Se acerca con pasos largos,
pero a la vez quedados,
se acerca en un sin fin de trancos
ese momento tan aguardado.
Carga con mil cuestiones,
con tantos dolores, angustias y penas,
carga con ilusiones, con incógnitas escondidas entre letras;
carga sobre todo, cuando no tiene que cargar...
Me tomo un momento para pensar, para orar
tanta maraña encausada que no deja de litigar,
tantas cosas, tantos miedos,
tanto... que al fin se pierde el tiempo.
Despliega mi mente mil razonamientos,
mil soluciones, especulaciones, comentarios al margen
resoluciones, explicaciones,
tanto... y de ello nada obtiene.
Me siento un momento, tomo aire y me olvido
ya no pienso, sino que siento;
Me atrevo a escuchar la voz amiga...
Esa que no indica, sino que anima...
Cuanto se extraña y anhela a esos seres que colmaron la existencia,
cuato se teme a los que señalan y condenan;
cuanto se hace,
cuando no se hace otra cosa más que lo que se tiene que hacer.
Y consiste nuestro fin último,
nada más que en vivir,
en ser feliz, en dejar huella en el camino,
huella testigo de la presencia, esa que es fundamental.
Pero pasamos nuestra vida ausentes,
absortos en otro estado, en otro mundo, en el futuro...
Ese señor que siempre esperamos,
pero que nunca llega, no acelera paso.
Dejamos de conversar con el presente,
más le preguntamos al pasado por el futuro,
pero a ese que se encuentra al lado mirándonos
lo tenemos sin cuidado...
¡Pobre presente! pobre señor hoy;
Pero… ¡más pobres nosotros!,
que lo despreciamos,
siendo que gran riqueza nos trae él bajo el brazo.
Llega, si, llega...
Esas palabras disparan aunque no quieran,
las ansias por salir en vuelo
¡Que difícil es para el hombre quedarse “quieto”!
Llega clara, envuelta en luz llega;
Su alumbramiento no significa otra cosa,
su nombre, con su sencilla o inconmensurable misión
se entrelazan y juegan.
Toda claridad significa una ausencia,
la ausencia más dichosa;
La ausencia de la oscuridad,
tan hostil y austera...
Significa su alumbramiento una pascua
y en toda pascua hay una muerte...
¡Muerte!
No os alarméis, que la muerte es nuestra amiga y no vil enemiga.
Es de esas muertes, muertes que valen la pena;
Esas muertes redentoras...
Esas muertes que no quedan solas,
sino que traen la más excelsa dicha...
Son las muertes cotidianas de la vida;
Una de ellas, es no habitar el futuro,
pues te aseguro, que si mueres a ello
vivirás con más intensidad y conciencia tu presente...
Ya hubo una muerte al saberte, Clara,
fue la muerte de mi vida...
Morí a mi misma, a mis sueños y expectativas
para que tú tuvieras vida...
No me arrepiento, te juro, no me arrepiento;
Más allá de tener en derredor mil leones hambrientos
esperando para comerte,
te aseguro, que no serás alimento de ninguno ellos...
Y si he de morir nuevamente; Claridad en las tinieblas,
lo haré dichosa pues no hay precio
para lo que tu resguardas,
que es tu vida misma; que sólo por ti debe ser vivida...
Continúa...
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