En cada bolita de papel moría una historia,
un borrador que no va a ver la luz,
una coma que retumba el inicio de otra hoja,
una masacre literaria, así le llamaría
o el Genocidio de las ideas,
quizás de las que intentaban ser ideas,
o un cuento, un poema sin reflejo, un cajón vacío
que busca llenarse de otros papeles,
de bufones sin disfraz, de caldos de pollo para el alma,
de repercusiones primas de un pasado misterioso.

Y en cada papel hay un sexo sentido,
un fetiche incontable, un beso robado que nadie reclama,
y el zafacón se llena de suspiros incómodos,
de errores que buscan su lección para poder olvidar
los placeres que les dieron vida.