bíblica e historia seglar.
Muchos han considerado necesario “armonizar” o “conciliar” el relato bíblico con la cronología hallada en documentos seglares antiguos. Siendo que la verdad es aquello que se ajusta a hechos y realidades, esa armonía sería fundamental, pero solo si pudiera demostrarse que los documentos seglares antiguos son inequívocamente exactos y consecuentes, una norma precisa por la cual juzgar. Ya que los críticos suelen dar menos crédito a la cronología bíblica que a la de las naciones paganas, conviene examinar algunos de los documentos antiguos de naciones y pueblos que de algún modo estuvieron relacionados con la gente y los acontecimientos registrados en la Biblia.
Entre los escritos antiguos, la Biblia se destaca como el libro histórico por excelencia. Los demás registros históricos, como los de los antiguos egipcios, asirios, babilonios, medos, persas y otros pueblos, son, en su mayor parte, incompletos, y sus albores son oscuros o míticos a todas luces. En este sentido, el documento antiguo conocido como La Lista Sumeria de Reyes comienza diciendo: “Cuando la monarquía fue bajada del cielo, la monarquía estuvo (primero) en Eridu. (En) Eridu, Alulim (llegó a ser) rey y rigió por 28.800 años. Alalgar rigió por 36.000 años. Dos reyes (así) la rigieron por 64.800 años [...]. (En) Badtibira, En-men-lu-Anna rigió por 43.200 años; En-men-gal-Anna rigió por 28.800 años; el dios Dumu-zi, pastor, rigió por 36.000 años. Tres reyes (así) la rigieron por 108.000 años”. (Ancient Near Eastern Texts, edición de J. B. Pritchard, 1974, pág. 265.)
La información extrabíblica sobre estas naciones antiguas se ha conseguido ensamblando laboriosamente datos hallados en monumentos y tablillas o en los escritos posteriores de los llamados historiógrafos clásicos del período griego y romano. Aunque los arqueólogos han recuperado decenas de miles de tablillas de arcilla con inscripciones cuneiformes asirobabilonias, así como un gran número de rollos de papiro de Egipto, en su gran mayoría se trata de textos religiosos o documentos comerciales que contienen contratos, facturas de ventas, títulos de propiedad y asuntos similares. Los escritos históricos de las naciones paganas que se han conservado en forma de tablillas, cilindros, estelas o inscripciones, además de ser comparativamente pocos, consisten en su mayor parte en relatos que glorifican a sus emperadores y narran sus campañas militares en términos grandilocuentes.
Por otra parte, el contenido histórico de la Biblia, que abarca unos cuatro mil años, es detallado y de una coherencia extraordinaria. No solo registra acontecimientos con una sorprendente continuidad desde el comienzo del hombre hasta el tiempo de la gobernación de Nehemías, en el siglo V a. E.C., sino que, además, puede considerarse que mediante el capítulo 11 de la profecía de Daniel —historia escrita por anticipado—, abarca el período comprendido entre Nehemías y el tiempo de Jesús y sus apóstoles. La Biblia presenta un relato gráfico y objetivo acerca de la nación de Israel desde su nacimiento en adelante, hablando con honradez de su fortaleza y debilidad, sus éxitos y fracasos, su adoración fiel y su caída en adoración falsa, sus bendiciones y su juicio adverso con sus calamidades.
Aunque esta honradez por sí sola no es garantía de exactitud cronológica, sí ofrece base sólida para confiar en la integridad e interés sincero de los escritores de la Biblia por producir un registro verídico.Es un hecho manifiesto que los cronistas bíblicos dispusieron de registros pormenorizados, como en el caso de los escritores del primer y segundo libro de los Reyes y de los dos libros de las Crónicas. Lo demuestran las extensas genealogías compuestas de centenares de nombres que pudieron compilar, así como la presentación objetiva y bien enlazada de los reinados de cada uno de los reyes de Judá e Israel, y la relación de estos reinados entre sí y con los de otras naciones. Los historiadores modernos aún tienen dudas en cuanto a la sucesión de ciertos reyes asirios y babilonios, incluso hasta de algunos que pertenecen a las últimas dinastías. No obstante, no existe tal incertidumbre con respecto a los reyes de Judá e Israel.
La Biblia contiene varias referencias a libros, como el “libro de las Guerras de Jehová” (Nú 21:14, 15), el “libro de los asuntos de los días de los reyes de Israel” (1Re 14:19; 2Re 15:31), el “libro de los asuntos de los días de los reyes de Judá” (1Re 15:23; 2Re 24:5), el “libro de los asuntos de Salomón” (1Re 11:41), así como numerosas referencias a otras crónicas o registros oficiales que citaron Esdras y Nehemías. Este hecho muestra que la información presentada no estaba basada en la memoria ni en la tradición oral, sino que fue fruto de una cuidadosa investigación y completa documentación. Los historiadores bíblicos también citan de documentos de estado de otras naciones, dado que algunas porciones de la Biblia se escribieron fuera de Palestina, como, por ejemplo, en Egipto, Babilonia y Persia. (Véanse ESDRAS, LIBRO DE; ESTER, LIBRO DE; LIBRO.)
Un factor que sin duda contribuyó a que se mantuviera un registro exacto del transcurso de los años —al menos mientras los israelitas guardaron fielmente la ley mosaica— fue la observancia de años sabáticos y de Jubileo, por los que podían dividir el tiempo en períodos de siete y cincuenta años. (Le 25:2-5, 8-16, 25-31.)Lo que en particular distingue a todo el registro bíblico de los escritos contemporáneos procedentes de las naciones paganas es el sentido del tiempo, no solo del pasado y del presente, sino también del futuro. (Da 2:28; 7:22; 8:18, 19; Mr 1:15; Rev 22:10.)
El elemento profético, como rasgo singular, hizo de la exactitud cronológica una cuestión de mucha más importancia para los israelitas que para otras naciones paganas, debido a que las profecías a menudo implicaban períodos de tiempo específicos. Por ser el libro de Dios, la Biblia resalta Su puntualidad en llevar a cabo Su palabra (Eze 12:27, 28; Gál 4:4) y muestra que la exactitud de Sus profecías prueba Su divinidad. (Isa 41:21-26; 48:3-7.)Es cierto que hay algunos documentos extrabíblicos que son centenares de años anteriores a las copias manuscritas más antiguas de la Biblia que se han descubierto hasta la fecha. Al estar grabados en piedra o inscritos en arcilla, estos antiguos documentos paganos pueden parecer muy impresionantes; sin embargo, esto en sí no es garantía de su exactitud ni de que estén libres de error.
Más que los materiales empleados, en cronología, como en otros campos, los factores importantes para poder confiar en su exactitud son: el escritor, su propósito, su respeto a la verdad y su devoción a los principios rectos. La gran antigüedad de esos documentos se ve desmerecida por ser su contenido de una calidad muy inferior a la de la Biblia. Los manuscritos originales de la Biblia no han sobrevivido hasta la actualidad debido a que eran de materiales perecederos, como el papiro y la vitela, por causa del continuo uso que se les dio y como consecuencia del deterioro que sufrieron por el clima de Palestina (muy diferente del seco clima de Egipto). Sin embargo, como la Biblia es el libro inspirado de Jehová, ha sido copiado cuidadosamente y conservado en su totalidad hasta nuestro día. (1Pe 1:24, 25.) La inspiración divina, por medio de la cual los historiadores bíblicos pudieron registrar sus escritos, garantiza la confiabilidad de la cronología bíblica. (2Pe 1:19-21.)El comentario del escritor de temas arqueológicos C. W. Ceram acerca de la ciencia de las fechas históricas muestra bien por qué no se debe supeditar la cronología bíblica a la seglar.
Escribió: “El joven que por primera vez se sumerge y entusiasma en el estudio de la historia antigua, se siente sobrecogido ante la seguridad con que los historiadores modernos sitúan los acontecimientos que se desarrollaron en el mundo hace miles de años. El respeto se transforma pronto en asombro a medida que se profundiza más en el estudio, cuando uno se familiariza con las fuentes históricas y ve cuán endebles, confusas o erróneas ya eran éstas en la época en que quedaron fijadas para la historia. Y eso no es todo, sino que también esos comprobantes históricos solamente han llegado hasta nosotros en forma muy fragmentaria, medio borrados por el tiempo o aun destruidos por la mano del hombre”. Luego, Ceram llama a la historia cronológica “estructura puramente hipotética” y la compara a un ‘esqueleto cronológico con bien poca cosa alrededor’. (El misterio de los hititas, Destino, 1981, págs. 128, 129.)
Esta estimación pudiera parecer extremada, pero en lo que respecta a los registros seglares, no carece de fundamento. La información que sigue muestra con claridad por qué no hay razón para dudar de la exactitud de la cronología bíblica tan solo porque ciertos registros seglares difieran de ella. Por el contrario, la cronología seglar merece una medida de confianza solo cuando está de acuerdo con el registro bíblico. Cuando se examinan los registros de las naciones paganas que se relacionaron con Israel, debería recordarse que algunas de las aparentes discrepancias de sus registros pueden deberse solo a la incapacidad de los historiadores modernos para interpretar correctamente los métodos usados en la antigüedad, tanto por los historiadores extrabíblicos como por los bíblicos. Hay que decir, no obstante, que existen muchas pruebas de descuido, inexactitud e incluso falsificación deliberada por parte de los historiadores y cronólogos paganos.
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