Antes de meterme en la cama doy una vuelta por la casa. Me aseguro que la puerta de la calle esté bien cerrada, a prueba de los que disfrutan con lo ajeno, pongo la cadena, y reviso que el gas esté cerrado, después de eso que ya se ha convertido en un ritual, me voy al dormitorio.
-A veces me cuesta dormir, y sé que poner la tele es infalible, el suave ronroneo de las voces a poco volumen, y el parpadeo de la pantalla, me producen el mejor de los somníferos, siendo además mucho más inocuos que cualquier fármaco. Supongo que el cuerpo lo agradecerá
.-Medio dormida, busco el mando y apago el televisor.
-Tengo la vana idea de soñar cosas bonitas. Esas que sólo de vez en cuando suelen ocurrir en la vida real.-Ya he dejado arrinconados todos los problemas que pudiera tener, y me digo a mi misma que, lo que tenga que ser será, y mañana tendré muchas horas para pensar en las preocupaciones, o en las cosas buenas que pueden suceder en el transcurso de las próximas horas.
-Y ahora sí, con todas estas ideas metidas dentro de mi cabeza, me relajo convencida de que mi descanso será como una bendición.
-Interiormente- y sin darme casi cuenta- le estaré dando órdenes al cerebro para que mis sueños sean de esos que al despertar, te hagan pensar que durante la noche he recorrido un camino, placentero, un camino donde todo se soluciona sin problemas. Vamos, una verdadera utopía, pero eso es lo que produce un bien estar incomparable.
Si la vida a veces nos lo niega… recurramos a los sueños.
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