La generación de símbolos responde a la necesidad humana de conferir un sentido a la vida individual y colectiva. Un símbolo gestual (una mirada, una sonrisa, etc) puede significar más que mil palabras en muchas ocasiones. Los mensajes no verbales son muy poderosos. De todas estas cosas saben muy bien los publicistas para quienes el "logo" de una marca es fundamental. Vas por la vía pública y te encuentras con un cartel publicitario con el clásico logo de nike (la conocidísima tilde), e instantáneamente si estás prestando atención, tu mente piensa en la marca y puede imaginarse hasta un par de zapatillas. Algunos vuelan más que otros en cuanto a relaciones mentales generadas por un sencillísimo símbolo, en este caso una simple tilde horizontal.
El poder del símbolo radica en su capacidad para hacer presente una ausencia. El símbolo capta un significado, haciendo que algo se perciba más fácilmente porque está adherido a una realidad material. Presente en el mundo de lo perceptible para nuestros sentidos, el símbolo arroja un significado que trasciende los fenómenos físicos; representa objetos o realidades que no están física y sensorialmente presentes.
Cualquier práctica humana incluye una dimensión simbólica. Por ejemplo, la actividad económica: La moneda y aún más, el papel moneda, hacen las veces representativas de bienes materiales no presentes.
Pero el símbolo tiene una parte vulnerable : Su ambivalencia. El símbolo o la idea simbólica están allí, pero pueden sugerir realidades divergentes, positivas o negativas. El agua, por ejemplo, se presta a múltiples significados: Por una parte, quita la sed y favorece los sembrados; por la otra, es una fuerza que irrumpe, inunda y destruye. Como elemento de vida o de muerte, es también indeterminada en su simbolismo. Lo mismo sucede con el fuego que calienta en el hogar, pero arde y consume con furia en el incendio; el vino nos alegra, pero bebido con exceso embriaga y lleva a la locura. Los ejemplos sobran.
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