Hay muñecas de todos los colores y tamaños, que pueden satisfacer hasta el gusto más extraño.
Hay de trapo, plástico aún de frágil china y de la más dura baquelita... de ojos grandes y sonrisas eternas, que simulan ser bebés o mujeres de sexy silueta.
Su fin es ser juguete y brindar horas infinitas de dulce juego infantil. Esas son las muñecas, ese es su destino: que alguien juegue con ellas.
Pero... yo no soy muñeca.
No soy de trapo: No puedes pretender moverme atu voluntad y que mi ser fláccidamente caiga en el lugar que tu quieras que ocupe.
No soy de plástico: No pienses que todo resbala por mi piel sin hacerme daño.
No soy de "china" que se quiebra con sólo tocarla pero tampoco soy tan dura que nada me traspasa.
Sí, mi ojos son grandes y mi boca generalmente tiene una sonrisa pero son reales, no son pintadas. Esos ojos lloran y esa boca también se transforma en un mohín de enojo o decepción.
No soy una bebé sobre la que puedas decidir a tu antojo y tampoco tengo cintura de avispa.
No soy muñeca. Soy humana, siento el dolor y la alegría, el desprecio y el aprecio. Siento.
No soy muñeca que puedas tomar a tu antojo para luego tirarla al rincón para volverla a tomar cuando quieras. Comprende, no soy muñeca.
Y más importante aún: no soy Tu muñeca ni la de nadie.
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