No estoy en contra del empirismo ni de lo que la experiencia tiene de aleccionador. Mi defensa de apriorismo consiste en que todo conocimiento reside en la identidad de la experiencia y la forma para conocerla (*); y llevo esa defensa hasta el punto de que la contradicción de esta tesis (*) priva de sentido lógico al conocimiento; se deslegitima a sí mismo al no contar con la forma de la que se sirve su confianza. Para conocer hemos de contar con alguna forma a partir de la que poder conocer; conocer será, por tanto, conocer algo.
El conocimiento no es una forma de identidad definitiva sino, más bien, la muestra de su límite. Por ello doy mucha importancia a Descartes, Kant y la fenomenología.
A Descartes se lo toma como un prejuicio de la filosofía; y, muy al contrario, si uno sigue la lógica en la que Descartes se apoyaba ve con claridad con qué tipo de forma el conocimiento encuentra la verdad. La historia de la filosofía se hace al poner lo que los filósofos tuvieron en mente y relacionarlo con lo que nos puede interesar de ello.
Es enormemente educativo comprobar que la problemática de la fenomenología estaba perfectamente entendida hace siglos cuando sólo se intuían algunos problemas que abría la filosofía de la ciencia. Sin ir más lejos, la evidencia de la verdad es un problema fenomenológico para cualquier otro conocimiento que no comparta la misma forma de evidencia. El empirismo y la síntesis de experiencia se hacen con una forma que la mente tiene por sí misma, pero necesita de otras formas con las que proseguir la identidad de dicha experiencia.
La predisposición de la mente en forma de a priori no me parece discutible. Una forma de ampliar el a priori sería, como dije, cuestionar las formas a partir de las que la identidad no se mantuviese, a partir de qué límite la expectativa se convierte en algo nuevo, en algo, pues, distinto. La experiencia, en ese sentido, es una forma de hacerlo con la que, por otra parte, no se amplía mucho porque, en definitiva, se trata de la repetición de la misma forma con la que la mente se ve limitada a priori a sí misma; va de una forma a priori hasta su identidad con la expectativa que la mente tiene para ella. Dicho de otra forma, se trataría de pasar por alto lo problemático de la cosa en sí.
Hace unos días supe de un estudio que tal vez resulte aclarador sobre la esencia problemática de este tema. Estudiaron los tiempos que una serie de individuos tardaban en procesar ciertos estímulos. Los tiempos de procesamiento se reducían si los individuos eran condicionados por un estímulo repetido. O sea, que uno tarda x milisegundos en procesar una señal, pero si cuenta con una expectativa tarda menos. La razón neurológica está en que los estímulos fluyen con mayor facilidad si tienen la estructura sináptica con la que la acción neuronal hace todo su trámite (en terminología kantiana se llama síntesis, "el acto de reunir diferentes representaciones y de entender su variedad en un único conocimiento" {KdrV, B103}, un problema continuo para la acción de la mente). En lugar de sobrecargar el cerebro, ese trabajo se tiene ya hecho. La tabula rasa no sería rasa sino que contaría con unas preferencias tales como la predisposición a estímulos repetidos que se anteponen a la experiencia aun sin forma para ella; el cerebro busca hacerse lo más próximo posible a la experiencia mediante hipótesis en forma de la mínima distancia con ella, cabalmente, la forma adelantada de su precipitación. La posibilidad de una nueva síntesis no es una novedad rasa y sin deudas, sino que ha de ser un paso adelante con un objeto antepuesto, pues de lo contrario sería espontáneo y no habría ninguna conciencia del mismo. Si advertimos una serie de repeticiones en un tiempo dado (un segundo, un minuto, una hora, un día, etc.), se comprueba que las densidades a partir de las que las formas se estructuran se hacen enormes. Las formas que más se repiten son las preferentes. Ahora bien, las formas a priori no son otra cosa que formas muy generales con las que hacer una experiencia. Si son muy confiables, como indudablemente lo son, es porque la diversidad de la experiencia no es ilimitada; es por ello que hacemos una síntesis de la diversidad mediante una forma con la que sea posible la experiencia para que sea, en definitiva, posible al conocimiento, que la podemos conocer.
La experiencia no es ilimitada ni es por sí misma; tiene una forma. El idealismo que el empirismo quiere hacer experiencia no deja de ser idealismo. Es un problema de las formas con las que la experiencia hace síntesis sin crítica en ellas. Su expectativa ha de estar antepuesta en forma de experiencia preferente.
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