El buen alijo

¡Ay!, escúchame tú, que eres el Dios
de los creyentes lados, el sombrío
que da la luz, amparo del gentío
que reza aún esclavo, y que es de vos.


Te busco en fuerza, puro en un perdónanos,
que alivie del pecado, que es lo mío,
y déjanos donado el que porfío,
virtud que llamo de amo, y en ti acógenos.


Atiende nuestra rúbrica más santa,
consuela al que te sufre, y es sin tacha;
remédanos las luces... ¡Gloria al hijo!,
y gloria al padre espíritu que canta,
del agua consagrada deje alijo,
y del obrero seas puño, y hacha.