Lo primero que quiero dejar claro es que este post no es un intento de desprestigiar o desacreditar a los testigos cristianos de Jehová, todo lo contrario, mis sentimientos hacia ellos son de reconocimiento, aprecio, simpatía y gratitud, por cuanto fueron ellos los que encendieron la llama de la fe en mi corazón y me acercaron a Dios, a través de su profecía (la de los siete tiempos) y de su ejemplo de vida; a través de ellos conocí lo que era la fe verdadera y renació en mi corazón la esperanza de una nueva humanidad y de un nuevo mundo.
La nueva visión de la profecía de los siete tiempos (profecía que por otro lado me parece brillante) se basa en aplicar el cómputo de años del que habla la profecía según la cronología oficial y no la cronología adaptada que utilizan los testigos. La Watchtower adelanta la fecha de la destrucción de Jerusalén del 587 a.C. al 607 a.C. por una interpretación equivocada de Jeremías 25:11.
Pero vayamos a la profecía que es lo que nos interesa en estos momentos y posteriormente, en otras respuestas podremos aclarar las interpretaciones a las citas bíblicas que mencionan los 70 años de cautiverio babilónico.
Daniel era un joven judío de familia noble, talentoso y bien educado, que fue llevado cautivo a Babilonia por Nabucodonosor en el año 605 a.C.; después de tres años de formación, fue nombrado consejero político de Nabucodonosor, rey de Babilonia. Según la Biblia, Daniel fue utilizado por Dios para la interpretación de sueños, señales y visiones.
Una vez, Nabucodonosor tuvo el sueño de un árbol inmenso que era visible hasta la extremidad de la tierra y que suministraba alimento y cobijo para todos; pero Dios ordenó que el árbol fuera cortado, dejando su tronco y raíces atados con atuduras de hierro y cobre, los dos metales más fuertes de aquel tiempo, para que así permaneciera durante “siete tiempos” (Daniel 4:10-17). En la interpretación del sueño, Daniel explicó que el árbol representaba a Nabucodonosor y su grandeza; él sería “cortado” o rebajado y pasarían “siete tiempos” durante los cuales Nabucodonosor sería como las bestias del campo; pero como el árbol no fue destruído completamente, después de los “siete tiempos” el rey sería restaurado (Daniel 4:19-27). Y efectivamente, así ocurrió; Nabucodonosor se volvió loco y durante siete años estuvo comiendo vegetación como una bestia en el campo y el pelo y las uñas le crecieron como a los animales (Daniel 4:31-33). Finalmente, Nabucodonosor recobró el juicio y fue restaurado a su dignidad real.
Pero este sueño tiene otra interpretación, mucho más trascendente y que guarda relación con nuestro tiempo. El árbol representa el reino de Dios en la tierra, es decir, Israel y sus reyes a través de los cuales Dios ejerció soberanía en la tierra durante varios siglos; esta soberanía de Dios a través de la línea de reyes de Israel sería “cortada” y a partir de entonces reinos “gentiles” o mundanos dominarían la tierra durante “siete tiempos”; pero como el tronco y sus raíces fueron protegidos con ataduras de hierro y cobre, al fin de los “siete tiempos” el reino de Dios en la Tierra renacería de nuevo. Evidentemente, en esta segunda interpretación, los “siete tiempos” no son siete años; la Biblia dice que tres tiempos y medio son 1.260 días (Revelación 12:6,14), por lo tanto “siete tiempos” sería el doble, es decir, 2.520 días; aplicando la pauta bíblica de “un día por un año” (Números 14:34; Ezequíel 4:6) resultan 2.520 años. El fin de la gobernación de Dios en la tierra sucedió en 587 a.C., cuando Nabucodonosor destruyó Jerusalén y capturó al último rey judío Sedequías; por tanto, durante “siete tiempos”, es decir, 2.520 años, gobiernos mundanos han dominado la tierra y en 1.934 (transcurridos 2.520 años desde el 587 a.C.) el reino de Dios fue restaurado y Jesús fue coronado rey en el cielo (Daniel 4:17). Revelación 12:7-12 muestra que tan pronto como Jesús recibiera el reino, Satanás y sus ángeles demoníacos serían expulsados del cielo y arrojados a la tierra, lo cual supondría muchas calamidades para la tierra “durante un corto período de tiempo” (Revelación 12:12). En agosto de 1.934, después de asesinar a todos sus adversarios políticos en la “Noche de los cuchillos largos” y despúes de fallecer el presidente del Reich Hindenburg, Hitler se hizo con el poder total en Alemania y fue aclamado como “Mesías” por la ciudadanía alemana. Si en 1.934 Dios coronaba rey a Jesús en el cielo, Satanás coronaba a Hitler en la tierra. El resultado fue el inicio de las “calamidades” que predice la Biblia: el genocidio de seis millones de judíos y la instauración del gobierno del odio en la tierra, que gracias a Dios no llegó a tener pleno éxito.
Podríamos estar, por tanto, en ese “corto período de tiempo” que precide Revelación, al final del cual el Diablo tiene que ser apresado y arrojado al abismo durante 1.000 años (Revelación 20:1-3). ¿Cuánto puede durar ese “corto período de tiempo”?
En 587 a.C. el rey de Babilonia Nabucodonosor invadió Jerusalén, tras 2 años de asedio y forzada por el hambre; gran parte de la ciudad fue reducida a cenizas, destruyó el palacio real y el templo, ejecutó a funcionarios, sacerdores, secretarios, etc., llevó al cautiverio de Babilonia a gran parte de la población y demostró su crueldad asesinando a los hijos del rey judío Sedequías en su presencia, sacándole a éste los ojos y llevándoselo encadenado a Babilonia (2 Reyes 25:3-7). El pueblo judío y los pueblos de alrededor estuvieron bajo el yugo del rey de Babilonia setenta años (Jeremías 25:8-11), hasta que Ciro el rey de Persia conquistó la ciudad de Babilonia en 539 a.C.; aprovechando un banquete orgiástico que el rey de Babilonia Belsasar organizó para su corte y que se extendió a sus habitantes, las tropas de Ciro entraron en la ciudad y la tomaron sin apenas resistencia ni derramamiento de sangre; Ciro entró en la ciudad y colocaron ramitas verdes delante de él; se presentó como enviado de Dios y liberó a los judíos, facilitándoles el regreso a Jerusalén y la reconstrucción del templo (Esdras 1:1-4). Trasladando estos acontecimientos a nuestra época, podemos ver a Nabucodonosor como representación del Diablo, a los judíos como a los cristianos de hoy día, a Ciro como Jesucristo en su segunda venida a la tierra y el marco geográfico de las Babilonia, Siria y Palestina antiguas como la tierra en la actualidad; de esta manera los “setenta años” de dominio babilónico (desde la derrota en Harán del último rey asirio Asur-ubalit II en el 609 a.C. a manos de los babilonios, que supuso el fin del imperio asirio, hasta la caída de Babilonia en el 539 a.C. a manos de Ciro rey de Persia) podrían ser el “corto período de tiempo” del que dispone el Diablo desde que fue arrojado a la tierra en 1.934.
Por otro lado, en el capítulo 24 de Mateo, Jesús predice los sucesos que ocurrieron en el 70 d.C. cuando los ejércitos romanos comandados por el general Tito rodearon y destruyeron Jerusalén, al adelantar a sus discípulos que el templo sería destruido y advertirles que al ver a “la cosa repugnante que causa desolación” (el ejército romano) echaran a huir a las montañas y que no regresaran porque habría “una gran tribulación”. Cuando los discípulos le preguntan cuándo sucederían estas cosas y cual sería la señal de su presencia, Jesús dice: “Porque estas cosas tienen que suceder...” (guerras, hambres, terremotos, gran tribulación, etc.), “...mas todavía no es el fin...", "Todas estas cosas son principio de dolores de aflicción.”. Estas cosas se pueden considerar como características de los últimos tiempos que conducen a su llegada, pero no se refiere directamente a la señal de su venida hasta el versículo 30 donde hace mención al oscurecimiento del sol y la luna, a la caída de las estrellas, a su venida en las nubes con los ángeles, y a un gran sonido de trompeta. Y entonces aparecerá “en el cielo la señal del Hijo del hombre”. Después, Jesús dice: "Así también ustedes, cuando vean suceder estas cosas, sepan que el reino de Dios está cerca". En el versículo 34 Jesús afirma: “En verdad les digo que de ningún modo pasará esta generación hasta que sucedan todas estas cosas”. Si entendemos que la expresión “generación” comprende la duración de un ser humano de término medio, las palabras del Salmo 90:10 aclaran la duración de una generación: "En sí mismos los días de nuestros años son setenta años; y si debido a poderío especial son ochenta años." Así, 70 u 80 años es el término medio actual de una generación. La profecía de Jesús tiene dos cumplimientos: primero, en los años de su generación hasta la destrucción de Jerusalén en el 70 d.C.; segundo, un cumplimiento mayor en este “tiempo del fin” desde 1934. De esta manera, 70-80 años desde 1934 nos llevan al 2004-2014, periodo en el que la generación que vivió el entronamiento de Hitler y el genocidio del pueblo judío podría ver también la señal de la presencia de Cristo y su segunda venida a la tierra, esta vez no como “cordero para sacrificio”, sino como rey que ha de implantar un gobierno de 1.000 años tras la batalla de Armagedón (Revelación 20:6). Pero la llegada de Jesús tiene que producirse de manera inesperada y en un momento en el que se esté diciendo en el mundo “¡Paz y seguridad!”, como así lo predice 1 Tesalonicenses 5:2-3: “Porque ustedes mismos saben bastante bien que el día de Jehová viene exactamente como ladrón en la noche. Cuando [los hombres] estén diciendo: “¡Paz y seguridad!”, entonces destrucción repentina ha de sobrevenirles instantáneamente…”; por lo tanto, si en algún momento hasta final del 2014 se produjera una situación así, estemos atentos a las “señales en el cielo” de las que habla el evangelio de Mateo y preparados para invocar el nombre de Jehová, “porque todo el que invoque el nombre de Jehová será salvo” (Joel 2:32, Romanos 10:13).
Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras de ningún modo pasarán” (Mateo 24:35). Los cielos y la tierra actuales están reservados para fuego (2 Pedro 3:7), pero no hay que tener temor, porque hay “nuevos cielos y nueva tierra donde la justicia habrá de morar” (2 Pedro 3:13).
“¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos… Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado” (Revelación 21:3-4).
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