Uno de los motivos en los que Baudelaire expresa la angustia existencial es el tiempo: cómo su inevitable paso crea la conciencia de que la vida no es infinita y ejerce la tiranía de obligar al hombre a aprovecharlo. En este poema el autor se vale del reloj como símbolo del transcurrir del tiempo:
EL RELOJ
¡Reloj! Dios espantoso, siniestro e impasible,
cuyo dedo amenaza, diciéndonos: «¡Recuerda!»
Los vibrantes Dolores en tu asustado pecho,
como en una diana pronto se clavarán;
el Placer vaporoso huirá hacia el horizonte
como escapa una sílfide detrás del bastidor;
arranca cada instante un trozo de delicia
concedida a los hombres en su época mejor.
Tres mil seiscientas veces cada hora, el Segundo
susurra: «¡Acuérdate!» –Con voz vertiginosa
de insecto, ahora dice: ¡heme otra vez aquí,
ya succioné tu vida con mi trompa asquerosa!
¡Remember! ¡Esto memor! ¡Pródigo, acuérdate!
(Mi garganta metálica toda lengua conoce.)
Ganga son los minutos, ¡oh alocado mortal!
Y no hay que abandonarlos sin extraer su oro.
Acuérdate: es el Tiempo un tenaz jugador
que sin trampas te vence en cada envite. Es ley.
Decrece el día, la noche se aproxima, ¡recuerda!
Es voraz el abismo, se vacía la clepsidra.
Pronto sonará la hora en que el divino Azar
o la Augusta Virtud, tu aún intacta esposa,
o el Arrepentimiento (¡Oh esa posada última!)
todo te dirá «¡Es tarde! ¡Muere, viejo cobarde!»
Marcadores