Estimado Alberto:
Hasta el momento no he podido darte mis comentarios a tu mensaje #543, en buena parte porque intentaré ser más claro que en mis mensajes anteriores, pues me parece que si en ellos lo hubiera sido suficientemente no habrías tenido nada que objetar a tu vez. Ahora, con esta nueva discusión acerca de la literatura y la filosofía, pensé que convenía hacer a un lado aquel ejercicio para justificar mi interés por la claridad. Escuché decir a un compañero mío que era un grave pecado atender lo urgente en lugar de atender lo importante. Yo pecaré aún más, si cabe, porque lo que estoy a punto de hacer no es ni siquiera urgente (Este Domingo te respondo).
Ahora me dirijo a todos los que tienen a bien visitar el Tema de Asexperia:
A pesar de que desde hace algunas décadas se ha propagado a gran escala la idea de que no hay nada cierto, que nada escapa a la duda, todos los filósofos se empeñan en seguir un método ( ¡no crean que son los únicos, amigos!); y la razón fundamental para ello consiste en que desean evitar el error. Algunos de estos filósofos saben que el esfuerzo que se requiere para obtener conclusiones definitivas es descomunal y que ellos no lograrán obtener sino, cuando mucho, unas conclusiones preliminares. Por eso buscan formar una escuela, de modo que otros puedan proseguir después de ellos con el mismo esfuerzo. La Filosofía es una Tradición.
Una y otra vez a lo largo de la Historia de la Filosofía ha habido el intento de comenzar de nuevo, pero con extremo cuidado, para no caer en el error. Y eso requiere la ideación de un método. Pero ese método incluye la forma en que se ha de decir y escribir lo que se ha pensado, pues en la Filosofía lo que es finalmente importante es el texto. Si el pensamiento no queda registrado de este modo, entonces no existió. Uno puede imaginarse que piensa mucho y profundo, pero si nada escribe de ello, no es más que eso: imaginería autocomplaciente. Y si lo escribe pero mal, más o menos es lo mismo.
¿Habrá alguien que no entienda que si se quiere abrir un camino hacia un determinado lugar, hay unas direcciones que es más conveniente seguir que otras, y que si uno no puede abrirlo hasta el final, haber logrado acercarse es mejor para los usuarios que haberles hecho un camino que los lleve a otra parte? Pero en el ámbito del saber no conocemos el final y la única garantía que tenemos es un método riguroso. Asimismo, abrir un camino cumple el objetivo de facilitar el tránsito de un lugar a otro. A nadie se le ocurre pensar que ha hecho un buen camino porque cavó zanjas y amontonó piedras aquí y allá a lo largo del recorrido. No carecía de razón Renato Descartes cuando se quejaba de que los escolásticos solo complicaban las cosas al definir el movimiento, cuando todo mundo tiene muy claro qué es.
¿Alguien cree que una persona es un filósofo profundo porque escribe mal y feo? ¿Alguien piensa que cuando Platón escribió el Banquete se le había vaciado de ideas filosóficas la mente, sólo porque ese diálogo es un bello ejemplo de buena literatura?
La dificultad de un texto filosófico, queridos amigos, no reside en que haya sido pésimamente redactado y con tan mal gusto que no merezca que se lo publique ni siquiera en un periodiquillo local. La dificultad reside en que las conclusiones filosóficas son relaciones de alto nivel que solamente son accesibles a través de largos y ramificados discursos. Por eso tiene razón Alberto cuando dice que “las filosofías de valor requieren un proceso de lectura con otras lecturas a las que están asociadas”. Y no basta con leer y releer las obras que ha producido un filósofo para entenderlo, pues el filósofo está en diálogo con una Tradición. Es necesario volverse hasta la génesis del pensamiento filosófico, una y otra vez.
Ahora pondré un ejemplo para facilitar la comprensión: Las Matemáticas consisten también de relaciones de alto nivel (de un nivel más “elevado” cada vez, pues las relaciones que en un momento se elaboran sirven de base para elaborar otras). A nadie en su sano juicio se le ocurriría que alguien es un buen matemático (y profundo además) sólo porque sus “demostraciones” son toscas y mal planteadas o incompletas. También en la demostración matemática existe la elegancia; y ser elegante y claro no implica ser un mal matemático o que los temas elegidos para el desarrollo sean banales. La complejidad de las Matemáticas radica en que tienes que empezar por la Aritmética, la Geometría, el Álgebra, y continuar con la Geometría analítica, el Cálculo, etc. No se podrá comprender un tema de Cálculo vectorial sin haber comenzado por la Aritmética y el Álgebra. Pero si se hace esto con diligencia se verá que esta disciplina en ningún momento deja de ser sencilla. Una vez dicho esto, debo enmendar: la Filosofía es más compleja que las Matemáticas debido a que tiene muchos más frentes de trabajo y todos se relacionan entre sí. Se requiere de un gran esfuerzo para avanzar en los diversos frentes y cuando has avanzado hasta cierto punto en uno, te das cuenta de que tienes que regresarte hasta el principio en todos. No prometo ninguna sencillez aquí, sino que advierto la necesidad de una mayor diligencia y mucho más tiempo.
Si cuando escribes algo nadie te entiende, no significa que seas un buen pensador; y si después de un tiempo ni siquiera tú te entiendes, no te engañes, no eres un pensador en absoluto. Y si a eso le añades que escribes feo, ¡Dios mío!...
¡Saludos!
Juan Florencio
Marcadores