Anoche, mientras danzabas
el vals de tu despliegue,
dejaste caer sobre mi
tu escarcha azulada,
impregnándome toda de ti.
Te imaginaba así
traviesa, risueña,
aleteando entre mis dedos,
con la ligereza de tus alas.
Y yo…
surcando en tu aroma de flores
acariciando tu trazo frágil y escueto.
¡Oh mariposa de ensueño!
Detén tu vuelo incesante
quédate quieta por un instante;
Déjame admirarte
para poder vislumbrarte
posando para mi.
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