Estando en la Universidad, en la cátedra de trastornos emocionales, nos enseñaron una canción –que a su vez posteriormente enseñé a mis hijas- llamada un Mundo al Revés, y que hablaba de lobitos buenos maltratados por corderos, príncipes malos, brujas hermosas y piratas honrados... en Venezuela, de acuerdo a esta canción, el mundo no está al revés, está derecho derechito.
Me levanté muy temprano y luego de un reconfortante baño –el clima caluroso y húmedo es algo que me puede- me dirigí a la calle, con una sonrisa de doscientos dispuesta a que todo lo que haría hoy estaría marcado por esa mueca, a pesar de lo que me encontrara o viviera. Me monté en el folclórico autobús (colectivo, para mis amigos extranjeros) no sin antes percatarme del nombre que lo bautizaba –aquí los autobuses tienen nombre y vida propia- “El papi de la ciudad”, jee, sobran las palabras. En camino, el colector se ubicó a mi lado y me miró, en ademán de que le pagara, le di mi billetico mustio y arrugado de 2 Bsf... me miró de forma inquisitiva y continuó con su mano extendida, a lo que con ojos de ¿m? se desencadenó lo siguiente:
ÉL - Mamiii, son dos quiñientos –lástima que los de fuera no puedan reconocer el tono, es que forma parte importante del relato-
Yo - Y eso como por qué, si el pasaje fue aumentado a 2 bolívares
Él – Qué va mi rrreiiiina, no en este autoús , aquí son dos quiñientos.
Volteé a ver si estaba el papel de la Alcaldía que ratificara la información, y en efecto así era...
Yo - Yyyyy... explícame por qué en unos si y en otros no –mientras buscaba los “quiñientos”-
Él – Fáaacil mamii – a éstas ya quería DEGOLLARLO por lo de “mami”, altera mis nervios al máximo- no ve queste autoús es más bonito y limpiecito, pues?
Viendo el escabroso suelo y sintiendo un tubo de metal que se atravesaba entre donde pierdo la espalda y la butaca, impidiendo mi acomodo, recordé que estos son los autobuses que están subvencionados por el gobierno, y no pude menos que sonreírle con cara de “tu si tienes bo... luntad” (valga la horrorgrafía)... continué viendo la derruida realidad del exterior, mientras nublaba mi vista para imaginar que todo era verde y bello, jojo.
Llegué al banco tempranito; haciendo la cola (fila en espera) el canoso y acreditado vigilante se me acerca...
Él - Mi bella dama, pase por esta fila –le faltaba la banderilla y el Oleee-
Yo - ¿m? pero esa es de la tercera edad –siempre manteniendo mi sonrisa-
Él - exacto, así sale más rápido.
Yo - Jaja, eeemmm no estoy en la tercera edad señor –siempre sonriente-
Él - bueno, lo hice para que no tardara tanto –aquí ya no muy alegre, manoteando al aire y yéndose-
Yo - ah! nooo, no se preocupe, yo hago mi colita (fila) eso sería un abuso ¿no cree?
Varias caras me decían en lenguaje corporal: GAFOOOTAAA!!! y yo sólo atinaba a pensar: mantén la sonrisa Judith, mantén la sonrisa... jum, y cómprate hoy mismo el tinte.
Salí del banco y de nuevo a una camionetica (un colectivo más pequeño) también con vida propia y esta vez de identidad “Santa Bárbara”, el nombre me hizo sonreír con nostalgia, alma y ojos se anegaron, pero con alegría, hasta que sentí un erizar de cuerpo, producido por el regetón de fondo, o mejor dicho, de forma y fondo... hasta las pestañas me temblaban, y sólo atiné a reírme y pensar: “Jum, hay un ente que quiere jugar con mi estado de ánimo.. agua bendita contigo” jaja. FINALMENTE llegué a mi destino, al bajarme me temblaban las piernas aún por el impacto sonoro en toda mi agraciada y esquelética musculatura.
Logré hacer mi diligencia en una de las pocas instituciones públicas donde el ambiente es limpio y las caras agradables. Bajé al correo a dejar unas postales y en la cola –si, otra, este es un país de colas- dos diminutos seres color chocolate y de sonrisa amplia y encandilante, se convirtieron en mi diversión de momento, más alegres que cielo de diciembre. Uno de los diminutos (creo que no llegaban a los 80 centímetros) se tiró al suelo y se revolcaba como cochinito en charco, feliz y despreocupado como si estuviera en la sala de su casa, lo que hizo cambiar mi expresión a mortificación. Busqué con la mirada cuál sería el adulto que estaba a su cargo, con la pura intención de que percibiera lo que yo... la encontré, la miré y me captó, a lo que siguió:
Ella - Ese ni entiende ni hace caso, es más terco que una mula, es que ni pegándole pues.
Yo – Pero ese piso está muy sucio –con rostro de perfecta angustia- puede agarrar una infección.
Ella – Trate de decile pa’ que vea que no va a conseguí na’...
El niño nos miró sabiendo de inmediato que hablábamos de él, a lo que lo miré poniendo expresión de asco y diciéndole no con el dedo... él sólo se reía. Me agaché para estar a su altura, y con la venía de la madre:
Yo - Mira chiquito, ¿tú sabes lo que es escupir?
Él - Asintió con su cabeza y me señaló al hermanito.
Yo - Qué, ¿él lo hace?
Él – Asintió con su cabecita, sin abandonar la sonrisa de pícaro, y con su dedito me dio a entender que el hermanito se lo hacía a él.
Yo - Huyyyy, guácala y a ti no te gusta ¿verdad? –aquí hubo cara de maestra payasa-
Él -De nuevo con su cabeza un no.
Yo - Mjmm, ¿y sabes lo que son las cucarachas y las chiripas?
Él - abrió sus pepas de ojos asintiendo
Yo - Y no te gustan, asumo
Él - De nuevo no con la cabecita
Yo - Bueno, pues te cuento. Este piso lo pisa (redundancia excusada por la edad del diminuto) todos los días mucha gente que con sus zapatos pisan escupitajos y cucarachas y chiripas, entonces, si estás acostado en el piso, te estás llenando de esos escupitajos, y chiripas y cucarachas –siempre con mi cara de asco- y te puedes enfermar de la pancita y te va a doler muchísimo y no vas a poder comer ni una arepita...
Se le activó el resorte y con los ojos aguados se fue donde la mamá, que se reía -menos mal- ante el susto de la criatura, mientras el otro me miraba con un par de huevos fritos por ojos ocultándose tras las piernas de la madre. La mamá le dijo que eso le pasaba por cochino -ah mundo, tan chiquitico- y él sólo sollozaba; me sentí tan culpable, creo que exageré mi grafismo. Saqué de una de las tantas carteritas de mi bolso un potecito de líquido bactericida, y me le acerqué mostrándoselo mientras le explicaba para qué servía, y bueno, tenía que convertir a la verdugo en heroína. Le hice un ademán para que me permitiera su manita y le dije: es friíto ¿quieres ver? y les mostré cómo mover las manitas para limpiarlas. Los próximos 25 minutos me la pasé observando como mi bactericida importado se convertía en juguete y desaparecía entre las negras palmitas, dando paso a cuatro palmas que encandilaban de claras ante el contraste de aquellas pieles de chocolate.
Mientras los niños jugaban con el bactericida IMPORTADO –me dolió, lo reconozco- un necio de esos que abundan, se me pegaba por detrás con su cara de menso muy bien repartida, lo que me tenía molesta, y no había forma ni manera de que mis miradas le hicieran entender; o era un perfecto gafón, o se estaba haciendo el idiota, las dos situaciones me tuvieron sin cuidado por lo que me volteé y le dije que por favor respetara mi espacio y dejara de tropezarme “NO me gusta que me toquen, joven “ Me miró con cara de yo no fui, se retiró “algo” y a los cinco minutos volvió a las andadas; en lo que me volteé ya molesta a decirle tres, salió mi héroe del día, mi diminuto y hasta ese momento “silencioso” amiguito de 70 cms de alto, quien con su cara de molestia infinita le pellizcó la pierna y desde allá abajo se le enfrentó y le dijo: “lealá tieta pes, o te roy tu toñazo” (déjala quieta pues o te doy tu coñazo*) Me costó horrores mantenerme seria, el niño estaba de verdad molesto y no quería que sintiera que me burlaba de él; sólo miramos ambos al tipejo, mi súper defensor y yo, y a este no le tocó más que moverse para atrás, la amenaza era seria. Me acerqué al niño, y bajándome le dije al oído:
Yo - Muchas gracias corazón, nadie me había defendido nunca como tú, eres todo un caballero...
Él - Ti, pedo, pedo, pedo, no mi llamo todazón, mi llamo Tarlitos... con su hermosa sonrisota
Yo - Oh! gracias Carlitos, me llamo Judith... nos dimos la mano.
Él - Mamá mamá, mi amida ze llama Yuyiii.
(Continúa)
* Expresión soez, pero muy común en mi país, que en este caso implica golpe.
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