Morgan Robertson
CAPÍTULO I
Era el barco más grande que hubiera surcado los mares, y también el trabajo más
arduo para quienes lo habían construido. En su fabricación se vieron involucrados
cada disciplina, profesión y oficio conocidos por la civilización. En su puente
había oficiales que, aparte de ser la crema y nata de la Royal Navy, habían pasado rígidos
exámenes en lo concerniente a los vientos, mareas, corrientes y geografía marina; no eran
marinos, sino también científicos. El mismo rigor profesional fue aplicado para es*****
al personal del cuarto de máquinas, y el departamento de cocina, era prácticamente como
el de un hotel de primera categoría.
Dos bandas, dos orquestas y una compañía teatral entretenían a los pasajeros durante el
día; el bienestar corporal era atendido por un cuerpo de doctores, mientras que el
bienestar espiritual lo era por un grupo de capellanes. Un bien entrenado cuerpo de
bomberos calmaba los temores de los pasajeros más nerviosos, y añadía otra diversión al
practicar diariamente con su maquinaria.
Desde su elevado puente corrían, de forma discreta, líneas telegráficas hasta la proa, la
popa, la sala de máquinas, el nido del cuervo1
en la proa y a todas las partes del barco en
donde se trabajaba, cada línea terminando en un dial con un indicador móvil que contenía
cada orden y respuesta requerida en el manejo del enorme buque, tanto en puerto como
en alta mar, lo cual eliminaba el tortuoso esfuerzo por parte de marinos y oficiales de
gritarse órdenes y respuestas.
Desde el puente de mando, el cuarto de máquinas y una docena de lugares en su cubierta,
las noventa y dos puertas de diecinueve compartimientos estancos, podían cerrarse en
menos de un minuto moviendo una palanca. Estas puertas también podían cerrarse
automáticamente ante la presencia del agua. Aunque tuviera nueve compartimientos
inundados, el buque aún podía flotar, y como no se supiera previamente de algún
accidente de estas características, el Titán era considerado insumergible.
Construido enteramente en acero, y concebido únicamente para el tráfico de pasajeros, no
transportaba ninguna carga de combustible que amenazara con destruirlo con un posible
incendio; y siendo inmune a la demanda de espacio para carga dio a los diseñadores la
posibilidad de descartar el fondo plano, típico de una
embarcación de carga, a favor de uno oblicuo, más propio de un yate a vapor, y esto mejoraba las
prestaciones del buque en el mar. Tenía casi doscientos cuarenta y cuatro metros de
longitud, un desplazamiento de setenta mil toneladas, setenta y cinco mil caballos de
fuerza, y en el viaje de pruebas había alcanzado una velocidad de veinticinco nudos,
enfrentando feroces vientos, mareas y corrientes. En pocas palabras, era una ciudad
flotante, conteniendo dentro de sus muros de acero, todo lo necesario para atenuar los
peligros e incomodidades propios del cruce del Atlántico y todo lo necesario para
disfrutar de la vida.
Insumergible e indestructible, transportaba unos pocos botes, tal como lo exigía la ley.
Estos veinticuatro botes estaban asegurados bajo los pescantes en la cubierta superior, y
de ser necesarios, habrían dado cabida a quinientos pasajeros. No en vano llevaba
también engorrosas balsas salvavidas; pero (también por otro requerimiento de ley) en
cada una de las tres mil literas en los camarotes de los pasajeros, la tripulación, los
oficiales y también en las oficinas, había un chaleco salvavidas de corcho, mientras que,
distribuidos a lo largo de las barandas, había alrededor de veinte flotadores circulares.
En vista de su absoluta superioridad sobre cualquier otro buque, la compañía de vapores
anunció, para ser aplicado al Titán, un reglamento en el que creían formalmente algunos
capitanes, a pesar de no ser abiertamente seguido: Debería viajar a toda velocidad a
través de la niebla, las tormentas, el sol, las mareas y (en la Ruta Norte) el verano y el
invierno, por los siguientes buenos y sustanciales motivos:
Primero: si otro barco lo embestía, la fuerza del impacto se distribuiría sobre un área
más larga, si el Titán tenía un avance todo adelante 2, y el impacto mortal sería absorbido por
el otro buque.
Si el Titán era el agresor, con toda seguridad destruiría al otro, aún a media
marcha, y quizás dañaría su propia proa; mientras que a toda velocidad
cortaría al otro barco en dos sin más daño para sí que rasguños en la pintura
que se podían reparar con facilidad. En cualquier caso, como el menor de dos
males, era mejor que el casco más pequeño fuera el perjudicado.
A toda velocidad, el Titán era más fácil de llevar fuera del peligro.
En caso de una colisión mortal contra un témpano de hielo (La única cosa
flotante que el Titán no podía vencer), su proa se deformaría en menos de
unos pocos pies que a media velocidad, y se inundaría un máximo de tres
compartimientos, lo cual no importaba, teniendo seis de reserva.
De modo que se confiaba en que cuando los motores dieran su máximo esfuerzo, el vapor
Titán desembarcaría pasajeros a casi cinco mil kilómetros con la prontitud de un tren
expreso. Había batido los récords de velocidad en su viaje inaugural, pero hasta el tercer
viaje de retorno no había logrado disminuir el tiempo de viaje entre Sandy Hook y
Daunt’s Rock al límite de cinco días; y extraoficialmente se rumoreaba entre los dos mil
pasajeros que habían embarcado en Nueva York que ahora se haría un esfuerzo para
romper esa marca.
1
En los barcos de la primera mitad del S. XX, había dos mástiles principales, llamados trinquetes. Ambos tenían una cofa o sitio
de vigilancia para divisar tierra firme, témpanos u otros obstáculos, así como también a otros barcos. A este puesto se le conocía
como el nido del cuervo (N. Del T.).
2 Todo adelante: Full headway, máxima velocidad de crucero, la que se puede mantener por mas tiempo con relación a la economía de marcha y la resistencia general de la nave a ese trato.
Ahora que en pocos meses se cumplirán los cien años del hundimiento del Titanic, quise traer este extraño y premonitorio libro, que catorce años antes de la noche para recordar del 14 al 15 de abril de 1912 se publicara como una ficción posible al estilo de las de Julio Verne.
Traducción revisada y corregida por rebelderenegado desde el original en inglés
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