Complementos. Ficción.
Era invierno, de los más crudos que me había tocado presenciar en mi corta existencia. Recuerdo con detalle ese día, caía una gran tormenta, pero nosotros nos encontrabamos a buen resguardo.
Él poseía un atractivo físico casi perfecto, era la criatura más hermosa que mis ojos hubieran contemplado. Su semblante, su actitud, su forma de conducirse, de pensar y de expresarse proyectaban una madurez no propia de un joven de 28 años.
Ese día, nos encontrabamos tumbados en mullida poltrona, mi cabeza descansaba sobre su cálido regazo, mientras él la acariciaba con delicadeza, me fascinaba sentir una y otra vez, el vaivén de su mano sobre mi, yo agradecía esta muestra de cariño, recorriendo con la humedad de mi lengua sus largos y elegantes dedos, podría sentir como este contacto le era tan grato a él, para mi lo era más, desentrañar los misterios de esas manos que a todas vistas eran aristocráticas y que sin embargo, no eran ajenas a las faenas de rudos trabajos. Levanté mi cabeza y busqué su mirada: Perderse en ella, era como navegar en un océano pleno de una ternura infinita, era un deleite y sin embargo, esta vez detecté en ella, un dejo de gran melancolía, infinita tristeza o tal vez, soledad. De pronto, alguien tocó a la puerta con estridencia, con gran delicadeza me apartó de sí y se dirigió abrir la puerta.
-¿Qué haces aquí?-Le escuché cuestionar, su voz trataba de simular enojo, pero enseguida retornó a su natural ternura-¡Cielos, estás helada! Pasa y acércate a la chimenea-Le escuché pronunciar.
Ella, lucía un viejo abrigo, que por tantos años de uso, lucía lustroso, botas altas y enaguas de lana, un suéter de punto y cuello alto, gorro y guantes del mismo material, todo lucía en color y textura en perfecta discordancia, realmente, jamás estaría dentro de los cánones de la moda. Su blonda y rebelde melena amenazaba en cualquier momento salir del gorro que le aprisionaba. No era una joven agraciada físicamente: delgaducha (Y yo que le conocía, era bastante raro para la forma en que devoraba los alimentos), piel bronceada por años de exponerse al sol sin ninguna protección, nariz pequeña e insignificante, rostro lleno de peculiares pecas y poseedora al igual que él, de una mirada de mar, tan expresiva que decía mucho sin mediar palabras, No, claro que no era una belleza común, lo que la hacía especial era la belleza que procedía de su bondadosa alma, de su generoso corazón, de su enorme alegría por vivir.
La joven avanzó, él tomó el viejo abrigo al tiempo que me dirigía una mirada de “por favor déjanos a solas” acto seguido, salí sin hacer el menor ruido y procedí a acomodarme desde un punto estratégico que me permitía no perder detalle alguno de lo que acontencía en esa habitación:
Ella, se quejaba de que no podía consolidar una relación, siempre terminaba por enamorarse de la persona incorrrecta, se sentía cansada de esperar al amor. Él se limitaba a escucharle en silencio, él al igual que la joven, sentía un profundo hastío de las relaciones efímeras, que hasta entonces caracterizaban su vida amorosa, desengaños, ya se había hecho a la idea de que el amor no se había hecho para él. Desde mi escondite pude percibir magia: Ella era un torbellino de hiperactividad, él infinita paz; ella, inconsciencia, él madurez, ella hablaba demasíado, él, pensaba mucho antes de hablar; ella era toda efervescencia, él sociego, ella era temperamentalmente visceral, él apacible serenidad…!Eran el uno para el otro!
-¡CHICOS ESTÚPIDOS!¿Acaso no se dan cuenta de lo que es tan evidente?-Entré intempestivamente a la habitación y me arrojé en los brazos de él, provocándole que cayera de espaldas sobre la poltrona.
-¡Fer!¿Te encuentras bien?-Saltó la rubia al rescate.
El chico lucía desconcertado ante mi inusual comportamiento, me separé de él y con gran ímpetu arremetí en contra de la pecosa que terminó en iguales condiciones, pero …sobre Fer-¡JAJAJAJAJA!-Ambos reían sumamente divertidos, llegó un momento en que la cercanía de sus cuerpos hizo que sus miradas se cruzaran y se descubrieran por primera vez, se percibieron de forma diferente y se percataron de sus verdaderos sentimientos uno por el otro, de ese sentir que ambos se esforzaban por ocultar, ante el temor de un rechazo o de perder ese vínculo indestructible que siempre les había unido.
Después de un breve instante que me pareció eterno, ambos se correspondieron con un tierno beso…
Yo me heché a dormir en la poltrona cerca del fuego, como le corresponda a la mascota del joven Fer.
Respuesta: Complementos. Ficción.
Iniciado por Jota E
¿Cómo que te asuste mi querido amigo? 
Jajaja, gracias por leer cada uno de mis locuritas. Abrazotes.
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