Larry Elliot

The Guardian


Mientras Italia se prepara para la última ronda de recortes draconianos, los dirigentes de
la zona euro deben reconocer que están sumidos en una lucha a vida o
muerte.En la película Shakespeare in Love hay una escena en la
que la reina Bess, Elizabeth I, tiene que cruzar; un charco embarrado.
En una parodia de la leyenda de Sir Walter Raleigh, ella se queda
esperando a que un cortesano arroje una capa a sus pies. Los jóvenes
tardan una eternidad en darse cuenta de lo que se espera de ellos, de
modo que rezongando enojada un -"Demasiado tarde, demasiado tarde", la
reina se embarra los pies."Demasiado tarde, demasiado tarde"
bien puede acabar siendo el epitafio sobre la lápida de la moneda única
si la tremenda crisis que se está cociendo termina en catástrofe. Y eso
es enteramente verosímil, porque mientras que en Gran Bretaña la
atención se ha centrado en el escándalo de los pinchazos telefónicos de
Rupert Murdoch, en lo que respecta a la unión monetaria la crisis se ha
hecho más profunda.La pauta ha sido familiar. Los mercado
financieros se han vuelto contra uno de los miembros débiles de la
moneda única, tirando hacia arriba del coste de financiar sus deudas. La
diferencia es que el país que se encuentra en la línea de fuego es
Italia, que contabiliza el 20; de la producción total de la zona euro,
por oposición a Grecia, que sólo representa el 3%. Italia entró en la
unión monetaria con niveles elevados de deuda nacional y se ha debatido
por convivir con las disciplinas del club. En la última década ha
perdido competitividad respecto a Alemania y ya no puede responder
devaluando la lira, que es lo que hacía regularmente cuando disponía de
su propia moneda. Como resultado, Italia es el último país en preparar
un paquete de medidas de austeridad con la esperanza de que pueda sacar
al país de sus apuros.Enfrentados a esta reciente evolución tan
preocupante, los responsables políticos de Europa, se dedican, como de
costumbre, a librar batallas de guerras pasadas. Han anunciado que hará
falta algún tipo de reestructuración de la deuda – impago sería un
término más adecuado – para ayudar a Grecia a habérselas con sus
impagables deudas. Se trata de algo que debería haberse considerado hace
meses, pero en cambio ha salido a la superficie cuando la Unión Europea
se prepara para anunciar ya los resultados de las pruebas de
resistencia de sus bancos, destinadas a mostrar la resiliencia del
sector financiero frente a los problemas.El año pasado las
pruebas resultaron tan fáciles que las pasaron todos, salvo un puñado.
de bancos. Fue como ubicar el Open de golf de esta semana en un
recorrido de "pitch-and-putt" [un golf de menores dimensiones]. Este año
el reto ha sido más exigente y muchos bancos – un 25% o más según los
últimos rumores; fracasarán. Europa tiene un problema de deuda
soberana que se extiende y hace la vida más difícil a los bancos y a los
políticos vacilantes que han demostrado no estar a la altura del
trabajo.En esta peligrosa coyuntura no se puede ganar mucho
diciendo que la unión monetaria ha sido siempre una idea ridícula.
Tampoco sirve de ayuda llorar por el hecho de que los arquitectos de la
moneda única dejaran el edificio a medio construir cuando proporcionaron
a Europa un banco central pero no un ministerio de finanzas. La
cuestión es si los responsables políticos de Europa pueden arreglárselas
con los poderes e instituciones de las que actualmente disponen. Para
tener siquiera una oportunidad de luchar, los responsables políticos
tienen que caer en la cuenta de que están implicados en una lucha a vida
o muerte. Una vez que se den cuenta de ello, acaso puedan congregarse
en torno a una solución colectiva que por primera vez les permita la
perspectiva de ponerse por delante en la partida.¿En qué
consistiría esta solución colectiva? El Banco Central Europeo debería
mostrarse abiertamente activo en el mercado financiero, comprando deuda
de aquellos países bajo presión. Con ello se daría la impresión de que
se estás haciendo algo respecto al problema, en lugar de hablar
simplemente de hacer algo respecto al problema. La confianza es crucial,
y se está agotando con rapidez en el momento presente. El
siguiente paso consistiría en permitir que determinados países
convirtieran parte de su deuda nacional en bonos de la UE. Con ello se
reducirían los costes de financiar sus deudas para países como Grecia,
Portugal e Italia, aunque eso significaría costes más altos en los
préstamos para aquellos países – como Alemania – en los que las tasas de
interés están actualmente por debajo de la media de la zona euro.
También significaría pérdidas para los tenedores de bonos, pero no tan
grandes como las pérdidas a las que se enfrentarían si la moneda única
se diera un planchazo.Políticamente, esto puede resultar duro a
la hora de venderlo, en parte porque puede que la opinión pública
alemana no lo tolere bien, y en parte porque suena como una vía por la
puerta de atrás hacia un Estado europeo. Stuart Holland, el economista y
antiguo diputado laborista, ha elaborado un plan, que salvaría estas
objeciones: afirma que no hace falta que los bonos de la EU sean objeto
de transacción, decidiendo los ministros de la zona euro la tasa de
interés, en lugar de los mercados. Aparte, afirma que el Fondo de
Inversión Europeo debería emitir nuevos bonos negociables que sufragaran
proyectos en expansión de infraestructuras por toda la zona de la
moneda única.Aun asumiendo que estas ideas se acojan como
factibles, puede que Europa no esté lista para sugerencias tan
radicales. Una solución colectiva resultaría costosa: algunas
estimaciones ponen una etiqueta con un precio de 2 billones de euros.
Los responsables políticos pueden mostrarse reacios a la vista del
coste. Puede que prefieran agarrarse al actual mantra, de la austeridad,
austeridad y más austeridad, pero están jugando al desastre si hacen
eso.
En privado, algunos altos banqueros andan diciendo que es cosa de
días lo que tiene Europa para actuar conjuntamente antes de que una
implosión de la moneda única desencadene una segunda fase de la crisis
financiera global.

Que quede claro: si esto llegara a ocurrir, haría que la recesión de 2008-09 pareciera suave por comparación.

Elliott dirige la sección de economía del diario británico The Guardian
y es coautor, junto a Dan Atkinson, de "The Gods That Failed: How the
Financial Elite Have Gambled Away Our Futures" Vintage,
"Divinidades fallidas: Cómo la élite financiera se ha jugado nuestro futuro".

Es duro tener que tomar la misma deteminación del Japón pero con respecto al capitalismo, que es tan inviable hoy como lo son los cancerosos reactores nucleares, a los que han tardado décadas en reconocer, definitivamente, como letales.

¿Que esperan?