JEHOVÁ Dios desea que el hombre conozca y utilice Su nombre. Esto se desprende con claridad del hecho de que Él reveló Su nombre a las mismas primeras dos personas de la Tierra. Sabemos que Adán y Eva estaban familiarizados con el nombre de Dios, porque, según el texto hebreo original, después que Eva hubo dado a luz a Caín dijo: “He producido un hombre con la ayuda de Jehová”. (Génesis 4:1.)
Posteriormente leemos que hombres fieles como Enoc y Noé ‘anduvieron con el Dios verdadero’ (Génesis 5:24; 6:9). Por eso, ellos también tienen que haber conocido el nombre de Dios. El nombre sobrevivió al gran Diluvio con el hombre justo Noé y su familia. A pesar de la gran rebelión que estalló algún tiempo después en Babel, los siervos verdaderos de Dios siguieron utilizando Su nombre. Aparece centenares de veces en las leyes que Dios suministró a Israel. En tan solo el libro de Deuteronomio aparece 551 veces.
Es patente que en los días de los jueces los israelitas no vacilaban en usar el nombre de Dios. Hasta lo utilizaban al saludarse unos a otros. Leemos (en el hebreo original) que Booz saludó a los segadores de su campo con la expresión: “Jehová esté con ustedes”. Ellos respondieron a su saludo diciendo: “Jehová te bendiga”. (Rut 2:4.)
Durante toda la historia de los israelitas hasta su regreso a Judá después de su cautiverio en Babilonia, el nombre de Jehová continuó en uso común. El rey David, un hombre agradable al propio corazón de Dios, utilizó extensamente el nombre divino... aparece centenares de veces en los salmos que escribió (Hechos 13:22). El nombre de Dios también fue incorporado en muchos nombres personales israelitas. Así, leemos de Adonías (“Mi Señor Es Jah” [“Jah” es una forma abreviada de Jehová]), Isaías (“Salvación de Jehová”), Jonatán (“Jehová Ha Dado”), Miqueas (“¿Quién Es Como Jah?”) y Josué (“Jehová Es Salvación”).
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