Una subjetividad ilimitada es una subjetividad ideal vista desde el lado que no debiera verse. Así, lo ilimitado es tenido por una preferencia a lo limitado por un argumento filosófico enteramente idealista. La única contradicción de su idea es otra idea. La dialéctica carece de valor si no tiene una preferencia, esto es, si no es a priori.

La moral, por el contrario, es primera a su idea; la moral es sustancialmente a priori. No hay ninguna idea moral misma enteramente distinta de lo que le es primero. Para que haya una idea moral, pues, debe haber primero una forma que dé cabida a lo que sólo segundamente será una idea moral.

No obstante, se debe admitir un detalle ideal de la moral: la moral no está enteramente determinada, y es la idea moral, su incertidumbre, la forma de distancia de la moral con la moral; es la moral distante, la forma que toma la moral en su ausencia.

Prueba de que hay una moral ideal es que la moral se restringe demasiado fácilmente a una moral subjetiva, la diversidad de representaciones morales de distintos sujetos. Es un prejuicio psicologista acerca de la causa ideal de la moral. En este caso, el prejuicio es falso. La psique moral y su experiencia psicológica son prejuicios de la psique acerca de cierta determinación subjetiva en forma de alguna idea moral finita. Si la idea moral fuese ilimitada su especulación carecería justamente de límite y, por tanto, no tendría forma alguna.