CAPITULO VI
_No sé que me pasa, pero creo que deberíamos darnos un tiempo… No estoy segura de continuar con esto.- Explicaba ella mediante un texto, a lo que él acepto con un silencio abrupto, tan denso que parecía poder cortarlo con una navaja.
_ ¿Qué te sucede?- Preguntó una de sus amigas. _Corté con Nick- _ ¿En serio?... ¿Por qué?- _Pues, no lo se. Creo que me cansé…
_ ¡Adivinen qué!- _ ¿Qué?- _Me fue genial en retiro, no se imaginan lo lindo que fue… y el lugar… ¡Sorprendente! Había unas monjitas, y después nos contaron… y a la noche hicimos una comunión espiritual… y…- _Tranquila, tienes todo el día para contarnos… respira…- Interrumpió Lauren a su amiga Debh que había entrado como torbellino al salón de clases, después de haber pasado el fin de semana entero en un retiro espiritual en una ciudad vecina.
Lauren, meses antes había comenzado a frecuentar la Iglesia gracias a su amiga, ella la había invitado a un grupo juvenil y después de mucha insistencia Lauren decidió asistir, pero sólo para conformar a su amiga…
Cuando llegó, le impactó la cantidad de jóvenes, su alegría y la unidad entre ellos… En definitiva, le encantó como se manejaban. Pensó que se encontraría con un montón de imbéciles que se la pasaban rezando… Pero no fue así, al contrario… Por asistir a la Iglesia ninguno perdía la “onda” y eso le sorprendió.
_ ¡Ahora te toca a ti!- Dijo Debh mientas interrumpía los lejanos pensamientos de Lauren. _ ¿Qué?- _ ¡SI! No será el único retiro que habrá; al próximo seguro que vas!- .Y así fue…
El reloj casi marcaba el medio día y Lauren estaba entusiasmadísima, nunca había ido a un retiro; Nunca había querido ir a uno hasta ahora. Contaba las horas, faltaba poco, sólo tenía que llegar a su casa, almorzar, terminar de preparar su bolso y se iría…
A eso de las tres de la tarde tocaron el timbre de su casa, era una de las chicas que también viajaría, la mamá de Lauren las llevaría en el auto a las dos hasta la parroquia, de donde saldrían camino a aquel esperado lugar…
_ ¡Quizá regrese una monjita!- Dijo la madre de Lauren bromeando. _ ¡No! ¡Jamás, monja jamás!- Replicó ella con un tono poco abrupto. Y se subieron al automóvil para iniciar la marcha. Cuando llegaron a la parroquia se entusiasmaron aún más al ver a sus compañeras.
La coordinadora las dividió en los respectivos automóviles que viajarían y en cada uno de ellas sus debidas pertenencias. Y salieron por fin, en viaje a ese lugar con el que tanto habían soñado y esperado las últimas semanas.
Habían pasado dos semanas desde que su amiga le contó su experiencia en el retiro, ella había regresado muy cambiada y eso le impactaba de sobremanera a Lauren; No sabía con qué se encontraría y lo que le generaba una mezcla polarizada de emociones, miedo, ansias, alegría, entre otras…
_ ¿Aquí es?- Dijo una voz mientras el auto se adentraba en lo que parecía un bosque. Ya había caído la noche, de modo que el lugar parecía más tenebroso que hermoso. Al fondo vieron una casita, o una cabaña, mientras se acercaban iban distinguiendo las formas.
Descendieron del auto, la noche era fría y había empezado a llover. Les impactó un canto melodioso, hermoso, angelical que escucharon y se preguntaron que era sin decir palabra tan sólo con las miradas de asustadas y sorprendidas a la vez. _Son las hermanas, están haciendo oración.- Se adelantó la voz de su coordinadora. _Entremos, pero en silencio.- Continúo, y las chicas sin perder más tiempo obedecieron.
Al abrir la puerta de la capilla las voces angelicales salieron como estruendo, parecían estar en el mismísimo cielo y sus ojos que mucho no comprendían se esmeraban por guardar íntegra aquella imagen hermosa y extraña.
La escena estaba conformada por un grupo de diez monjas, vestidas de blanco, y con sublimes velos negros, tenían unos libros en sus manos del cuál seguían los cantos. Apenas ellas entraron, una de las monjas se apresuró a buscar unos cuantos de los mismos libros para entregarles a las muchachas, ya estaban señalados, las estaban esperando. Pero eso no quitó que las chicas no supieran usarlo. Se preguntaron que eran, no era ni un cancionero ni una Biblia, tenía salmos, lecturas e himnos intercalados y mencionaba nombres raros, como laudes, vísperas. Luego supieron que se llamaba breviario.
Las monjas los utilizaban para rezar el oficio divino o la liturgia de las horas, en ese momento se hallaban rezando vísperas, la oración de la tarde.
Al terminar las oraciones, salieron de la capilla y se dirigieron a la casita que estaba al lado. Era pequeña pero muy acogedora, sus paredes se cubrían de ladrillo visto, había cuchetas y una pequeña cocina siguiendo un estrecho pasillito en el que encontraron un cartel o un aviso hecho de madera y en él talladas unas inscripciones, eran unos nombres, no precisamente de personas, sino de… quizá eran oraciones, pero masomenos entendían porque cada una estaba marcada con un horario.
Tenían que levantarse muy temprano, harían unas oraciones, después misa, después más oraciones cerca del medio día, ¡se la pasarían rezando!, aunque les había agradado el cantos de las monjas. Un nombre del que leyeron les llamó la atención, no sonaba a una oración y su horario coincidía con la hora de la siesta _ ¿Tenemos que dormir siesta también?.- Preguntó una mientras escucharon abrirse la ventanita de la puerta que estaba junto a ellas.
El rostro pálido pero alegre de una monja anciana apareció, risueña y charlatana _ Veo que ya están revisando los horarios… No se asusten, no tiene que hacer todas las oraciones, sino solo aquellas que quieran o que su coordinadora quiera que hagan.- _¡Hola madre!.- Dijo la coordinadora apareciendo de una de las habitaciones _Hola Gabbie, ¿como has estado?.- Respondió la monja. _Muy bien, aquí de nuevo con las niñas.- Y ambas rieron mientras las chicas se miraban unas a otras.
_Madre, ¿Qué son las nonas?- Preguntó una de ellas imitando el trato de la coordinadora. _Son unas oraciones, que se hacen a esa hora porque las tres de la tarde es la hora en que jesús muere en la cruz.- _Ahhhh.- Emitieron tonadas al unísono y riendo luego, habían creído que era la hora de dormir la siesta y así se lo contaron a la monja y ella también rió.
Esa noche, después de cenar regresaron a la capilla, a rezar las últimas oraciones del día, las completas.
Ya casi habían terminado cuando vieron que las monjas se arrodillaron y ellas las imitaron, su coordinadora les hizo seña para que se acercaran a la reja que dividía su espacio con la clausura de las monjas y allí se arrodillaron… Pronto, mientras las hermanas entonaban un canto, el Salve Regina, otra se acercó a ellas y les roció con agua bendita, lo mismo había hecho con las monjas, que tras recibir el agua se pusieron de pie y en una bella y armónica organización enfilada regresaron a sus lugares.
_ ¡Bendigamos al señor!- _Demos gracias a Dios.- Fue la última oración entonada que escucharon ese día y se dirigieron a la casa. Aún era temprano, la noche era joven, pero habían recibido la orden de ir a acostarse temprano, el día siguiente sería largo… Y sin reprochar demasiado las muchachas obedecieron.
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