RUEGA POR NOSOTROS
A veces se amontonan en nuestras cabezas imágenes de manera desordenada, preguntándome por qué será, que vengan a la memoria cosas que parecían olvidadas por completo, y por una pequeña tontería salen a la superficie.
Y así me ha sucedido en estos días de Semana Santa.
He vuelto de golpe, y sin previo aviso, casi a mi niñez. A mi escuela. Entonces los sábados por la mañana, no había clases, aunque teníamos que asistir igualmente al colegio.
Actualmente esto es impensable, la mayoría de los matrimonios tienen una segunda casa, donde pasan los fines de semana. En aquel tiempo era del todo inimaginable. Sólo unos pocos afortunados podían irse de vacaciones unos pocos días, y siempre era a casa de algún familiar más o menos cercano. Los sábados y domingos se dedicaban a visitar amigos, o simplemente a pasear por la ciudad.
Casi sin darme cuenta me he remontado a aquellos sábados, donde después de jugar un rato en el patio, subíamos en silencio hasta el último piso, que allí estaba la capilla. Era pequeña, pero ya nada más entrar parecía que el carácter se nos apaciguaba. Allí en la próxima hora, rezaríamos el rosario.
Todas muy formales íbamos repitiendo las Ave Marías. Unas con más fervor que otras.
Yo… mea culpa, he de confesar que aquellos minutos me perdía en mis fantasías. Seguro que rezaba, pero casi sin enterarme, lo hacía por inercia.
Me tenían subyugada por completo, los colores de las ventanas de cristales emplomados, representando tres momentos bíblicos. Permanecía pendiente de la manera en que esos colores al darles el sol de lleno, se reflejaban en la blanca pared del lado opuesto al ventanal. Y allí me perdía por completo. Los diferentes matices parecían cobrar vida.
Y el murmullo de las letanías, ya indicaba que el rosario estaba tocando a su fin. “Ora pro nobis” iba repitiendo, mientras pensaba que el próximo sábado podría deleitarme otra vez con la contemplación de aquel colorido, que me recordaba al arco iris.
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