--Él parecía vivir ajeno a lo que le rodeaba.
--Y cuando empezaba a hablar no había manera de callarle.
--Estaba tan ensimismado en sus cosas, que ni cuenta se daba de lo que ocurría a su alrededor. Hablaba sin cesar de lo que tenía entre manos, sin saber si realmente su perorata, interesaba lo más mínimo, a los que escuchaban a veces más por educación, que por lo que les pudiera interesar el relato
.--En alguna ocasión me tocó a mí, soportar algo que realmente me parecía soporífero, y con buenos modales y un amago de sonrisa, de vez en cuando asentía, aunque ya hubiera perdido el asunto de la conversación, ya que había pasado de una cuestión a otra, sin apercibirse de lo pesado que podía resultar a veces.
--Él animándose a sí mismo, continuaba hablando sin estar pendiente de si al oyente le complacía aquella disertación.-Por unos momentos pensaba que si no fuera porque era el yayo de mis hijos….hubiera roto en mil pedazos, la buena educación recibida, y le hubiera parado en seco toda su verborrea.-
-Pero… que se le va a hacer, son las cosas que a veces la vida nos depara. Tener que soportar cosas, que sin ser de vital importancia llegan a molestar intensamente.
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