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Tema: Filosofía cotidiana y filosofía pesada

  1. #1
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    Predeterminado Filosofía cotidiana y filosofía pesada

    Esta mañana mi familia ha madrugado mucho y ha surgido una tertulia en la que me han declarado un pesado, sin eufemismos. Dicen que hablo demasiado y que soy agotador. Es justo decir que llevan razón; hablo mucho, y me gusta mucho sacar filosofía de todos los lados.

    La filosofía cotidiana ayuda a que la gente desmitifique la filosofía. Mi hijo Alberto entendió la falsación un día cualquiera mientras yo recogía la cocina y él comprobaba lo que se ocultaba tras una bandeja. Por supuesto, podría haberle contado una historia sobre la lógica inductiva y la deductiva, sobre Hume, Kant, Mill, Popper y el sentido de la falsación en ciencia, pero no fue necesario. A mi hijo le gustan las matemáticas, y, cuando lee filosofía, dice que no tiene sentido. En mi casa el único que lee filosofía soy yo, pero hago que oigan filosofía todo el tiempo. Oír lleva menos esfuerzo que leer, y la mayoría de la gente no lee libros. No puedo obligar a la gente a leer, pero sí puedo hacer que oigan lo que la lectura proporciona. Utilizo el símil de la lectura para ilustrar lo que en la filosofía hay de ver. El orden de la lectura es mirar un texto en un libro, oír lo que nos dice; y lo más importante de la lectura es que se oiga. Aun la lectura más fascinante del mundo, la que lleve a la experiencia más personal, no es comparable a sacarla de sí: decirla y oírla. Animo a cualquiera a que compruebe si cuando reflexiona, por leve que sea sobre lo que reflexiona, no oye lo que reflexiona más que lo ve; su inmediación, al no poder ver los objetos de la reflexión más significativa, adquiere la forma que más significa en la urgencia ante una falta, la que más precipita su decir; dice lo más próximo que significa; y así es como ante una deficiencia sensorial tratamos de superar su falta, como cuando uno cierra un poco los ojos para ver mejor. La vista no dice nada; es un plano muy seco que hace lineal aquello que ve. Para oír lo que se ve no sólo hay que amplificar su voz, sino que hay que sacarla de su silencio para que pueda ser oída. No es casual que los sordos padezcan el mal de la soledad en mayor medida que los ciegos. No obstante, los sordos pueden tocar, y, principalmente, gesticular, de ahí que el trato con un sordo sea una experiencia extraordinaria. Si el ciego hace su mundo de espacio sin vista, el sordo hace su mundo sonoro sin sonidos. El sordo, al no tener sentido auditivo, tiene una noción del sonido mucho más primaria; las cosas suenan, como una manera de golpear para hacer ruido. Así es que los sordos tengan una extraña capacidad para bailar. En una discoteca, es fácil que el sordo sea el que baile más coordinado con la música; no la oirá, es cierto, pero la sentirá. Oír se ha hecho conforme a nuestra perezosa identidad de los sentidos, algo que se oye con los oídos; pero un sordo puede oír por algo que vibre, y no porque lo "oiga". Tuve hace años, una curiosa experiencia con una amiga sorda que me oyó al elevar mucho el tono de mi voz, que es muy grave; no me oyó, claro está, pero sintió mi voz. El sonido es algo especialmente exterior que se oye, pero al oír ponemos mucho de nuestra parte; nos dejamos un poco ir con el sonido, y nos englobamos con él. Es así que con oir unos sonidos confusos estructuramos su desorden hasta que adoptan una forma reconocible, pero no necesariamente real.

    La filosofía de lo cotidiano es un remedio para aquellos que sienten temor por el peso metafísico. En la cocina, para explicar la raíz del concepto, me sirvo de la taza de café, el vaso con cacao o del azucarero. Los primeros objetos de los conceptos son cosas muy próximas como lo más cotidiano. Todo eso lleva una estética anterior, el imperio de lo sensible; la totalidad sensible es un juicio precipitado. El juicio sensible distingue su sensibilidad, y no su propio objeto. Por eso está precipitado; precipita el juicio a la estética, y no cuestiona el juicio en tanto que juicio. El juicio de lo sensible es un orden teórico; su ilusión es consecuencia de un proceso evolutivo tremendamente complejo en el que se hace posible un nuevo margen temporal. Ahora, la neurociencia ha descubierto que la conciencia es primordialmente un tiempo de acción. Con la moderna neurociencia se comprueba lo que anticipé hace algún mes, que la ignorancia filosófica de los neurocientíficos es un problema terrible. En lugar de tropezar con resultados, debieran estudiar lo que ya dijeron los grandes filósofos, y ver qué había en ellos de verdad. La negación de la historia de la filosofía habitual en los científicos es, heurísticamente, pues la heurística parte de un concepto para desarrollar su historia, una cuestión de escándalo. Y no es de extrañar que los científicos más modestos, los menos sinvergüenzas, admiren la filosofía. Hablar con seriedad de Kant, Peirce, o Husserl requiere no sólo leer obras muy complejas sino haberlas entendido. Salvo alguna rara excepción, la neurociencia no habla más que de tonterías. Lo que más ruido hace, los descubrimientos de mayor relevancia, están en la literatura filosófica de hace siglos. Ninguna investigación neurocientífica es comprable a un estudio detallado de los textos e ideas de los grandes maestros.

    El tiempo de la conciencia, que va un poco retrasado respecto de su experiencia condicionando toda una fenomenología del retraso, es una consecuencia lógica que, en lugar de hacer las cosas más claras y evidentes, las hace infinitamente más complejas. Las imágenes tomadas con aparatos de resonancia son huellas locales, como si a alguien que siente un dolor le dijésemos “oiga, le duele aquí”. El efecto, fenomenológicamente, es una parte aislada que no sirve para explicar la causa que actúa como principio; su representación del efecto es formal, recreativa, y no creativa y sintética. Las áreas involucradas en la acción del cerebro, como mostré, hacen referencia a la ontología del cerebro consigo mismo, su onanismo.

    La gente que no ha estudiado filosofía suele creer que la filosofía es algo extraño. Incluso los buenos filósofos la ven como algo misterioso. Pero la filosofía está en todas partes. Que no se vea es problema de que falta su concepto. Por eso a los niños les resulta tan difícil la filosofía, y con las personas mayores se haga filosofía con facilidad. La distinción visual es una acción motora que es implicada emotivamente en el lenguaje, y lo que vemos termina en lo que decimos. Las cosas que vemos son muy importantes, pero, aún más, lo son las que decimos. El decir se oye, y el oído implica emocionalmente adelantándose al efecto de la vista. En el proceso de aprendizaje lo importante al aprender no es tanto qué sino con quién.

    Para tratar de filosofía no hay que saber mucho de filosofía; hay una filosofía de expertos, y otra que estudia lo común. Qué duda cabe que, a cierto nivel, conocer filosofía es algo muy conveniente porque toda filosofía es histórica, pero para la filosofía de lo cotidiano no hay que saber de filosofía. Una peligrosa variante de esto es lo que piensa Mario Bunge, que para hacer filosofía no hay que tener conocimientos especiales. Quien entienda el peligro que encierra semejante afirmación hará bien en no leer nada de filosofía que haya escrito quien ha dicho esa barbaridad. Más extraño, aún, es que bajo ese principio su filosofía carece de objeto propio, algo que levanta nuestras sospechas pues es un autor obsesionado con la propiedad y la originalidad; malinterpreta y hace vulgares a pensadores decisivos como si los entendiese y su incomprensión fuese una crítica. Así es que semejante idiota sólo hable de ciencia y de cosas claras. Por principio, no tiene nada que decir. Mi postura es totalmente la contraria. La filosofía es una guerra de especialidades. En filosofía se estudia historia, teoría del lenguaje, sociología, psicología, lógica, antropología, ontología, ciencia, arte, etc., etc. Cualquiera puede comprobar las materias que se estudian en filosofía. La filosofía, más que un saber concreto, es una actitud ante el saber.

    La filosofía que me interesa, y de la que escribo, no es la filosofía de la vida cotidiana. Desde mi sociología se podría desarrollar una sociología de la vida cotidiana que sería de lo menos cotidiano. Sus conceptos filosóficos, los importantes, requieren una anticipación a su experiencia empírica. Es creativa porque se anticipa con lo que crea. Facilita el curso de lo que tan sólo está formalizado; pero que, al no tener conciencia, fluye sin concepto.

    Cualquiera tiene una idea de lo que es la ética, pero lo que yo escribo sobre ética no tiene nada que ver con lo que se entiende por ética. La investigación actual de la neurociencia sobre la raíz de la ética está radicalmente retrasada; es un modo de ética deficiente, una ética de idiota. La ética no está en la raíz de una emoción básica sobre lo bueno; lo complejo de la emoción, con lo que se amplía, comprende no sólo el bien sino, igualmente, el rostro que su bien esconde como mal. Todo eso, como he mostrado, es una estética grosera y vulgar que recrea un mundo de prejuicios tomado como el sustrato definitivo de las cosas; vienen a decir algo tan deficiente y peligroso como que con el bien se arreglaría todo, pero lo cierto es que el mal, por el contario, es la iniciativa de las cosas.

    La filosofía no busca sólo la verdad. La verdad es una categoría mítica que más que estudiarse como epistemología debiera estudiarse como teología o como sociología del conocimiento. La verdad es una categoría irracional que conforme se racionaliza se descubre irracional. La racionalidad, en este sentido, es un marco ideológico; es racional en función de la anticipación de su hipótesis, e irracional en el justo estudio de su consecuencia. Lo racional no es para sí mismo, sino para alguien.
    Última edición por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO; 30/11/2009 a las 14:30

  2. #2
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    Cita Iniciado por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO Ver mensaje
    ... Una peligrosa variante de esto es lo que piensa Mario Bunge de que para hacer filosofía no hay que tener conocimientos especiales. Quien entienda el peligro que encierra semejante afirmación hará bien en no leer nada de filosofía que haya escrito quien ha dicho esa barbaridad. Más extraño, aún, es que bajo ese principio su filosofía carece de objeto propio, algo que levanta nuestras sospechas pues es un autor obsesionado con la propiedad y la originalidad; malinterpreta y hace vulgares a pensadores decisivos como si los entendiese y su incomprensión fuese una crítica. Así es que semejante idiota sólo hable de ciencia y de cosas claras.
    Mario Bunge, tu idiota, dice algo muy distinto en La ciencia su método y su filosofía:

    No filosofarás sobre la ignorancia sino fundándote sobre el conocimiento; para esto empezarás por adquirirlo. O sea, primum cognoscere, deinde philosophari (primero conoceré, después filosofaré). Esta máxima es una especificación de otra: No simularás, que, desde luego, es deseable respetar en toda acción y que será posible hacerlo en toda ocasión en una sociedad sin policía.

    Tomado de [URL]http://escalera69.wordpress.com/2009/11/27/la-etica-de-la-filosofia-cientifica/[/URL]
    Última edición por Ofiora; 29/11/2009 a las 08:51

  3. #3
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    Cita Iniciado por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO Ver mensaje
    Por principio, no tiene nada que decir. Mi postura es totalmente la contraria. La filosofía es una guerra de especialidades. En filosofía se estudia historia, teoría del lenguaje, sociología, psicología, lógica, antropología, ontología, ciencia, arte, etc., etc. Cualquiera puede comprobar las materias que se estudian en filosofía. La filosofía, más que un saber concreto, es una actitud ante el saber.
    El problema con Bunge es que toma posturas moderadas que encantan, y luego, valiéndose del encanto y su anterior sensatez, lanza auténticas bombas. Tacha de demente a Heidegger, de trivial a Wittgenstein, al pragmatismo de relativismo, etc, etc. Sinceramente, empecé a leer algo de Bunge en estos foros en textos que copiaba de él un forista que siempre anda persiguiendo su sombra. Cuando uno amplía esos textos en obras más extensas comprueba que la crítica de Bunge es poco más que presuntuosidad. Bunge sabe de filosofía, pero sabe mal. La cantidad de aclaraciones que se podrían hacer a cosas que escribe es enorme. Me he basado fundamentalmente en dos tipos de problemas: mala historia de la filosofía (desarrollo de las ideas de autores), y uso incomprensivo del lenguaje (como que la cosa en sí es refutable, que Wittgentein es lingüístico, o que el tiempo de Heidegger, a la vez que Bunge demuestra desconocer el sentido de la fenomenología, es discursivo). Cuando uno ve el fondo que lleva a pensar a Bunge esas cosas entiende quién se las acepta. Algunos no lo hacemos porque entendemos que el problema de la cosa en sí no se reduce a una refutación, ni Wittgenstein a la forma de lo que dice, ni el tiempo de Heidegger a su solo discurso. No es extraño que se pueda mostrar con cierta facilidad la ridícula concepción de la filosofía de semejantes tipejos tales como Bunge y su incondicional imitador. Insisto en ello, Bunge dice cosas sensatas, pero sin mucho valor; cuando va de crítico de la actividad filosófica parece un idiota. Cuadra a la perfección en la crítica que suelo hacer al cientificismo no sólo por el optimismo de la verdad de la ciencia sino por la falta de filosofía que su acción oculta.

    Bunge puede no parecer un cientificista porque, ciertamente, lo equipara a un reduccionismo, pero los mayores males del cientificismo son consecuencia de su falta de filosofía. La ciencia, según la filosofía de Bunge, es el dominio de todas las cosas racionales en las que puede imperar dicha racionalidad, su identidad como fin. Esto, y lo digo desde hace mucho, es el peor Hegel. Su racionalidad condiciona mayormente la relación del hombre y el mundo. Se hace ciencia, y se está orientado científicamente, por una cuestión de progreso, porque la racionalidad científica lleva a ello, a repetir la forma que progresa y, como consecuencia de su síntesis, condensa su anticipación de tiempo. Ese tío no tiene ni idea de cómo se piensa el influjo histórico; es falta de filosofía porque la reflexión sobre el tiempo siempre anda a saltos formales que abstraen su contenido, lo echan un poco para adelante en su progresión; lo vacían de conciencia en su delirio de verdad; es lo que significa formal, y no las idioteces que Bunge dice con sus constantes clasificaciones. Las formas no tienen un contenido de verdad por sí mismas; son sólo históricas, y su síntesis es lo que obliga a la crítica, por ello y sólo por ello, porque pueden estar equivocadas. La forma que la ciencia impone agota el tiempo del sujeto que la padece. Es así que para Bunge todo gire alrededor de la ciencia y la tecnología. Ese es su bien, la ******** y obsesiva adaptación al marco científico. Pero Bunge, como muchos otros memos más, no valoran las primacías sino por la forma de una síntesis irracional, la de la teleología de la ciencia, a la que uno se adapta al aceptar su imposición ¡formal!. Se usa la inteligencia para recrear el pasado, y se obstaculiza cualquier ejercicio filosófico que trate de ejercer la conciencia. La heurística de la ciencia es racional en un sentido posible, si bien la acción racional no se agota por la acción de la ciencia. La ciencia no puede comprender toda acción, aunque con su forma así lo querría. De esa manera la socialización de su bien es conflictiva en lo que no adopta su forma. Sin duda que hay una síntesis racional de la ciencia, así como una síntesis colectiva que ordena primeramente y no tiene que tomar necesariamente la forma científica. El cambio social, que hace de cauce de los objetos sociales en su síntesis, desplaza poco a poco el orden de la forma conduciendo a las situaciones dialécticas, que es lo que significa la dialéctica, y no atajos filosóficos de charlatanes con despreciables engaños que airean su flaca e ingenua ética inherente a la razón y la ciencia. La ideología de la ciencia formaliza un posible mal como una acción más de la ciencia, como la solución del problema energético. Presume una teoría con la que al final da, pero niega la raíz de los problemas del hombre haciéndolo un esclavo de su progreso. Es lo que significa progreso para la filosofía de la historia; su síntesis de tiempo no es continua para todos los objetos que participan de su forma. La sociología de la ciencia de Bunge es particular del espacio de la ciencia, y se pretende formalizar al resto. Su bien como ética es una hipótesis ideológica que estrecha el mundo y lo controla empequeñeciendo la vida.

    Un poco más de reflexión ayudaría a que todo el contenido que él pone en la ciencia se ampliase a todos los sitios donde no está; es lo que crea nuevos conceptos. Los consejos para colegiales sobre la temida oscuridad de la filosofía es filosofía de andar por casa, como la que llamo cotidiana, la que cree en las evidencias, la verdad, el bien y todos esos tópicos “con sentido”, y no son más que mala metafísica, mero cuento que representa el contenido; en su verdadera condición formal abren infinitos campos que no pertenecen a lo actual (el sentido de lo actual va de Aristóteles al pragmatismo en la identidad de la forma en la que es representada, o sea, mi sociología del conocimiento, y no las cursiladas de los bunges). La idea de racionalidad, como una forma creativa de adaptación al mundo, no es algo sólo histórico sino relativo a las condiciones que actúan en la historia; se llama historicidad, y es la posibilidad histórica como objeto de reflexión. Así, su filosofía de la historia como sociología de la ciencia es una presunción de que somos racionales y la racionalidad es el bien. No obstante y mayormente, somos irracionales, y cuanto más lo neguemos más lo padeceremos. Si se quiere aplaudir la filosofía para vagos y creer que la buena filosofía es su perversión se debiera pensar lo que precipita ese modo de reflexión: cientificismo como ideología.
    Última edición por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO; 09/12/2009 a las 01:28

  4. #4

    Predeterminado Respuesta: Filosofía cotidiana y filosofía pesada

    Tengo una pregunta,

    Veo muchos apellidos, nombres, títulos y argumentos de "autoridad" no necesariamente válidas ni mucho menos inteligentes en mucha cosa de "filosofía".

    En qué se diferencia TODO esto a una religión,
    que se yo, Mormona, TJ, Pentecostal, etc ¿?

    Y pregunto porque veo muchas similitudes.

    Son las mismas peleas, entre todo el mundo, que si este es esto o lo otro, que acá o aquello, que si dice esto, pero no, que dice lo otro, cuento de nunca acabar.

    Por qué debe de haber una "filosofía pesada y una cotidiana" ¿?

    No es, hacer demasiados términos y enredarse más ¿?

    Prácticamente la filosofía es un tipo idioma urbano que hablan por señas, tatuajes, símbolos, etc - pero a través de palabras.

    En qué se diferencia eso de los "hermano, hermanita, aleluya, gloria a Dios, blablablabla" que igual lo dejan a uno ***¿?

    Es normal que la filosofía sea así ¿?

    Última edición por dragonfly; 18/12/2009 a las 00:58 Razón: Lenguaje inapropiado

  5. #5
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    Cita Iniciado por Workaholic Ver mensaje
    Tengo una pregunta,

    Veo muchos apellidos, nombres, títulos y argumentos de "autoridad" no necesariamente válidas ni mucho menos inteligentes en mucha cosa de "filosofía".

    En qué se diferencia TODO esto a una religión,
    que se yo, Mormona, TJ, Pentecostal, etc ¿?

    Y pregunto porque veo muchas similitudes.

    Son las mismas peleas, entre todo el mundo, que si este es esto o lo otro, que acá o aquello, que si dice esto, pero no, que dice lo otro, cuento de nunca acabar.

    Por qué debe de haber una "filosofía pesada y una cotidiana" ¿?

    No es, hacer demasiados términos y enredarse más ¿?

    Prácticamente la filosofía es un tipo idioma urbano que hablan por señas, tatuajes, símbolos, etc - pero a través de palabras.

    En qué se diferencia eso de los "hermano, hermanita, aleluya, gloria a Dios, blablablabla" que igual lo dejan a uno "WTF" ¿?

    Es normal que la filosofía sea así ¿?

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  6. #6
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    Cita Iniciado por Workaholic Ver mensaje
    Tengo una pregunta,

    Veo muchos apellidos, nombres, títulos y argumentos de "autoridad" no necesariamente válidas ni mucho menos inteligentes en mucha cosa de "filosofía".

    Por qué debe de haber una "filosofía pesada y una cotidiana" ¿?
    Workaholic, usted misma. Me pasó esto con usted en otro tema: no sé qué contestar porque no veo qué cuestiona. ¿Que Bunge no critica a Heidegger como quien no lo entiende? ¿Que critica a gente que no ha leído? ¿Que no es hegeliano por mucho que lo critique? ¿Que su ciencia factual es una pretensión que hace verdad a base de repetir su forma? ¿Que las estructuras que condicionan la vida cotidiana no son continuas con las metafísicas sino desde un incierto lenguaje? ¿Que filosofía pesada es una ironía sobre la carga de peso metafísico? ¿Qué?. Le ruego que me lo aclare.

    Ya hablamos sobre la autoridad y acepté su postura estricta, que hablaba conmigo, y no con esos autores. Bien, quien critica eso soy yo.

    ¿Qué si no es una religión?. Aclareme qué no lo es, y le diré en qué sí lo es.

    Un saludo
    Última edición por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO; 02/12/2009 a las 07:10

  7. #7
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    Cita Iniciado por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO Ver mensaje
    Workaholic, usted misma. Me pasó esto con usted en otro tema: no sé qué contestar porque no veo qué cuestiona. ¿Que Bunge no critica a Heidegger como quien no lo entiende? ¿Que critica a gente que no ha leído? ¿Que no es hegeliano por mucho que lo critique? ¿Que su ciencia factual es una pretensión que hace verdad a base de repetir su forma? ¿Que las estructuras que condicionan la vida cotidiana no son continuas con las metafísicas sino desde un incierto lenguaje? ¿Que filosofía pesada es una ironía sobre la carga de peso metafísico? ¿Qué?. Le ruego que me lo aclare.

    Ya hablamos sobre la autoridad y acepté su postura estricta, que hablaba conmigo, y no con esos autores. Bien quien critica eso soy yo.

    un saludo
    No, señor Alberto (si me permite que lo llame por su nombre de pila), dudo mucho que Worki se refiera a esas cuestiones, lo que pasa es que tiene una obsesión por ver religión donde sea y, desde que no pudo refutarme nada a causa de mis conocimientos en algunas teorías filosóficas, psicológicas y lingüísticas, se ha vuelto el mayor enemigo público del sistema educativo, de los expertos y de las citas de autoridad.
    Le pido que tenga paciencia y sepa comprender al pobre muchacho, aún sangra por la herida.

    Saludos.

    .

  8. #8
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    Predeterminado Respuesta: Filosofía cotidiana y filosofía pesada

    No sé si Workaholic cuestiona a los autores citados, sus argumentos, los míos, el tema o qué.

    Mi tema era a modo de la paradoja de la metafísica trascendental que pesa en su desmaterialización. Los objetos que toma su lenguaje están tanto en lo cotidiano como en su forma metafísica original, la más próxima a la anticipación de su discurso. ¿O es que alguien se anticipa definitivamente a la verdad de lo que dice, una vez dicho, y no se oye luego?. Eso son las categorías a priori que están condicionadas por la acción de su discurso, su condición formal, y no su verdad.

    Hay una suposición de fondo en todo esto que consiste en pensar que podemos conocer la realidad tal cuál es; y es más, se precipita su verdad hasta llevarla a la suposición de que las cosas seguirán igual una vez conocidas. Se hace igual el tiempo presente, en el que se concibe la teoría, al pasado del que toma su contenido, y se reproduce para un futuro sobre el que se precipita su esquema. Es el sueño de la verdad de la ciencia de deducción y experimentación. La clave está en ser pesado con su gramática y hacer una síntesis nueva que haga posible su crítica. El tiempo futuro es lógicamente incierto, y la incertidumbre es conveniente en una auténtica lógica del progreso.

    El desarrollo de la verdad, el camino de su progreso, es un delirio que lo cotidiano copia de la filosofía para mayores haciendo iguales sus lenguajes, vulgarizándolos, que se puedan entender el filósofo pesado con el cotidiano. Es posible, pero se viene a quedar en un querer decir más; es una forma que limita lo que condiciona, como una boca condiciona las palabras que dice. Generalmente, es una jerga que los expertillos copian de los filósofos que no entendieron para impresionar: políticos, economistas, abogados, profesores, etc... No hay más que analizar su discurso para ver la lógica que lo estructura; y se deshace atacando sus cimientos, los principios sobre los que se asienta, la metafísica que condiciona su discurso. Por ello hay una ética en cada gremio, para que se parezca alto y justo. Comprueben, si no, los personajes que representamos en nuestras vidas cotidianas que, como decía Wilde, forman parte de una obra terriblemente mal representada.

    Si bien en el conocimiento hay mucho de religiosidad, pues toda costumbre que supera, que trasciende, es religiosa en su efecto, la acción trascendental no es acción del espíritu sino acción de conocer; su religiosidad es una forma epistémica, pero, al fin, religiosa que hace de lo que conoce la forma que supera. Conocer es un sentido lógico, formal, y no subjetivo, esipiritual; conocer es acción fenomenológica de la ciencia primera; es, estrictamente, la filosofía que hace posible la ciencia, y la otra ciencia es la degeneración en su gramática. Los tontos no saben pensar si no es con la forma con la que repiten su pensamiento; en el fondo, no piensan, sólo recrean la forma. El auténtico pensador es creativo con lo que piensa, y no un mero reproductor, la forma que facilita lo continuo. El pensador original es discontinuo.

    La verdad, de una manera estricta, es un mero reflejo, un negativo que copia la realidad; las proposiciones refutables son relativas al discurso de la cosa, y no en modo absoluto a una cosa misma que no se presta sino a su fenómeno, y nunca a la orgía de su noúmeno, la cosa en sí de la verdad proposicional sin discurso posible; decir a Dios como si se fuese Dios mismo. ¡Leamos a Kant a la altura que merece, y no a la que cualquier idiota nos conduce!. Así es como sucede en las matemáticas y la lógica; su verdad es formal, y no cambia en el desenvolvimiento que perpetúa y condena su tiempo, como si después de probar un millón de veces un experimento se encuentra la constante que se repite de forma incondicional, la razón que usa el falibilismo para reducir la verdad a su acción, y que en nada se parece a las tonterías que dice Bunge sobre el pragmatismo; en Kant, antes de tanto anormal que refuta, era una verdad hipotética, es decir, que anticipa su teoría a su discurso. Hay quienes arremeten contra una cosa, como contra el pragmatismo, y alaban la metafísica y la ontología que la sustenta. Así es como se hace al "pragmatismo" formal, y se dice de Peirce que debe ser el camino que debiera seguir la ciencia; se contradicen a sí mismos confundiendo al resto, exactamente lo contrario de lo que digo yo; el pragmatismo es la forma que trasciende la acción, y no trasciende Peirce o la ciencia. Las cosas no son de uno con sus inclinaciones, sino de la acción en la que a uno lo superan.

    La verdad es la acción máxima de la razón que la reduce a un mínimo, hace síntesis; la razón es con quien participa la cosa, el margen en el que coexiste con el sujeto en lo que se ha quedado adherido a él, lo empírico que se hace sintético en el conocimiento; la verdad no está en la cercanía con la cosa en sí sino en la anticipación de la razón en su tentativa; la verdad no es, pues, más que una forma de un discurso que se pretende idéntico consigo mismo y, por lo tanto, sin posible discurso fuera de sí, esto es, cabalmente, un discurso en sí. Pero esa verdad reduce el conjunto posible de todas las condiciones a su síntesis de previsión del futuro. Así quieren aplicar formas matemáticas a procesos que no se ajustan a la forma de su axioma. Poco a poco van deformando la prueba para que la razón pueda ubicar su acción. Como hay un desvío de la ley, se estructura la vida de la muestra para que sea racionalizada. Así fue como Bunge criticaba la etnometodología hace años. No sé si pensará lo mismo, ya que ahora se ha hecho “sistémico”, y tal y tal, y quiere entender la complejidad de los procesos sociales de modo mixto. Ese personaje es el mismo que critica la oscuridad y habla de conocer antes de filosofar. Pues bien, que conozca qué se conoce y quién conoce, y no se malinterprete vulgarmente la filosofía pesada, la que lleva un contenido que pesa, la filosofía del principio, la filosofía primera. Es una de las constantes que prueba que sabe mal; se precipita a criticar superficialmente, sin espíritu de cuestionar por principio el fondo de las cosas sin imponerlas la forma única de la razón y la ciencia. Así fue como criticaba a los que estudiaban a Weber en lugar de estudiar la sociedad. ¡Se estudia "qué"!, ¿una ciencia infinita en su regresión, vacía de objeto y verdad?. Los conceptos de Weber eran del inicio del S. XX, y ya decían la forma posible del discurso social, la forma que podía tomar el desenvolvimiento del concepto social, la forma más próxima a su objeto, no su verdad.

    Bunge entiende un concepto cuando es verdad, y no cuando se crea una complejidad posible que lo comprenda. La filosofía no es una copia del mundo; la verdad es, en manos impúdicas, un disparate historicista que pretende agotarse por sí mismo y en sí mismo, que de una vez y para siempre sea verdad, que todo objeto de cambio forme parte de la lógica racional de la ciencia. Pero como mostré, un enfoque comprensivo, de racionalidad no final, no absoluta sino relativa, lo concibió filosóficamente con anterioridad Weber, y no requirió de más ciencia empírica que Kant con una teoría de restricción de lo empírico a su margen formal, y Schopenhauer con el margen de determinación objetiva del sujeto. Ciertamente, eso hace el tema del todo filosófico o, si no, de auténtica filosofía de la ciencia.

    Muchas le las leyendas con las que algunos filósofos de la ciencia rumorean no son sino el cotilleo de quien sólo se mira el ombligo, la forma moral de los sinvergüenzas. Hay demasiado tontín que cree que en el argumento contra el relativismo hay una verdad de la ciencia no relativa. Sólo piensan así los que tienen una manera de pensar por principio seca; no piensan; como dije, no tienen, por principio, nada que decir. Según ellos sólo se piensa la ciencia, y la ciencia no se piensa a sí al ser verdad. Es así que, según la moda que impere en la ciencia, sean más o menos reduccionistas, más o menos sistémicos, más o menos relativistas; hablen más o menos de filosofía, neurociencia, física, ética o sociología, y todas esas presuntuosidades con las que rellenan libros. Y cuando los filósofos hablan, de una forma que los supera, y generalmente no entienden, dicen: ¡la filosofía no dice nada!. Lo dice todo, que es distinto.

    Tanta ciencia sin filosofía es, como digo, una regresión de idiocia, una degeneración de su gramática. La filosofía es, por principio y final, sólo especulativa, y su razón es el delirio histórico de que algo se basa en la verdad; la ciencia es sólo un margen de su historicidad.

    Recomiendo a los que están seguros de su saber pero se sienten molestos con mi generosidad hacia otros que, a diferencia de ellos, podrían querer saber, que no se sientan intimidados con los nombres y la genética de las teorías. El conocimiento es actual, pero no lo es en un sentido ingenuo, gramatical; el historicismo, como se ve en este tema, es una forma que se precipita al límite de su tiempo. El odio a la filosofía, que se hace crítica desde una deuda histórica, es un contrasentido y la presuntuosidad de que el único sentido es el de la ciencia actual. Esas cosas son propias del cientificismo; hace acopio de la forma de la verdad y el progreso, y se roza constantemente con ellas buscando a solas su clímax; sólo es un modo más, comúnmente, ignorante en filosofía que quiere decir como si no hubiese una forma en el decir mismo. Así las palabras parecen huecas, los maestros historia, y demás, simplemente, porque lo que hay en todo ello no es la forma que buscan. Solo hablan de verdad, de ciencia, cuando recrean su forma; pero todo lo que no se adapta a a ello, lo más próximo, queda fuera. Siguiendo de nuevo a Wilde, la ciencia ha fracasado porque no es capaz de explicar lo irracional, lo único que tendría sentido explicar.
    Última edición por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO; 18/12/2009 a las 09:13

  9. #9
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    Predeterminado Respuesta: Filosofía cotidiana y filosofía pesada

    En resumen, lo cotidiano es lo que hacemos todos los días, todo el tiempo; es a lo que estamos acostumbrados. Y la costumbre es la repetición en un tiempo de la forma que permite la costumbre; la costumbre es, pues, su forma. La costumbre de ducharse todos los días es una forma del aseo personal, como ver la televisión de pasar el tiempo libre, dormir la de descansar, y hablar comunicar cosas.

    Vivimos entre formas que estructuran nuestras vidas, pero lo cotidiano no tiene en su forma de vida la teoría que se cuestiona a sí misma. Hacemos las cosas, generalmente, porque las hacemos, porque estamos acostumbrados a ello. Pero, una vez más, la razón de las cosas no es su costumbre; su síntesis se precipita sobre una falsa identidad. La costumbre se basa en hacer una identidad de una diversidad, una forma idéntica. La síntesis cotidiana no es idéntica con la de peso, la que, en su principio, la determina; podríamos decir que la síntesis cotidiana, por los términos sociológicos que la hacen trascender, es la que precipita a la costumbre en su irracionalidad de síntesis de tiempo.

    Estamos acostumbrados a ver porque vemos, a hablar porque hablamos, y así en todo lo que es costumbre. Ahora bien, la costumbre no es la verdad. Es cierto que cuando vemos vemos, cuando hablamos hablamos, pero ver y hablar son parte de una teoría de acción limitada. Cuando vemos y hablamos suceden muchas más cosas que permiten su costumbre. Hay algo anterior que lo determina. El orden fisiológico que permite esas costumbres no me compete, pero sí el filosófico. El orden bajo el que se configuran las cosas es una adhesión muy fina a ellas en la costumbre, y se puede explicar desde la pesadez. Cuando vemos no sólo vemos sino que reconocemos lo que esperamos, su forma; y cuando hablamos reproducimos un lenguaje formal al que adaptamos nuestro discurso. Las bobadas de Bunge sobre el orden sensorial y su anterioridad al perceptual muestran, una vez más, que tanta ciencia y tanta prueba formal lo han vuelto inepto para esto de la filosofía; mi filosofía, contrariamente, y desde un enfoque radicalmente fenomenológico, lo que tanto asusta a nuestro amigo, dice que se hace dialéctico y discontinuo, y su especulación, en lugar de encerrarse en sí misma, hace posible su ampliación.

    La filosofía pesada explica la cotidiana, pero la cotidiana no explica la pesada, es su historicismo. Lo que se dice, el día a día del decir, es la repetición de su historia; y no hay decir que no sea irracional, es decir, ahistórico y sin otra razón que la irracionalidad de su historia, su costumbre. La pretensión de la unidad en el tiempo, la misma sucesión en el pasado que en el presente en la identidad con su fin, es el principio de la continuidad en tanto condición formal. El decir con contenido, supuesto impúdicamente en su verdad, es decir verdad como oscuridad, oscuramente, como los niños que dicen sin saber decir, un decir falso que se hace verdad sólo a modo de forma, idéntico con su expectativa. Miren, si no, si un niño, cuando dice, dice verdad. Un niño, por principio, no dice verdad; está desacostumbrado. Decir verdad es un decir incierto; cuando se quiere decir verdad se quiere decir, sin duda, pero decir sólo forma. La filosofía de peso es su madurez, su cuestionamiento, su suspensión con arreglo a su principio; la filosofía de la verdad de lo cotidiano, la formal, es la precipitación de su forma, la que para decir no piensa pues sólo sabe ser continua; está, por principio, hueca, confía en repetirse y sacar algo de ella igual a su forma. Unos, pues, dicen formas; otros cuestionan por principio, el sentido de la filosofía.
    Última edición por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO; 04/12/2009 a las 07:29

  10. #10
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    Predeterminado Respuesta: Filosofía cotidiana y filosofía pesada

    Convendría advertir que si bien conforme a lo cotidiano hay una forma de la costumbre, de la que se va a posibilitar toda una sociología del conocimiento, hay, a su vez, una forma superior a la misma que la trasciende. La forma última, final, es la que se precipita conforme a la limitación que impone, el término que agota su tiempo y no deja lugar a más, lo de-termina, como la forma del ojo que, con su forma, condiciona lo que percibe; la forma se hace concepto en un mismo tiempo, y su anteposición precipita la identidad del contenido haciendo que se vea lo mismo en una diversidad, la exacta problemática de la síntesis. Bunge, a este respecto, y con su forma de ver la filosofía, debe ser cuestionado acerca de si es filosofía, y no mera administración de cierta parcela de la ciencia. Tiene el descaro de hacer mala crítica de gente como Popper, Eccles o Fodor como si la forma de éstos se redujese a su ciencia; dice cosas como que no saben nada de psicología, y él sí sabe conforme a los datos que usa, como si no fuesen problemáticos; que su metafísica propia es superior a la primitiva por el progreso alcanzado, etc., etc. La neurociencia, que él llama psicobiología o biopsicología, no es una práctica en la que haya muchos acuerdos, que todos lleguen a lo mismo. Más allá del método, cuando se leen las conclusiones de sus estudios, se comprueba que todos se ponen continuamente en cuestión; Bunge es un burócrata que anda con estudios de otros, y entra en cólera cuando intuye que alguien piensa. La ciencia no es una forma a priori de la verdad; es una forma que, ciertamente, se cuestiona a sí misma; hace posible una forma de la verdad, y no la verdad misma. Lo que la ciencia hace es cuestionar con su forma, pero su cuestión no es, al cabo, sino formal. Recordamos, a propósito, la lógica problemática del falibilismo y su consecuencia para la verdad: la cuestiona por principio con arreglo a su necesaria falta, su tiempo, la lógica hipotética y el sentido heurístico de la falsación. Que cuestione, pues, Bunge a Popper en la genética de la teoría, lógica de la ciencia, como hacía Feyerabend, y no engañando a sus creyentes en el odio a la filosofía. Bunge es un presuntuoso que sólo ve verdad y dignidad en la acción de la ciencia a la que imita como forma y verdad. La acción que trasciende no está por definición en la acción de la ciencia; está, por sí misma, limitada.

    La vista es muy explicativa de los sentidos vagos y dados, pasivos y no creativos, que parecen hacerse pesados conforme a su ligereza y falta de contenido; su contenido es principalmente estructural, mayormente forma, y sólo raramente contenido.

    La verdad, en último término, y por su inconsistencia con su principio, no existe; se hace inconsistente consigo misma. La verdad define como forma posible de un tiempo del que dice, y sobre el que espera precipitarse. La verdad no es instantánea, idéntica en su tiempo. Actúa limitándose a sí misma, como un psiquismo ingenuo y poco tentado a la novedad que amplíe su experiencia, su nuevo tiempo y falta de identidad con su expectativa. La ampliación no sólo actúa fuera de ella sino mayormente en lo que está precipitado. Llegados a esa reflexión se debe cuestionar el principio de su identidad en las condiciones más próximas, las más ceñidas a sí, como su concepto, como cuando uno se cuestiona a sí mismo y se cree cuestionado, y viene otro y amplía positivamente ese significado de uno poniéndolo en evidencia como falta.
    Última edición por ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO; 09/12/2009 a las 15:53

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