Cinco Días en Milán
Autor Georgeone
Primer día
En el cementerio de Milán hay una galería de nichos bastante larga a la que se entra bajando unos cuantos peldaños. Cada poco trecho tiene un escape.
He intentado verla varias veces pero siempre salgo por donde he entrado, sin poder cruzarla, no me deja. Se me come, me chupa el entendimiento, me convierte en un niño chico que se acaba de dar cuenta de que se ha perdido y me saca el aire.
Mañana iré a buscar el porqué.
Segundo día
Acabo de volver del cementerio. A partir de aquí se puede ver la transcripción de las palabras que fui grabando en el lugar con un casete de mano, con intención de repasar después, ahora, lo que hubiese recogido y no dejárselo a la memoria. Es de mal leer por las muchas pausas:
Clic. "Hablando solo con un cacharro. Como me vea alguien... Bueno, son... las tres y media. Bajo la escalerita... Hoy huele que alimenta, cantaba desde afuera... Como no soy como Dios manda, nunca llevo pañuelo... Sujeto el cuello de la camisa con la mano por encima de la nariz, supongo que se oirá igual... Hace un calor... Viene alguien, me salgo." Clic.
Clic. "Me han saludado dos señoras mayores en italiano y les he respondido moviendo la cabeza con circunstancia y sonriendo inofensivamente. Es lo que tiene ser guiri... La bajita tenía el pelo morado, luego dicen de las jóvenes...
...Un payaso, una niña vestida de comunión y un bigote con un carabinero, dejo que esto siga grabando... me lo meto en un bolsillo del pecho...
- Buon pomeriggio, stai alla ricerca di una persona cara?
- Excusi io non parlo italiano...
- Cretino mascalzone...
- ...pero me puedo cagar en la tua mamma súbito, tontolculo.
- Bah, turisti...
Cómo está la tropa... me voy a callar un rato hasta que dejen de oírse sus pasos..." Clic.
Clic. Ñiáaa... Clic. Clic. "Hay que cambiar las pilas, vaya timo." Clic. Clic. "Bueno, vamos para allá... Todo es corriente: el olor denso, el silencio... total si me callo. Las fotografías pálidas... las fechas... los ¡Mio Figlio!... los pétalos mustios por el suelo... el cubo y la fregona... el verano... Nichos vacíos... nichos llenos... más nichos... Zombis por delante... y zombis por detrás.
- No somos zombis, somos muertos.
- Ah, mucho mejor.
- ¿Es que no ve usted que transparentamos?
- Sí... pero poco.
- Porque somos italianos.
- Ya, entonces ¿cómo es que les entiendo?
- Los muertos hablamos el idioma del que nos ve. ¿Acaso a Goethe le hablaban holandés o al Dante en chino?
- No, pero es porque lo suyo era ficción.
- Entonces esto suyo ¿qué es?
- La realidad, ¿no?
- Otro que no sabe dónde tiene la mano derecha, muchachos.
- ¿Ustedes son producto de la imaginación?... es que he estado malo.
- ¿En qué quedamos?
- Voy a cerrar los ojos, cuando los abra no habrá aquí nadie más.
- Jaaa, ja, ja... Acercaos a ver a este tío. Y lleva una grabadora, no os lo perdáis.
- Apártense un poco. No atosiguen.
- Espere, no cierre los ojos aún. Estamos aquí porque tenemos un montón de asuntos sin resolver. Peppino, los papeles... Tenga, haga el favor de darles curso. En cada carpeta está indicado lo que quiere cada uno.
- ¿A dónde voy a ir con todo esto? No soy de aquí, ni conozco el idioma, ni sé que hacer... y pesan una tonelada.
- Vamos, vamos, no sea ñoño. Ya se le ocurrirá algo.
- ¿Por qué no esperan a que pase otro y se los dan a él?
- Porque el último que pasó, lo hizo hace más de treinta años y no habíamos muerto casi ninguno. Peppino es el único que estaba aquí por aquellas fechas.
- Por aquí pasan docenas de personas todos los días.
- ********** que nos puedan ver, uno cada treinta años, al parecer.
- Ya me está usted cayendo gordo.
- Es una forma de hablar... por ir con los tiempos, ¿no se habla así ahora?
- Voy a cerrar los ojos. Adiós.
- Vuelva cuando quiera, nosotros estaremos por aquí.
- Abro los ojos... ¡ya!
- Qué juventud... Mejor dé unos cuantos pasos y acérquese hasta la salida, está ahí mismo, ¿la ve? Ande, vaya... Y no se olvide de lo mío sobre todo." Clic.
Y esta ha sido la grabación.
A la salida seguía en su sitio el hombre que encontré a la entrada. Sombrero de ala gris chiquitín para su cabeza y un puro bueno a medias. Gordo gordísimo, sólo se veían las patas de la silla en la que se sentaba. Me costó un trabajo ímprobo hacerle comprender que tenían una galería de muertos molestando a los turistas. Fue atentísimo y paciente con mis explicaciones, como si me entendiese incluso. Después se puso a llamar por teléfono con mucho aparato, entre aspavientos y qué vergoñas, dando a entender que estaba hablando con los marines, como poco, para que acordonaran la zona y restituyesen al punto el honor mancillado por tal infamia jamás vista antes por sus expertos ojos en su pulcro y relimpio cementerio orgullo de las Italias y más allá.
O sea, que la conversación había terminado y que me fuera.
Mañana cuando vuelva, si es que vuelvo, seguirán sorprendiendo a los visitantes con el mismo espectáculo. Me juego algo.
Para empezar, está en mi poder la psicofonía más larga de la historia de la tontería. Más adelante veré qué partido le saco.
No voy a continuar con disquisiciones sobre lo cierto o incierto que pueda ser esto, sobre si ya me he chiflado del todo y es hora de especialistas. Soy incapaz de imaginar algo así.
Y encima de la mesa hay un montón de carpetas y tengo las grabaciones.
Lo que me llama la atención de veras es el miedo que me daba la galería sin tener motivos para ello. Ahora ya los tengo pero ayer qué.
Por otra parte, sería de miserables incumplir con todos esos viejecitos. Porque esto sí que es ser viejo, estar muerto. Aunque hayas muerto de niño, patapam, viejo de golpe. Te has saltado todos los pasos.
Voy a tener que ir otra vez al cementerio, está decidido. Han depositado en mí su ilusión y no debe ser pisoteada. Lo consideraré una especie de compromiso personal con... ¿los demás?
¡¿Con fiambres?!
Llevaré debajo mi camiseta de bañar al perro, por si acaso.
Tercer día
Esta es la grabación de hoy:
Clic. "Probando..." Clic. Clic. "Se oye bien...
- Ya era hora, ¿por qué ha tardado usted tanto?
- No dije que fuese a venir.
- ¿Se da cuenta de que podemos llegar a ser terribles?
- Sin duda, aquí cada día huele peor.
- Es el cadáver de Panfilo. Lo trajeron el mes pasado y está en la etapa gaseosa.
- Vamos a salir al aire libre, aquí no puedo respirar.
- No le conviene. Como se enteren los del patio de fuera de que tenemos un vivo no podrá marcharse nunca, se le acumularía demasiado trabajo. Cuando les vea hágase el tonto.
- Pues entonces vamos a darnos prisa. Veamos... ¡Guillermina Calcaterra e Falcone!
- Le dije que primero se ocupara de lo mío, ¿o no se lo dije?
- No me lo dijo. ¿En la eternidad sigue habiendo favoritismos?
- Sí se lo dije. Y esto no es la cola del pescado. ¡¡¡Aaarlll!!!...
- Te has pasado con el chico.
- Que le den por ****... Yo le vi primero, le dije que hiciese lo mío y ahora viene con pamplinas.
- Ya vuelve en sí, anda, pídele perdón no sea que se nos quiera ir.
- Ay, ay... ¿Cápasao?
- Que es usted de natural asustadizo.
- ¿Y esa triple fila de dientes llenos de baba? ¿Y esa lengua de dos palmos? Y, y, ¿y esos ojos espesos y descolgados?
- Me he inspirado en el Alien.
- Me largo, estoy muy ofendido... no me hacen ninguna gracia las demostraciones macabras. He vuelto por ustedes, desperdiciando mis vacaciones... pero si no se me quiere...
- Pues ale, que esto no es un circo. Ya nos arreglaremos.
- De eso nada, ahora no se puede ir... No escuche a mi marido, es muy mal hablado. Siempre ha sido un soberbio y un extravagante. Cuando éramos jóvenes no era malo pero con el tiempo se hijoputizó...
- ¡Guillermina, eso no le interesa a este señor!
- Me tenía que haber liado con el pastelero que era de familia de posibles y no con este pelagatos pero como fui tonta...
- Sí, pero acabaste casándote conmigo así que...
- Hasta que la muerte nos separe dijo el cura y, que yo sepa, estamos muertos. Y tú más que yo.
- ¡Guillerma que aún no me conoces!...
- Qué. ¿Qué vas a hacer, valiente?... Cuando me llama Guillerma es que está enfadado de verdad, no le haga caso que se le pasa enseguida, tiene mucho pronto pero luego nada.
- Les diré lo que voy a hacer... ¡Me dirijo a todos! A ver, los de detrás devuélvanse las piernas, cada uno con las suyas... Y nada de atravesarme a la que me descuido, es asqueroso; a ustedes les hace mucha gracia pero a mí ni pizca. Ya está bien de alborotar y armar jaleo. Un poco de gravedad y de respeto por los vivos, por amor de Dios, que estamos en un lugar sagrado. Le quitan ustedes todo el misterio... ¿No les da vergüenza?
- Se está usted excediendo, mocoso. Acaba de llegar y ya está diciéndole a todo el mundo lo que tiene que hacer.
- Tú cállate. Estás rabiando porque me ha tocado a mí la primera.
- No es por eso sólo. Este tío me descompone el cuerpo.
- No voy a hacer el chiste.
- Más te vale.
- Vamos a escuchar lo que quiere decir el muchacho de una vez.
- ¿Por qué? Estoy hasta aquí de él, como siga dándoselas de perdonavidas no respondo. Me lo cargo y a otra cosa.
- Ya te cuidarás, antes tendrías que pasar por encima de mi... De mí. Y deja de usar palabras dudosas.
- Esto... Tomémonos las cosas con calma. Les entiendo perfectamente, este sitio no es cómodo, no hay más que verlo. Estar aquí todo el día tiene que ser bastante aburrido, no hay mucho con lo que entretenerse... y estamos todos un poco nerviosos...
- Lo estará usted. Si por mí fuese ya le habría sacado las mantecas, con mucha calma.
- No, si, en realidad, no estoy nervioso. Lo decía por... ¡Viene alguien, disípense!" Clic.
Y hasta aquí la segunda grabación.
No venía nadie. Aprovechando el momento de incertidumbre salí todo lo deprisa que pude y me mezclé con un grupo de turistas finlandesas para pasar desapercibido para los residentes del patio central. Estaba tan alterado que ni siquiera hice amago de ligar.
Estos tíos son peligrosos, sobre todo el marido de Guillermina. Qué carácter más agrio. Aún no sé como se llama. Mañana, si me deja, se lo preguntaré.
Porque pienso volver, aunque, pensándolo bien, quizá sea mejor que tarde un poco más, hasta que se aplaquen los ánimos. Después de la huida a la espantada de hoy no sé si van a querer volver a verme. Si me presento con uno de sus casos solucionado es posible que se lo tomen mejor.
El de Guillermina es enternecedor, dentro de su carpeta solamente hay un papelito amarillo que dice "Quiero ir al cielo, gracias" y debajo, "Guillermina".
Esto no entra dentro de lo que puedo hacer pero estoy seguro de que ahí es donde debe estar porque alguien que es capaz de escribir algo tan cándido no puede merecer otra cosa.
En el teatro del mundo también hay descansos. Llegan solos, no es necesario forzarlos. Sólo es preciso estar atento para no perdérselos y dejar de moverse también para no dar patinazos mientras la función esté en pausa. En esas esperas es, precisamente, donde coincidimos, ellos y yo. La galería se pasa la mayor parte del tiempo en estos intermedios, voy allí y sucede, es todo. Podría probar a traérmelos al hotel y continuar aquí la juerga pero de momento me gusta como va allí. Subo y bajo del autobús como quien hace así con los dedos, quizá por eso Guillermina haya supuesto que sé en qué puertas tocar para que le llegue su billete.
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