ROOST escribió :
"DIOS ES EL CREADOR de TODO"
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De lo bueno, y también de lo malo, según la Biblia. Lo que pasa es que ROOST no quiere admitirlo.
ROOST escribió :
"DIOS ES EL CREADOR de TODO"
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De lo bueno, y también de lo malo, según la Biblia. Lo que pasa es que ROOST no quiere admitirlo.
Ver también :
http://foros.monografias.com/showthr...bien+y+del+mal
Emeric, no te das cuenta de que no podemos desligar esta vida de la otra. Son dos vidas; mejor dicho, la misma vida en dos etapas.
¿Qué conoces de tu segunda etapa de la vida tras tu muerte?.
Por ejemplo:
- Una vida es mortal la otra es eterna.
- En esta vida hay enfermedad, matrimonio entre un hombre y una mujer (finalidad: procrear; entre otras cosas) etc.. en la otra no. Al ser espíritu desconoceremos por ejemplo qué es la enfermedad, qué es el matrimonio.
Puedes continuar....
Última edición por Ciro; 02/11/2014 a las 09:45
En relación con el tema de la misericordia divina y que desconoces Emeric, tiene relación con lo antes escrito por mí.
En este mundo, en esta vida puedes conseguir que tu culpa, tu tiempo de purgación de tus pecados sea más corto, sea menos doloroso. En esta vida tenemos esa posibilidad aceptando el dolor y dándolo a Cristo por el sufrimiento de toda la Humanidad, esto desaparece en la otra vida donde el tiempo de dolor y purgación de los pecados no puede redimirse; estarás el tiempo necesario de como hayan sido tus pecados ni un minuto más ni un minuto menos; aquí ese tiempo lo puedes acortar llegar a estar con Dios eternamente, en la otra vida no puedes hacer nada por tener el tiempo más corto para estar con él.
De Alguna manera, estas dos etapas de la vida están relacionadas, lo que aquí se nos comunica por la fe, tras la muerte será una realidad.
Hay tres virtudes teologales necesarias para la salvación. Una de ellas la Caridad, el amor por Dios lo manifestamos en el amor al hermano al mismo tiempo que le amamos a él, este amor ya lo conocemos, lo sentimos, ahora, dentro de nosotros; ahora las otras dos virtudes teologales, la fe y la esperanza, se harán realidad, las conoceremos, tras la muerte; sabremos que existe Dios y por lo tanto ya no habrá fe y conoceremos la esperanza de Dios en cómo seremos tratados en el Juicio universal, no la creeremos la sabremos, eso sí tras la muerte.
Por ello todo lo que suponga una manera de ofrecer nuestros sufrimientos a Cristo, para Cristo, para la salvación de todas las almas, hará posible que estemos con él acortando el tiempo y el dolor por nuestros pecados o el rastro dejado por ellos en nosotros, pues necesitaremos una purificación de ellos para estar completamente limpios ante la presencia de Dios mismo.
A esto es lo que llamamos un valor redentor de la pena, del sufrimiento, de la enfermedad que hay en el mundo y que nos toca sufrir en este mundo, a cada uno según sus posibilidades pues ninguno seremos tentados a sufrir más de lo que podamos soportar. Dios no lo permite.
El dolor está en el mundo tras el pecado original, nos otros no lo buscamos pero en cuanto entra en nuestra vida no lo rehuimos, luchamos contra él y le damos ese valor redentor que hizo posible que Dios nos perdonara a través de él, en la cruz, a toda la Humanidad.
He comentado sobre el tema de esta pregunta que has abierto Emeric. De una manera general, tragedias pasan en todas las casas incluido en la mía, o en todas las familias incluido la mía.
Emeric el tiempo que da Dios se acabó, podía haber sido más trágico o menos, eso no importa, su tiempo se acabó todos tenemos que morir, lo importante como la parábola del necio que construyó hangares para su cosecha para poder vivir más años de sus réditos y que aquella noche Dios le llamó, es vivir la vida en Amor como si el último día que uno vive es el día presente.
Otro ejemplo es la parábola de las vírgenes cuando el amado o el novio vuelve unas son necias y otras precavidas.
Este relato que pongo es del Padre Fortea:
El jefe de milicianos (http://blogdelpadrefortea.blogspot.com.es/2014/10/el-jefe-de-milicianos.html)
(http://2.bp.blogspot.com/-xGQE2bQ9igM/VEbtAVzcsTI/AAAAAAAAMP8/AQkgFPXFGq8/s1600/milicianosrisamuertos.jpg)
-Yo te puedo matar ahora mismo –y le apuntó con su pistola.
-No, no puedes.
-Te aseguro que sólo tengo que apretar este gatillo.
Negó con un gesto de la cabeza que tuviese tal posibilidad. Esa fue la gota que colmó el vaso. El miliciano apretó el gatillo. El percutor se encasquilló. Miguel estaba tranquilo. Tres veces más lo intentó y tres veces se encasquilló. Ninguna de las tres veces Miguel se alteró lo más mínimo.
-Esto no es un milagro. Simplemente mi revolver tiene un problema. Eso es todo.
-Claro, claro. No tengo la menor duda. Pero mira, para que tú tampoco tengas ninguna duda, te digo que pasado mañana morirás antes del mediodía. Tú dices que puedes matar a quien quieras, pero no me has podido matar a mí. Yo te digo que pasado mañana morirás.
-Estás loco. Rematadamente loco. No necesito un arma para acabar contigo.
Y agarrando un martillo quiso abalanzarse sobre Miguel. Pero con tal mala suerte, quizá porque estaba fuera de sí, que en la violencia de la acometida no se dio cuenta de que su macuto estaba en el suelo, junto a la mesa.
Tropezó golpeándose el hombro izquierdo en el borde de otra mesa-aparador. No sólo la mesa, todos los papeles de la mesa le cayeron encima. Hubo quejidos en el suelo. El golpe había sido tan violento que se había roto el hombro. Miguel no se había movido ni un centímetro, ni había parpadeado durante el intento de ataque.
Miguel, sin decir nada, moviendo la cabeza, se dirigió a la puerta para salir. Hector con rabia, retorciéndose de dolor en el suelo, se dirigió a él:
-¿No puedo matar? ¡Te equivocas! Mañana mandaré fusilar a más de cien detenidos.
Miguel se volvió:
-Sí, podrás matar. No a todos los que quieres, ni siquiera ese número. Pero podrás hacerlo. No a cien, por más que te empeñes. Únicamente podrás asesinar a veintinueve. Ni a uno más.
Riéndose, Hector dijo:
-¡He ganado!
-Desdichado. No les matas a ellos, te asesinas a ti definitivamente.
-Qué tontería. Tonterías. Lo único cierto en este mundo es que yo podré dar el paseo a esas veintinueve personas.
-Para ellas ha llegado su hora. Dios les llama. Con esta guerra o sin ella, sus vidas han llegado a su fin. El modo es lo de menos.
-Ya, ya. Me haces reír –murmuró entre dientes mientras se levantaba entre maldiciones-. ¿Entonces por qué permite que sea yo el que dé la orden?
-Para que se consume tu transformación. Dado que has decidido, Dios, en los cielos, ha decretado: Hágase.
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