Hola Caracolamarina:
Así es; a lo largo de la historia hemos servido de entes útiles al experimento de un inmenso laboratorio en el que las víctimas no se acumulan allí
Por esos experimentos: "la Dictadura del Proletariado", "la infalibilidad del mercado" y otras verbenas similares, los resultados aparecen en las calles, ya con la mano extendida en pos de una moneda generosa, ya con el detonador que quita la vida a cientos de niños, los que son culpables de nada...
Pero, hay que seguir insistiendo; ¿qué pasaría con nosotros si el día de la reflexión final descubriríamos que nada hicimos, excepto vivir los días del almanaque? Yo no quiero un día así en mi vida
Sigamos
La contradicción principal del modelo neoclásico
El modelo neoclásico actual, en su versión de la microeconomía, presenta a dos personajes, el empresario y el consumidor. El primero, tratando de maximizar sus beneficios, los que provienen de los bienes y servicios que vende al segundo. Por su parte, el consumidor, tratando de maximizar la utilidad de los bienes y servicios que compra del empresario. El modelo neoclásico supone que estos dos personajes, con intereses tan antagónicos uno del otro, satisfarán sus cometidos en el mercado, cuando se llegue al punto de “equilibrio”, supuesta panacea universal de los problemas planetarios. Los planteamientos de los teóricos neoclásicos atentan en contra cualquier vestigio de racionalidad, pues no sólo pretende conciliar a dos personajes que tienen intereses opuestos, sino que, esto es lo peor, intentan hacerlo bajo la siguiente afirmación:
El consumidor asigna a la última unidad del bien consumido un valor menor a la anterior, mientras que el productor encuentra que la última unidad producida tiene un costo mayor que la anterior.
Esta es la contradicción fundamental del modelo neoclásico: pretender que el comprador, el que asigna a la última unidad del bien adquirido un valor menor al valor de la unidad anterior, concilie intereses con el empresario, el que debe producir esa última unidad a un costo mayor que la anterior y que los intereses de ambos sean resueltos nada menos que por la acción de un mecanismo tan inestable e incierto, como es el mercado de competencia.
Cualquier persona con una mente normal, ajena al fanatismo neoliberal, nota de inmediato que estas dos actitudes son antagónicas e irreconciliables y que no pueden convertirse en la base de todo un modelo económico.
Por otra parte, el modelo neoclásico asume un mercado de libre competencia como escenario para su análisis, algo que ya resulta insostenible en estos tiempos, especialmente en el mercado internacional.
En la realidad impuesta por la globalización planetaria, la competencia se realiza entre grandes oligopolios, lo que obliga a cada empresario a usar de toda su energía y astucia para expulsar del mercado a cualquier rival.
En este proceso, los fines originarios de la producción pasan a segundo plano: nadie se preocupa del consumidor, todos se preocupan de eliminar al rival, a como dé lugar.
Anular la competencia, con el objeto de quedarse o lograr un mayor porcentaje del mercado, se ha convertido en el objetivo principal del empresario, lo que agrava las contradicciones que llegan al paroxismo, con la vigencia de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.
Las empresas oligopólicas enfrentadas de ese modo en el capitalismo de competencia salvaje hacen que este sistema se encuentre en constante y abrumadora tensión, con la secuela consiguiente de males que se extienden sin límite, por todo el planeta.
Es del enfrentamiento de estos intereses antagónicos que proviene la incertidumbre, principal rasgo de un capitalismo de competencia salvaje; incertidumbre que impele a los sujetos económicos a obrar por miedo y con desesperación.
Pero hay algo más: el capitalismo de competencia salvaje no solamente vuelve antagónicos entre sí a los grupos humanos, también modela al individuo como un ente aislado del mundo y como un zombi que empieza a considerar que los demás seres humanos son rivales contra los que cree que tiene que competir para sobrevivir.
En estos intentos se aleja cada vez más de los conceptos del apoyo mutuo y de la solidaridad. En realidad ése es el fondo del llamado “individualismo”, tan preciado por los neoliberales.
El capitalismo de competencia salvaje sólo está cierto de su propia incertidumbre; por eso es que no sólo prevé sino que se basa en la incertidumbre para llevar adelante sus postulados, algo que repugna intrínsecamente.
¡Qué sistema puede pervivir con una base tan frágil y con tales fuerzas en permanente enfrentamiento!
¡Qué clase de seres humanos merecen la condena de vivir en un mundo así configurado!
Saludos
Blacutt
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