El problema de toda abstracción es que la identidad de su proceso conduce a un engaño psicológico que se solidifica en un error. A partir de una abstracción cualquiera pasamos a tomar las cosas por sí mismas, y no a tomarlas por una distancia con las cosas.
Las abstracciones son repuestas psicológicas “inmediatas” con cierta densidad, expectativas puestas aparte; son, finalmente, vacíos de la psique. Lo inmediato, en términos psicológicos, es un claro engaño de la psique en forma de la inversión temporal de sí misma, su expectativa.
Afortunadamente, las abstracciones están muy limitadas y son sustituidas, generalmente, por el uso de los conceptos, que son abstracciones de algo con un contenido más diverso que la mera abstracción; son, dicho así, unidades activas. Vg. el aprendizaje es la repetición de lo aprendido en tanto lo aprendido permanezca igual en la expectativa de su diferencia, algo a priori a lo que repetidamente se recurre como lo mismo con una generalización inductiva a priori de su experiencia. Si no hubiese dicha expectativa, las abstracciones no serían discutibles y serían certezas, algo de no poca importancia, pues no hay certeza psicológica alguna.
El tiempo, por ejemplo, que estoy contigo en que es abstracto, es concepto, más que por la identidad de su intuición, por la expectativa de la que surgió su concepto, su deuda sensible. Así es como se puede probar con cierta facilidad que el concepto del tiempo es psicológicamente distinto de un sujeto a otro; hay una misma forma, pero distintas representaciones. Por eso podemos hablar de ello; si no, sería muy difícil entendernos los unos a los otros.
El retraso de la conciencia es demasiado corto para apercibirnos de él; es la forma temporal de la repetición del error (el fenómeno de la precipitación). La indeterminación de la conciencia, por tanto, es la inferioridad ante su determinación, cabalmente, su in-determinación.
El retraso de la conciencia es una forma preferente a la que se expone su precipitación. Aunque se trata de una especulación filosófica que debiera ser biológica, la conciencia debe ser vista como una inversión que se repliega sobre sí misma. No obstante, éste es el error esencial de la fenomenología, empezando por sus cabecillas, Hegel y Husserl. Pero si enfrentamos de cara el problema y lo llevamos al límite de su simismo, si nos hacemos kantianos en lugar de hegelianos o husserlianos, retomamos la dialéctica con una especulación no simista sino superadora del simismo con lo que lo desensimisma. Evidentemente, éste es un problema lógico que hace imposible la ontología. La ontología no puede superar la psicología, puesto que es, primera y finalmente, una psicología.
El planteamiento ontológico de Descartes fue, evidentemente erróneo, pero no por ello era menos cierto. Kant mostró con una sutileza fuera de toda duda que el cogito debía ser visto como una intencionalidad empírica, debía ser pensamiento de algo que no fuese pensamiento de sí mismo.
No es la primera vez que denuncio que una de las cuestiones de mayor importancia de la filosofía, la de cómo es posible la filosofía (la base de toda metafísica), está horriblemente mal planteada. Y me es indiferente que sus corruptores sean respetados filósofos, físicos, neurólogos, biólogos o aquello que sean; no han entendido la enorme gravedad de su problema. No es un problema en busca de una solución sino en tanto sea nuevamente un problema. No en vano, Kant lo llamó idealismo problemático.
Mi postura, pues, es que toda filosofía de la mente es una fenomenología, y no veo qué objetos de la mente puedan ser esos que reclamen de ellos una filosofía y no sean los objetos a los que primeramente está dispuesto el tiempo de la mente; la mente es un límite a priori. Por ejemplo, conforme al fenómeno de la precipitación, todo objeto de la mente debe tener una forma temporal mayor que el contenido al que se dirige; de no ser así, no cabría en su forma y sería mente sobre nada. En el fenómeno de la precipitación, era el vacío que rellenaba la expectativa de la mente. Así pues, no es de extrañar que a partir del fenómeno de la precipitación mi filosofía sea sin lugar a dudas una psicología y una sociología.
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