Amame alfredo...
Así lo canta Violeta en “La Traviata.” Siempre me ha emocionado esta parte..Sí… suena muy bien, y si encima la frase va acompañada de música, parece como si todo el cuerpo se enardeciera, al tener delante ese amor con el que tantas veces se ha soñado..No importa la edad. Ni el estatus de la pareja..Nada tiene valor exceptuando sus sentimientos..Es el amor incondicional, ese que parece estar dispuesto a llegar hasta el rincón más escondido del mundo, para complacernos. El que sabrá arrastrar las penas y prolongar las alegrías porque todo forma parte de la vida misma..No obstante existe un punto débil. Desgraciadamente la vida real, no esa de las novelas ni las ficciones, ya se encargará de truncar muchas de las ilusiones puestas en los primeros momentos de la convivencia..Se nos educó con el sentido de la rectitud hasta extremos insospechados, y la mayoría volcamos la necesidad de ese amor – que en la vida cotidiana, repito que no existe – De niñas se nos habló de príncipes azules y princesas encantadas, que despertarían al suave contacto de un beso..Hubo quien se lo creyó al pie de la letra. ¡Ilusos! .Hoy en día por suerte para todos, a los niños y preadolescentes, ya se les enseña a través de las redes sociales, que ni hay ranas que se convertirán en príncipes, ni mucho menos príncipes azules. ¡Que horror, un “Pitufo”!.Son puras patrañas, nada es cierto, la generación actual sabe que todo esto son tonterías. Ya están avisados. Pueden ver un atisbo de lo que puede ser la vida en los años sucesivos, porque ya de niños están con los pies bien anclados en el suelo..A los que tuvimos la suerte o la desgracia de nacer mucho antes…la cosa es diferente.. A veces el sonido de una música, que perfora nuestros oídos, trae consigo esa sensación que creíamos perdida en lo más hondo de nuestro subconsciente, y por unos momentos resurge ese sentimiento casi olvidado, es esa sensación extraña que nos pone melancólicos y a la vez felices. Y sin darme cuenta tarareo “Ámame Alfredo…”
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