Uno de los problemas – quizás el de mayor en*****dura- que ha confrontado la oposición venezolana a Chávez, a lo largo de estos diez años ha sido el de no definir apropiadamente al régimen chavista de manera precisa, o objeto que su calificación unifique no solo el discurso interno y la estrategia política, sino también con el objetivo adicional, que en el extranjero se califique al gobierno, en función - no de su origen electoral democrático -, sino por sus ejecutorias, conductas y prácticas, antidemocráticas e inconstitucionales. Ha faltado la necesaria coherencia para demostrar que la percepción del desempeño institucional externo, no se corresponde con la verdadera acción y gestión autocrática del gobierno, y menos con la eficaz y costosa propaganda, que lo exhibe como un gobierno progresista asediado por una derecha, oligárquica, antinacional, pro imperialista y neoliberal.
La oposición tampoco ha sido eficaz en la identificación conceptual de Chávez y el lumpen político que lo acompaña, todos, provenientes de orígenes contradictorios ideológicamente. Por una parte, del militarismo arbitrario hinchado de mesianismo voluntarista, llamado por un destino superior –patriotero- a recomponer los desmanes practicados por la política. Por la otra, del remanente de los derrotados históricos, que Teodoro acertadamente califica como izquierda borbónica, que persisten en la creencia -aislados de la realidad tangible- que el Muro de Berlín existe todavía. En la trocha se encontraron el militarismo y el estalinismo castrista, conformando una extraña simbiosis, que se retroalimenta de un pasado de experiencias fallidas, saturadas de fracasos antidemocráticos, salpicadas de hambre, miseria, corrupción y represión, que utiliza con descaro métodos fascistas.
Por torpezas inexcusables en diversas etapas de la lucha contra el régimen que no es el momento de señalar, Chávez que es un “liberticida”, que ha venido desmontando las instituciones republicanas, la separación de poderes, el sistema de pesos y contrapesos, el debido proceso, la legalidad del actuar administrativo y la seguridad jurídica, ha enclavado en el país, lo que algunos autores denominan dictadura constitucional, al amparo de la denominación de “Socialismo del Siglo XXI’’, que no es más que una autocracia militar, disfrazada de comunismo, pareciera haber logrado - con plata o plomo - instalar una disfuncional hegemonía cuartelaria.
Marcadores