigo.
Entre las palomas que se me acercan, hay una o dos que son minusválidas. Perdieron la parte inferior de sus patitas a causa de algún accidente, o de alguna trampa que les pusieron para que no se colocaran sobre el borde de algún techo, con el fin de evitar que hicieran caca sobre alguna ventana o balcón ...
De verdad que me dan mucha pena cuando las veo cojeando con gran dificultad para tratar de agarrar con sus piquitos los pedacitos de pan que les doy. Las demás palomas les llevan la ventaja, ya que son más ágiles gracias a sus patas normales.
Y ahí es cuando me vuelve la Teología a la mente. Es inevitable.
La condición de esas pobres palomas que han sufrido y siguen sufriendo en su lucha por sobrevivir me mueve a misericordia. Y les doy a ellas más comidita que a las demás. Para compensar su impedimento, y porque si yo pudiera devolverles las partes que les faltan, lo haría inmediatamente, pero es cierto que yo no soy Dios; no tengo la facultad de hacer eso.
Y El, quien supuestamente la tiene, no es movido a misericordia ante el sufrimiento de Sus propias criaturitas.
¿ No les choca eso, amig@s ? Pues, a mí, sí. Y mucho.
¿ Será que algun@s tenemos más corazón que Dios ?
¡ Seguro que sí !
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