Corola dormida
en solitarios laúdes,
azúcar de ensueño,
la vejez se hace muerte
y todo queda en silencio;
el anciano transeúnte de vías lácteas
echa una mirada perdida
al país que atrás dejara.
No caben tantas auroras en la memoria,
por eso la vida termina.
Una vez que se acaba la poesía
sólo queda desandar los caminos.
Triste, triste, muy triste,
el muerto ya no recuerda
lo que es estar vivo,
se cala el sombrero hasta las orejas
para no oír a los lobos de viento;
soledades, sí,
tantas y tan profundas
que aprieta los ojos hasta las luces falsas.
Las corolas ya no despiertan,
los laúdes ya no suenan.
El anciano suspira un rojo destello,
el silencio no puede ser más absoluto.
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