Cuando dejó de trabajar se hizo el firme propósito de dedicar a su cuerpo unas horas. Ya no era joven y debía cuidarlo más que antes
.-- Quería hacer gimnasia a diario Unos estiramientos que no fueran demasiado fuertes para no causar problemas en su cuerpo.--Caminar…aunque fuera sin rumbo fijo.
--Se hizo una larga lista de las cosas que tendría que hacer, para no quedarse anquilosada, por la falta de ejercicio. Porque hasta el presente, tuvo que respetar unos horarios fijos, en un recorrido por la ciudad, que la obligaban a moverse aunque no tuviera ganas.
--Al cabo de seis meses de la jubilación se dio cuenta, con gran pena que no había cumplido nada de lo que tenía se había propuesto.--La única cosa quizás fuera, que se levantaba casi a la misma hora que si tuviera que ir al trabajo.-¿Y cómo pasaba el día?--Hizo un breve examen de conciencia.
--En la compra.
--En las tareas de la casa.
--En ir de tiendas, con alguna amiga.
--¿Y dónde quedaron las intenciones de la gimnasia? ¿Y las de caminar a paso ligero, para ayudar la circulación sanguínea?
--Por lo visto se quedaron en el tintero.
--Bueno, ahora ya debería decir que se le quedaron en el programa Word. Sentada y en forma de cuatro… más horas de las que quisiera.
.--Se dijo con firmeza que pasado el verano, esto tenía que cambiar y poner en práctica todos los buenos propósitos que hiciera al dejar la oficina.
--Ya sé que con este escrito no he dicho nada nuevo ni espectacular, simplemente constato un hecho casi diría que universal.
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