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Tema: Cinco Días en Milán

  1. #1
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    03 mar, 10
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    Predeterminado Cinco Días en Milán

    Cinco Días en Milán


    Autor Georgeone


    Primer día

    En el cementerio de Milán hay una galería de nichos bastante larga a la que se entra bajando unos cuantos peldaños. Cada poco trecho tiene un escape.

    He intentado verla varias veces pero siempre salgo por donde he entrado, sin poder cruzarla, no me deja. Se me come, me chupa el entendimiento, me convierte en un niño chico que se acaba de dar cuenta de que se ha perdido y me saca el aire.

    Mañana iré a buscar el porqué.


    Segundo día

    Acabo de volver del cementerio. A partir de aquí se puede ver la transcripción de las palabras que fui grabando en el lugar con un casete de mano, con intención de repasar después, ahora, lo que hubiese recogido y no dejárselo a la memoria. Es de mal leer por las muchas pausas:

    Clic. "Hablando solo con un cacharro. Como me vea alguien... Bueno, son... las tres y media. Bajo la escalerita... Hoy huele que alimenta, cantaba desde afuera... Como no soy como Dios manda, nunca llevo pañuelo... Sujeto el cuello de la camisa con la mano por encima de la nariz, supongo que se oirá igual... Hace un calor... Viene alguien, me salgo." Clic.

    Clic. "Me han saludado dos señoras mayores en italiano y les he respondido moviendo la cabeza con circunstancia y sonriendo inofensivamente. Es lo que tiene ser guiri... La bajita tenía el pelo morado, luego dicen de las jóvenes...

    ...Un payaso, una niña vestida de comunión y un bigote con un carabinero, dejo que esto siga grabando... me lo meto en un bolsillo del pecho...

    - Buon pomeriggio, stai alla ricerca di una persona cara?
    - Excusi io non parlo italiano...
    - Cretino mascalzone...
    - ...pero me puedo cagar en la tua mamma súbito, tontolculo.
    - Bah, turisti...

    Cómo está la tropa... me voy a callar un rato hasta que dejen de oírse sus pasos..." Clic.

    Clic. Ñiáaa... Clic. Clic. "Hay que cambiar las pilas, vaya timo." Clic. Clic. "Bueno, vamos para allá... Todo es corriente: el olor denso, el silencio... total si me callo. Las fotografías pálidas... las fechas... los ¡Mio Figlio!... los pétalos mustios por el suelo... el cubo y la fregona... el verano... Nichos vacíos... nichos llenos... más nichos... Zombis por delante... y zombis por detrás.

    - No somos zombis, somos muertos.
    - Ah, mucho mejor.
    - ¿Es que no ve usted que transparentamos?
    - Sí... pero poco.
    - Porque somos italianos.
    - Ya, entonces ¿cómo es que les entiendo?
    - Los muertos hablamos el idioma del que nos ve. ¿Acaso a Goethe le hablaban holandés o al Dante en chino?
    - No, pero es porque lo suyo era ficción.
    - Entonces esto suyo ¿qué es?
    - La realidad, ¿no?
    - Otro que no sabe dónde tiene la mano derecha, muchachos.

    - ¿Ustedes son producto de la imaginación?... es que he estado malo.
    - ¿En qué quedamos?
    - Voy a cerrar los ojos, cuando los abra no habrá aquí nadie más.
    - Jaaa, ja, ja... Acercaos a ver a este tío. Y lleva una grabadora, no os lo perdáis.
    - Apártense un poco. No atosiguen.
    - Espere, no cierre los ojos aún. Estamos aquí porque tenemos un montón de asuntos sin resolver. Peppino, los papeles... Tenga, haga el favor de darles curso. En cada carpeta está indicado lo que quiere cada uno.
    - ¿A dónde voy a ir con todo esto? No soy de aquí, ni conozco el idioma, ni sé que hacer... y pesan una tonelada.
    - Vamos, vamos, no sea ñoño. Ya se le ocurrirá algo.
    - ¿Por qué no esperan a que pase otro y se los dan a él?
    - Porque el último que pasó, lo hizo hace más de treinta años y no habíamos muerto casi ninguno. Peppino es el único que estaba aquí por aquellas fechas.
    - Por aquí pasan docenas de personas todos los días.
    - ********** que nos puedan ver, uno cada treinta años, al parecer.
    - Ya me está usted cayendo gordo.
    - Es una forma de hablar... por ir con los tiempos, ¿no se habla así ahora?
    - Voy a cerrar los ojos. Adiós.
    - Vuelva cuando quiera, nosotros estaremos por aquí.

    - Abro los ojos... ¡ya!
    - Qué juventud... Mejor dé unos cuantos pasos y acérquese hasta la salida, está ahí mismo, ¿la ve? Ande, vaya... Y no se olvide de lo mío sobre todo." Clic.

    Y esta ha sido la grabación.


    A la salida seguía en su sitio el hombre que encontré a la entrada. Sombrero de ala gris chiquitín para su cabeza y un puro bueno a medias. Gordo gordísimo, sólo se veían las patas de la silla en la que se sentaba. Me costó un trabajo ímprobo hacerle comprender que tenían una galería de muertos molestando a los turistas. Fue atentísimo y paciente con mis explicaciones, como si me entendiese incluso. Después se puso a llamar por teléfono con mucho aparato, entre aspavientos y qué vergoñas, dando a entender que estaba hablando con los marines, como poco, para que acordonaran la zona y restituyesen al punto el honor mancillado por tal infamia jamás vista antes por sus expertos ojos en su pulcro y relimpio cementerio orgullo de las Italias y más allá.
    O sea, que la conversación había terminado y que me fuera.
    Mañana cuando vuelva, si es que vuelvo, seguirán sorprendiendo a los visitantes con el mismo espectáculo. Me juego algo.

    Para empezar, está en mi poder la psicofonía más larga de la historia de la tontería. Más adelante veré qué partido le saco.

    No voy a continuar con disquisiciones sobre lo cierto o incierto que pueda ser esto, sobre si ya me he chiflado del todo y es hora de especialistas. Soy incapaz de imaginar algo así.

    Y encima de la mesa hay un montón de carpetas y tengo las grabaciones.

    Lo que me llama la atención de veras es el miedo que me daba la galería sin tener motivos para ello. Ahora ya los tengo pero ayer qué.

    Por otra parte, sería de miserables incumplir con todos esos viejecitos. Porque esto sí que es ser viejo, estar muerto. Aunque hayas muerto de niño, patapam, viejo de golpe. Te has saltado todos los pasos.

    Voy a tener que ir otra vez al cementerio, está decidido. Han depositado en mí su ilusión y no debe ser pisoteada. Lo consideraré una especie de compromiso personal con... ¿los demás?

    ¡¿Con fiambres?!

    Llevaré debajo mi camiseta de bañar al perro, por si acaso.


    Tercer día

    Esta es la grabación de hoy:

    Clic. "Probando..." Clic. Clic. "Se oye bien...

    - Ya era hora, ¿por qué ha tardado usted tanto?
    - No dije que fuese a venir.
    - ¿Se da cuenta de que podemos llegar a ser terribles?
    - Sin duda, aquí cada día huele peor.
    - Es el cadáver de Panfilo. Lo trajeron el mes pasado y está en la etapa gaseosa.
    - Vamos a salir al aire libre, aquí no puedo respirar.
    - No le conviene. Como se enteren los del patio de fuera de que tenemos un vivo no podrá marcharse nunca, se le acumularía demasiado trabajo. Cuando les vea hágase el tonto.
    - Pues entonces vamos a darnos prisa. Veamos... ¡Guillermina Calcaterra e Falcone!
    - Le dije que primero se ocupara de lo mío, ¿o no se lo dije?
    - No me lo dijo. ¿En la eternidad sigue habiendo favoritismos?
    - Sí se lo dije. Y esto no es la cola del pescado. ¡¡¡Aaarlll!!!...

    - Te has pasado con el chico.
    - Que le den por ****... Yo le vi primero, le dije que hiciese lo mío y ahora viene con pamplinas.
    - Ya vuelve en sí, anda, pídele perdón no sea que se nos quiera ir.

    - Ay, ay... ¿Cápasao?
    - Que es usted de natural asustadizo.
    - ¿Y esa triple fila de dientes llenos de baba? ¿Y esa lengua de dos palmos? Y, y, ¿y esos ojos espesos y descolgados?
    - Me he inspirado en el Alien.
    - Me largo, estoy muy ofendido... no me hacen ninguna gracia las demostraciones macabras. He vuelto por ustedes, desperdiciando mis vacaciones... pero si no se me quiere...
    - Pues ale, que esto no es un circo. Ya nos arreglaremos.

    - De eso nada, ahora no se puede ir... No escuche a mi marido, es muy mal hablado. Siempre ha sido un soberbio y un extravagante. Cuando éramos jóvenes no era malo pero con el tiempo se hijoputizó...
    - ¡Guillermina, eso no le interesa a este señor!
    - Me tenía que haber liado con el pastelero que era de familia de posibles y no con este pelagatos pero como fui tonta...
    - Sí, pero acabaste casándote conmigo así que...
    - Hasta que la muerte nos separe dijo el cura y, que yo sepa, estamos muertos. Y tú más que yo.
    - ¡Guillerma que aún no me conoces!...
    - Qué. ¿Qué vas a hacer, valiente?... Cuando me llama Guillerma es que está enfadado de verdad, no le haga caso que se le pasa enseguida, tiene mucho pronto pero luego nada.

    - Les diré lo que voy a hacer... ¡Me dirijo a todos! A ver, los de detrás devuélvanse las piernas, cada uno con las suyas... Y nada de atravesarme a la que me descuido, es asqueroso; a ustedes les hace mucha gracia pero a mí ni pizca. Ya está bien de alborotar y armar jaleo. Un poco de gravedad y de respeto por los vivos, por amor de Dios, que estamos en un lugar sagrado. Le quitan ustedes todo el misterio... ¿No les da vergüenza?

    - Se está usted excediendo, mocoso. Acaba de llegar y ya está diciéndole a todo el mundo lo que tiene que hacer.
    - Tú cállate. Estás rabiando porque me ha tocado a mí la primera.
    - No es por eso sólo. Este tío me descompone el cuerpo.
    - No voy a hacer el chiste.
    - Más te vale.
    - Vamos a escuchar lo que quiere decir el muchacho de una vez.
    - ¿Por qué? Estoy hasta aquí de él, como siga dándoselas de perdonavidas no respondo. Me lo cargo y a otra cosa.
    - Ya te cuidarás, antes tendrías que pasar por encima de mi... De mí. Y deja de usar palabras dudosas.

    - Esto... Tomémonos las cosas con calma. Les entiendo perfectamente, este sitio no es cómodo, no hay más que verlo. Estar aquí todo el día tiene que ser bastante aburrido, no hay mucho con lo que entretenerse... y estamos todos un poco nerviosos...
    - Lo estará usted. Si por mí fuese ya le habría sacado las mantecas, con mucha calma.
    - No, si, en realidad, no estoy nervioso. Lo decía por... ¡Viene alguien, disípense!" Clic.

    Y hasta aquí la segunda grabación.


    No venía nadie. Aprovechando el momento de incertidumbre salí todo lo deprisa que pude y me mezclé con un grupo de turistas finlandesas para pasar desapercibido para los residentes del patio central. Estaba tan alterado que ni siquiera hice amago de ligar.

    Estos tíos son peligrosos, sobre todo el marido de Guillermina. Qué carácter más agrio. Aún no sé como se llama. Mañana, si me deja, se lo preguntaré.

    Porque pienso volver, aunque, pensándolo bien, quizá sea mejor que tarde un poco más, hasta que se aplaquen los ánimos. Después de la huida a la espantada de hoy no sé si van a querer volver a verme. Si me presento con uno de sus casos solucionado es posible que se lo tomen mejor.

    El de Guillermina es enternecedor, dentro de su carpeta solamente hay un papelito amarillo que dice "Quiero ir al cielo, gracias" y debajo, "Guillermina".
    Esto no entra dentro de lo que puedo hacer pero estoy seguro de que ahí es donde debe estar porque alguien que es capaz de escribir algo tan cándido no puede merecer otra cosa.

    En el teatro del mundo también hay descansos. Llegan solos, no es necesario forzarlos. Sólo es preciso estar atento para no perdérselos y dejar de moverse también para no dar patinazos mientras la función esté en pausa. En esas esperas es, precisamente, donde coincidimos, ellos y yo. La galería se pasa la mayor parte del tiempo en estos intermedios, voy allí y sucede, es todo. Podría probar a traérmelos al hotel y continuar aquí la juerga pero de momento me gusta como va allí. Subo y bajo del autobús como quien hace así con los dedos, quizá por eso Guillermina haya supuesto que sé en qué puertas tocar para que le llegue su billete.

  2. #2
    Forero Experto
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    Predeterminado Re: Cinco Días en Milán

    Cuarto día

    Hoy no hay grabación, se me olvidó ***** el chisme.

    Por la mañana, mientras desayunaba en una terraza, un hombre sucio se sentó a la mesa sin mediar palabra. Era Guillermina, mi pensamiento empezó a quejarse.

    Ni se inmutó cuando me levanté y me fui. Me volví varias veces a mirar y allí seguía estando, quieta como un muerto. Como el muerto que es. Permaneció sentada un buen rato hasta que el camarero, con muy malas maneras, la echó de la mesa.

    La seguí hasta el cementerio, llevaba una marcha bastante dolorosa así que fue sencillo. Mientras subía por la escalinata le cogí del brazo y le pregunté por lo que estaba pasando. Se me abalanzó tirando puñetazos al aire con intención de acertarme, perdió el paso y se cayó rodando por las escaleras hasta abajo del todo. De no estar tan borracha se habría abierto la cabeza. Se levantó trastabillando y volvió a empezar con la subida, a medio camino, abandonó el cuerpo y se internó en el cementerio.

    El hombre sucio me miraba con los ojos abiertos de par en par.


    No estaba el hombre gris, en su silla se sentaba una señora azul. Azul... O verde Cabrales, ya no sé muy bien. Era de una piel tan fina que apenas le tapaba las venas que le corrían por la cara. Estaba cianótica perdida, daban ganas de hacerle la respiración artificial.

    Los de la galería casi me linchan, sigo vivo de milagro. Me achacaban la desaparición de Guillermina. Encontré sospechoso que, precisamente, su marido fuese quien me sacase del apuro. Antes de nada me aclaró que no tenía dónde agarrarse y que por eso iba a confiar en mí porque, si no, me iba a enterar.

    Dijo que estaba preocupado porque no había visto a su mujer desde que volvieron de las zonas lisas con un visaje adherido a las espaldas. Que su vínculo se había soltado por un cambio impreciso de filamentos de la corteza y se debía estar volviendo opaca. Que se le escapaban luces por el boquete. Que no se explicaba cómo había podido salir del cementerio dado que no está permitido y, además, lo impiden las líneas de fijación contenidas en las secciones blandas en madeja.

    No cogí ni una, pero eso es lo que dijo. Lo que sí entendí es que había que encontrar a su mujer enseguida para que la cosa no fuese a más. Fuese lo que fuese la cosa.

    Me cuidé mucho de decirle que había estado con ella y que acababa de verla entrar en el cementerio.


    La encontré sentada en un banco de la catedral, era ella en carne y hueso. Estaba más joven.

    Dijo que la culpa de lo que estaba pasando era mía por pensarla. Cuando le pregunté que si no pensaba en ella cómo iba a poder ayudarle, me contó que yo no comprendía nada ni podría hacerlo mientras no fuese consciente de que era yo mismo quien la llevaba de un lado al otro. Que estaba tomando el camino inverso. Que si no entendía la diferencia entre pensar en ella y pensarla.
    Que sí, que estaba allí, pero no en su carne y en su hueso sino en los que yo estaba fabricando con tanto llamarla.

    La imaginé reventando una Movilette oxidada a escape libre subiendo un puerto a toda leche. También probé a verla con unas gafas de **** de vaso leyendo el "segundamano", sin embargo, no hubo cambios. Por lo tanto, le dije que las novelas rosas son un género pernicioso y que no debería ponerse en peligro fantaseando con lo que dicen sin estar muy segura de tener una voluntad robusta con la que poder aferrarse a un comportamiento recto.

    Como es lógico, puso cara de estar delante de un grandísimo ********** pero yo no iba a fingir comulgar con ruedas de molino porque se le hubiera antojado a una desquiciada mujeruca fantasmagórica. Por amabilidad sí.
    Por eso le aseguré directamente que si quería que hiciese algo concreto lo haría.
    Respondió con un arrebato de coraje. Tiene una boca muy sucia que no se lleva bien con su aire angelical. Lo único que se puede extraer de lo mucho que dijo es que no necesitaba un "miserabile servo disprezzabile e ignobile" sino alguien que actuase por sí mismo que no escuchase a su marido y a sus amigotes.

    Maldecir en italiano debe ser un placer pero confundir amabilidad con servilismo es de pobres... No soy capaz de absorber tanta paponada, ni tampoco de comprender el pensar de alguien instalado en lo tenebroso. Lo que sucede en el mundo de los seres fritos no será cosa mía hasta dentro de mucho tiempo, espero.

    Cuando salimos a la calle un gracioso vació una bolsa de grano sobre nosotros. Casi se nos comen las palomas de la plaza, qué asco. Es difícil ver alguna que conserve todos los dedos. Había tantas que temí que nos llenaran de garrapatas. A Guillermina le hizo muchísima gracia, daba botes y grititos mientras se tapaba la cara con las manos. Parecía que se le fuese a desprender el **** de su sitio en cualquier momento... Es más simple que el asa de un cubo.
    Por un instante tuve la esperanza de que cuando las palomas se alejaran de ella no hubiesen dejado nada, pero no fue así. Allí continuaba tan contenta y se le había pasado de golpe lo dramático de hacía un rato.

    Comenté que era muy probable que no le fuese bien permanecer demasiado tiempo lejos del cementerio, preguntó que yo qué sabía de eso y cuando le dije que su marido me lo había dicho dejó de hablarme. Anduvimos todo el camino en silencio, fue mano de santo y en cuanto cruzamos las puertas del cementerio volvió a sus transparencias; para mí supuso un desahogo que duró hasta que avisté, desde fuera, lo que se estaba cociendo en la galería. Por hoy ya tenía bastante, la dejé en la entrada y, tras despedirme, me fui discretamente antes de que cayesen en la cuenta de mi presencia.

    Si hay algo que encuentro raro de hoy es que ya la estoy echando en falta.
    Su inocencia me desparrama.
    Es una fantasma malhablada, vieja, muerrta y, por si fuera poco, casada. Estaba guapísima.

    Para mañana no tengo ningún propósito de volver. Se me está acabando el dinero y aún no he visto bien la ciudad.


    Quinto día

    El primer monumento que he visto esta mañana ha sido la cara de Guillermina. Estaba sentada en mi cama esperando a que me despertase. No gano para sustos.
    Debía tener alrededor de veinticinco y su aspecto era sensacional. Todo en ella era exacto.

    Expelió un "Buenos días" en frío.
    Me envolví en la sábana para salir por el lado de la cama en el que no estaba ella... No quise que me viese en pijama.
    Entré en el cuarto de baño. Cerré con pestillo haciendo ruido para que se notara que lo había echado y me puse a escuchar detrás de la puerta...
    Le estaba dando la risa floja, a mí, un ataque de oírla. Es una lástima que sea un sonido irreproducible.

    Clic.

    - Tengo hambre, pídeme un desayuno.
    - Aquí es muy malo. Es mejor en la cafetería de enfrente del hotel y mucho más barato. Además ¿cómo es posible que tengas ganas de comer?
    - Tú sabrás, eres el causante de que esté aquí, te advertí que no me pensaras.
    - No empecemos con eso otra vez.
    - Soy asunto tuyo, estoy aquí porque tú lo quieres, soy como tú dices que sea, mi aspecto es el que tú imaginas, soy de carne y hueso de nuevo porque tú eres bastante corto de entendederas y tengo hambre porque son las siete de la mañana en tu reloj. Te recomiendo que no fabules igual con toda la gente de la galería porque como se presenten aquí lo vas a pasar mal de verdad y encima te va a costar una pasta, tacaño.
    - Voy a pedir el desayuno, alcánzame el teléfono.
    - Ahora ya no. Vamos al bar que dices.
    - En cuanto me vista...
    - Voy a hacer pis, no sé si sabré volver a hacerlo. Cuando salga nos vamos?
    - Bueno.

    - ¿Qué quieres?
    - Lo que están comiendo esos pero con el café más grande.
    - ¿Me cambias el sitio?
    - ¿Por qué?
    - Porque me gusta más donde estás sentada tú.
    - Vale, a mí me da igual.
    - Por eso. Voy dentro a pedir.
    - Espera, voy yo, a ti no se te entiende. ¿Tú que quieres?
    - Lo mismo.

    - Ay madre, vienen para acá Peppino y el marido de Guillermina... No me han visto... Han cambiado de acera... Se meten en el hotel...
    - Ahora viene el camarero a traérnoslo. Es el que me echó ayer... ¿Qué estabas murmurando?... Qué pena de hijo.
    - Estoy pensando que estaríamos mejor dentro. Nos está dando el sol y no se está bien.
    - No tienen aire acondicionado, se está mucho peor que aquí. Hace un calor que no sé puede soportar.
    - No importa el calor, mujer, lo que es malísimo es el sol. Sobre todo para ti que estás muy blanca... y después, cuando nos vayamos, nos dará más gusto irnos, ya verás qué bien.
    - Estás como un cencerro... ¡Espérame!

    - Vaya vaya... ¿No hace mucho calor para estar aquí?
    - ¡Qué alegría! no esperaba verles en un sitio como este... ¿Cómo van las cosas por la galería?... Tendrán más fresquito, supongo.
    - Nos han dicho en el hotel que acababas de salir con una mujer, ¿dónde está?
    - No es una mujer es una chica.
    - ¿Dónde está?
    - Ha ido al lavabo, no para.
    - No es Guillermina ¿verdad?
    - Nooo, no.
    - Pues vamos a esperar los tres aquí a que salga, siéntate.
    - Afuera se está mucho mejor, da el solecito mañanero y corre el aire, se está muy bien.
    - Cuando salga. Y si resulta que te has equivocado, sin querer, y es Guillermina, te vamos a dejar, digamos... difícil de entender.
    - ¿Por qué iba yo a decirles algo que no es? Aquí no hay quien pare de calor, ¿en serio no prefieren salir y esperar allí tomando alguna cosa?
    - Nosotros no podemos tomar nada, no nos toques más las pelotas.
    - Perdón, no me acordaba. Es que tienen ustedes hoy una apariencia sanísima... Ya veo que me tienen más confianza, ¿les puedo tratar de tú yo también?
    - No es confianza, es ausencia de respeto.

    - ¿Empiezo a hacerle algo ya?
    - En cuanto salga Guillermina. Y tú apaga la grabadora, ¿o tienes curiosidad por saber cómo gritas? Será pelmazo con el aparatito de los huevos...

    - Está apagado.
    - Trae... Clic.

    Y apreté y apreté...

    Cuando salió del lavabo una niña de quince años, el marido de Guillermina se puso a estornudar bichos sobre la mesa que corrían a esconderse patas abajo. Peppino estaba estupefacto.
    Antes de que reaccionasen, le dije que me esperase en el mostrador que enseguida iba, no fuera a ser que empezasen a fijarse bien.

    No hicieron preguntas. Dijeron que tenían que encontrar a Guillermina ellos mismos ya que yo no servía para nada y, encima, les estaba haciendo perder el tiempo miserablemente, con la prisa que llevaban. También que medio cementerio la estaba buscando por la ciudad.

    Me cebé un poco con ellos recriminándoles su desconfianza y sus formas descuidadas.

    Si no tengo el pelo blanco poco debe faltar.


    - Estás más rubita.
    - Como sigas así vas a terminar cambiando pañales. Me conformo con cómo estoy ahora.
    - Bueno... a partir de este momento depende de ti, he decidido no escribir más.
    - Escribas o no, volverás a la galería. Eso te traerá aquí.
    - Podría ser que tuvieras que esperar mucho, esto tiene pinta de ir para largo.
    - Menos que en la galería, seguro... ¿Todo lo dejas siempre a medias?
    - A medias no, casi a punto de terminar.

    - Me vas a dejar aparcada.
    - Para mí también es imprevisible.
    - La verdad es que no importa.
    - Es importante que no importe.
    - Cierra.
    - Antes podríamos darnos un abrazo...

    Esta última conversación no está grabada, es sólo un recuerdo vago.


    Y encima de la mesa sigue habiendo carpetas. Miedo me da abrirlas.

  3. #3
    Forero Experto Avatar de Avicarlos
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    Predeterminado Re: Cinco Días en Milán

    Pues sí que hallas literatura rara rebelderenegado. Lo leí de un tirón siempre aguardando descubrir a que venían las incongruencias. Si con estre quinto día, se acabó la historia, para mí que la única respuesta es un sueño.
    ¿Es que se me nota anticuado?. jajajaja

    Saludos de Avicarlos.

  4. #4
    Forero Experto
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    Predeterminado Re: Cinco Días en Milán

    Es de un coterraneo suyo, lo pubicó en una página española donde se llevar mis cuentos y este me pareció raro y entretenido, a pesar de la temática, que creo que si sucediera algo asi de verdad no andaría muy descaminado el enfoque.

  5. #5
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    Predeterminado Re: Cinco Días en Milán

    ¡¡Me encantó, el surrealismo!! De los muertos, que son ciertos y los imaginados..Los que se convierten, por medio de la imaginación en reales, pero no tanto...Los que buscan su interés ( el marido de la Guillermina ) pero ni sabe cómo hacerlo.
    Interesante ..muy interesante las maneras de comunicarse...jejejejee


    """pero con el tiempo se hijoputizó...

    - ¡Guillermina, eso no le interesa a este señor!""""

    Un relato entretenido. Leerlo y descifrarlo lo es.
    Saludos rebelde...saludines hasta la docta...desde Baires.

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