Por una pérdida, el triunfo de la vida.
Repiqueteo de campanas
sonoras ondas distanciadas
hueco augurio
alegría perpleja.
Vestido elegante
soneto de fiesta
fúnebre retrato
sonrisa perdida.
Lágrimas caídas
palabras desvanecidas
el suelo teñido
de rosas marchitas.
Sabores insípidos
indistinción de lo dulce y lo amargo
esperanzas huidas
de repente entre la neblina.
Tropiezo transformado
peligrosa caída
embarradas las manos,
el ajuar y la dinastía.
El amor no lo ha logrado
la brutal fuerza tampoco
más sólo la mentira
logró transformar la pureza en sangre viva.
Un hijo bastardo
se esconde en su ceno
en sus ojos las lágrimas
bailan en delicado recelo.
En su garganta
se anuda la rabia y el miedo.
Piedras recibe su ánima,
y madame muerte no apura su paso.
La piedras dejan de ellas ser,
afiladas espadas,
lenguas que apuñalan
martirio que no se limita a la muerte de lo externo.
Temprana edad,
el crepúsculo se asoma su silueta,
y de las tinieblas
ya se encuentra presa.
Rocío Divino limpia sus llagas
voces lejanas alivian penas,
cuál ángeles se asoman
y en sueños a la dama dan fuerza.
Bondadosas intercesoras, esas voces se elevan
día y noche ruegan
por aquellas dos existencias,
por la madre aturdida, y el hijo que espera.
Pérdida insospechada,
de la vida pensada.
Conformación o recreación
nada se había organizado.
La dama no erró, no buscó ni aceptó,
le perseguía aquel bandido
y tratando de huir se encontró víctima
de aquella obscurecida mente enfermiza.
Y En el último intento logró su libertad,
para limpiar la sangre era tarde ya,
más evitar mayor derrame aún podía
y así optó por la vida de esa vida aún no nacida.
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