Canto oscuro


Románicos lamentos
en muros pétreos
de caminos empedrados;
fortín en los conventos,
místicos de féretros
en huellas desgastados.


¡Clamor!... ¡Qué miedo!;
los cantos gregorianos,
en túneles los siento
por fúnebres clamados.


Ligero llega el gótico,
su abrirse de alargado,
sus bóvedas en cruce,
su apunte esquelético,
su arco apuntado,
su arbote que lo acuse
contrafuerte cimentado.


De lo estrambótico,
bello por alado
blanco en el que luce
rosetón en lo simbiótico;
órgano simbiosis en teclado,
rosa que traduce
claridad en lo simbólico,
melodía oscura del pasado.


Reformados timbres bucles
en tubos voces nos seducen
de albor en alba nota,
vidriera en vidrio brota,
y colores salen del tejado.


El humano se complica,
no se explica qué ha pasado;
ahora es canto libre,
pero sigue con la súplica,
se transforma abarrotado,
se hace un lío que lo afirme,
lo tachona con su rúbrica
y renace modernito engalanado.


Y sigue, y sigue
con su arte que prodigue,
en un intento consumirse
de eterno en lo alcanzado;
enfermo en el infierno
de sano un sigo andando,
de muerto que no existe,
de vivo viste al santo.


El ánima expande con su manto
en cuerpo que amerite
un cielo idea en mente orando;
bulo en piedra se derrite,
cuando el arte fluye de sus manos.