AISLADA
Se aisló por completo, ya estaba harta de tener que soportar la misma situación. Oía la conversación de los demás, como si fuera el murmullo o el rumor de las aguas de una playa.
Todos alrededor de la mesa, querían dar su opinión. Intentó hacerse oír entre aquella especie de Torre de Babel, donde cada cual exponía sus opiniones.
Ella lo intentó varias veces, pero sin ningún resultado.
Los miró a todos con desdén.
Nadie se daba cuenta, de que su opinión podía tener el mismo valor, - por lo menos el mismo, se decía completamente decepcionada –
Pero nadie pareció advertir su presencia. Quizás fuera debido a que era la única mujer del grupo.
Los miró uno por uno, desde hacía tiempo que compartían muchas horas de su trabajo en la empresa, y a la hora del desayuno se juntaban para charlar un poco.
Pero hoy era diferente, sólo porque ayer el equipo de futbol local había ganado al líder. Y era como una obligación hablar del tema. Nada que no fuera eso, por lo visto tenía importancia. Era sabido por los compañeros que a ella, el deporte no le interesaba lo más mínimo.
En un arrebato puso en una bandeja lo que estaba tomando, se levantó y se buscó una mesa vacía. Que se quedaran con las estupideces futboleras.
Lo peor de todo es que nadie notó su ausencia. Los compañeros continuaron hablando pisándose las opiniones, y ella los contempló desde lejos, como si estuviera en el zoo, tras unas imaginarias jaulas. Y de pronto se sintió muy superior a todos ellos.
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