De Espías
En Jerusalén un espía huye del Mossad (servicio de espionaje judío). A punto de ser capturado da vuelta en una esquina y se tropieza con una monja a la que le pide que lo esconda bajo su hábito. Cuando los agentes del Mossad se cruzan con la monja, le preguntan si ha visto a un hombre sospechoso que huye. La religiosa les responde suavemente que no ha visto a nadie, y los agentes continúan su frenética persecución. Cuando el peligro ha pasado, el espía sale de debajo del hábito de la monja y dice: “Gracias, madre, por haberme salvado de ser capturado por el Mossad.” “Lo he hecho con mucho gusto; es mi deber humano”, contesta la monja. “Ejem”, comenta el espía en voz baja, “si me permite decirlo, usted tiene unas piernas muy hermosas. ¿Notó usted el leve besito que le di en las pantorrillas?” “Pues claro que sí.” “¿Y sintió usted después mis besos fogosos en sus rodillas?” “Por supuesto.” “¿Imagino que notaría también cuando fui subiendo y le pasé mi lengua por los muslos?” “¡Ay! Sí que lo noté, sí.” “¿Y qué habría sucedido, hermana, si yo hubiera seguido subiendo y subiendo con mi lengua?” “Pues que me hubieras lamido los huevos. ¿O te crees que eres el único espía en Jerusalén?”
Marcadores