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Tema: Anécdotas divertidas y de las otras

  1. #1
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    Les cuento, e imaginenense al lado de un fogón sentados en banquetas de madera, o en sillas de mimbre tejido, o en colchonetas en el suelo, o en sillones mullidos, o en la playa al lado de una enorme fogata hecha con piñones de pino, o en la casa de la abuelita al lado de la cocina a leña, o en un rincón del dormitorio de todos los pequeños, que escuchan al mas grande que sólo tiene 10 años, o en una tarde aburrida de Domingo en el living de la casa de los abuelos, o en una fiesta que ya se terminó y nadie sabe mas que contar cuentos para entretener a los invitados, o sencillamente porque son un grupo de personas a los que les gusta escuchar y a uno que le gusta contar.

  2. #2
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    Les cuento, elijan en donde están cada uno de los que leen.

    Resulta que, hace años vine a vivir a la ciudad de Buenos Aires, antes había venido por motivos de estudios, pero por esas cosas extrañas de la vida, de esas que no se imaginan en algún momento, mi mejor amiga, su familia, y yo y mi hija terminamos viviendo en la ciudad del tango y la milonga.
    Entonces con mi amiga Malena, que además tiene el nombre ad hoc, para vivir en esta ciudad ( Malena canta el tango como ninguna....) decidimos empezar a recorrerla, ya que, los destinos nos habían traído a estos lares.
    Un día se nos ocurrió ir a visitar el barrio de San Telmo, y como en el barrio había ( hay todavía ) un Bar, de esos que son muy típicos en la ciudad, que tiene Bares notables, en que se canta, tangos de esos nostálgicos y se toma cerveza Quilmes o tirada bien heladita en las noches calurosas del Verano en la ciudad. Ese día ya casi la nochecita, nos arreglamos ( si es que tenemos arreglo diría yo jejejejejeje..) con nuestras mejores pilchas y nos fuimos a visitar el barrio de las callecitas empedradas, con la intención de recalar en el Bar Sur ( el antes mencionado) pero el diablo metió la cola. ¿ por qué?...porque nos dio hambre y empezamos a buscar en donde comer algo al paso. Y nos encontramos con la Pizzería del Pirilo, que en ésa época tenía quizás la mejor pizza de la ciudad, pero...que era sólo un pqueñisimo local ( un garage habilitado ) en una de las calles principales de San Telmo.
    Entonces.....
    Última edición por Caracolamarina; 18/11/2009 a las 08:58

  3. #3
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    Entonces...El Pirilo ( que era un señor flaquito y con un carácter muy alegre y además respetado en todo el barrio ) nos dio la bienvenida, a ambas que ...además en ese teimpo teníamos un fuerte acento de chilenas, que acá en baires, inmediatamente se dan cuenta de la forma de hablar, porque dicen que hablamos cantadito ( ¿?¿?¿ ) uno ni de da cuenta d esto, pero bueno, esa es otra historia. El Pirilo nos trajo las consabidas porciones de pizzas, que además se sirven en una hoja de papel, de ese color gris y grueso ( nada de platos ni cubiertos ) y nosotras con la boca llena de el queso casi hirviendo ( las pizzas son hechas en moldes enormes) y se cortan las porciones así con un cuchillo especial, medio curvo, y el queso derretido corre por la mano jejejejejeje nada de glamoroso, pero exquisito.
    Ahí estábamos las dos amigas, comiendo la pizza cuando apareció un compadrito ( compadrito: es un señor que habitualmente es un cantor de tango de esos de la vieja guardia y que canta en algún boliche de esos tan típicos del barrio ) El compadrito estaba vestido ad hoc, o sea, con lengue y funyi
    Pequeño diccionario de lunfardo:
    Lengue= Es un pañuelo de seda generalmente blanco que se usa al cuello
    Funyi= Sombrero de ala corta generalmente de color negro, que se lleva casi ocultando parte de un ojo.
    El entró a comer pizza al igual que nosotras, al vernos tan pituquitas ( muy bien vestidas con tacos altos, faldas ajustadas, blusas de seda ) él compadrito, se nos quedó mirando y le hizo un gesto de pregunta a El Pirilo, este medio haciendose el leso, no le contestaba y seguía sirviendo las porciones de pizzas a los otros comensales. ( todos de pie por supuesto el local carece de sillas )
    Entonces, yo que soy la mas extrovertida de las dos, le digo al compadrito, quizás buscandole la vuelta, para saber el por qué, le hacía la pregunta silenciosa al Pirilo,
    Yo..¿ Esta rica la pizza?
    El compadrito...Sí muy rica...¿ De donde son uds?...
    Yo: chilenas, pero residentes ahora acá en Buenos Aires.
    El compadrito: Yo fui a Valparaíso a cantar al bar Cinzano ( bar muy reconocido en el Puerto de Valparaíso )
    Yo: Que bueno.
    Malena: ¿ Y cómo le fue?
    El compadrito : Muy bien me trataron muy bien.
    nosotras seguimos comiendo la pizza, pero sin nada para tomar. Entonces a Malena se le ocurre pedir dos bebidas Cola...A lo que el compadrito nos dice...¿ Van a tomar gaseosa con la pizza? Como diciendo que cometeríamos pecado mortal mas o menos.
    Nosotras con cara de sorpresa: Sí
    El compadrito: Pero no...¡Pirilo sírvales a las señoiras un vaso de Moscato! ( vino blanco con un sabroso exquisito dulzón )
    Nosotras: Bueno...no...gracias...jejejejeje
    Y nos tomamos el vaso de Moscato, que además era un vaso grande.
    Y como la pizza estaba muy rica, pedimos 2 porciones mas.
    Continuará.....
    Última edición por Caracolamarina; 18/11/2009 a las 09:20

  4. #4
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    Hete aquí que el compadrito nos dijo: ¿ les gustó el Moscato?
    Nosotras al unísono: Sí estaba muy rico, heladito y fresco. ( el local estaba con mucho calor por los hornos encendidos y además como es pequeño )
    El compadrito: ¿Y no se servirían otro vaso?
    Nosotras con cara de ...bueno...si no hay otra...Y ahí no mas nos mandamos el segundo vaso de Moscato, heladito, fresco y dulzón.
    A todo esto El Pirilo, cuando nos sirvió el segundo vaso, hizo un gesto medio raro como burlón, pero...nosotras, que estábamos muy ocupadas en comernos la segunda porción de pizza, ni nos animamos a preguntarle el por qué del gesto.
    Bueno, terminamos, la pizza y el vinito, ya se había ido solito por la garganta de las dos. Entonces nos acordamos ( con la pancita llena y el corazón contento ) que el plan original era ir a escuchar tangos al bar Sur. Pagamos, a un Pirilo muy sonriente, y empezamos a salir del local, que como ya conté estaba como un horno.
    Salimos a la acera y...Capaplúm, cada una tuvo que afirmarse de la pared, porque parecía que la calle se había convertido en una calesita, ambas subidas a ella sin saber cómo lo habíamos hecho. Mareadas como si hubieramos dado vueltas a mil, ambas apoyandonos en la pared, así vestidas para salir y con unos tacos altos, que apenas podíamos caminar, pudimos llegar a unos asientos en las afueras de una heladería y allí nos quedamos ambas, medio riendonos, sabiendonos, casi, casi beodas por el famoso Moscato y las invitaciones del compadrito. Recién ahí entendimos las sonrisas socarronas del Pirilo.
    Esa fue nuestra aventura, de señora pitucas, en el barrio de San Telmo. De esto hace ya muchos años, pero igual cuando la recuerdo, no puedo dejar de acordarme del Pirilo y del compadrito. Y reirme, reirme, porque la vida es...recuerdos y sonrisas...a veces.

  5. #5
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    Les cuento, como decía mi tía en las tardes de Invierno, en que al lado de la cocina nos juntábamos los muchos primos, primas, ahijados, sobrinos-nas y demases, para escuchar los cuentos de la tía. Los de aparecidos, fantasmas y espíritus, esos que nos ponían la piel de gallina, y que cuando todos teníamos que subir a la mansarda a acostarnos, nadie quería subir primero, entonces ibamos aplazando la hora de hacerlo, hasta que la tía con su voz de mando, nos hacía olvidarnos del miedo y salir a las corridas por las escaleras todos al unísono.
    Uno que siempre recuerdo es el del hombre sin cabeza, que andaba por los campos para tratar de recuperarla, ya que, la había perdido, en una contienda entre bandidos. Se supone que era tal su desesperación, que cuando alguien se lo encontraba en algún camino, él lo perseguía, para quitarle la cabeza, y así proveerse de una, aunque no fuera la suya. Se imaginaran, el terror que nos producía cuando la tía contaba, que el sin cabeza andaba en un caballo que parecía el equino de Belcebú, a todo galope por los campos y callejas de los pueblos polvorientos y a la hora del atardecer. El sin cabeza, era ademas temible porque no le importaba de quien fuera lo que obtendría, y su caballo era tan veloz que alcanzaría a cualquiera que se pusiera por sus flancos.
    Así, con lujo de detalles, la tía contaba de las aventuras, de algunos pobres, que se habían encontrado con el personaje y que se habían librado a duras penas, de perder la cabeza y los detalles eran tan escalofriantes, que todos quedabámos patitiesos de miedo, encogiendonos en nuestras sillas o en el piso, creyendo poco menos que el sin cabeza vendría por nosotros en la noche y que sin darnos ni cuenta al otro día estaríamos en el cementerio sin la preciada testa perdida.
    Así transcurrían los diferentes cuentos de terror de la tía, en que cada uno se sentía que era el protagonista de tamañas aventuras.
    Después al otro día al desayuno, por supuesto, todos negábamos que hubieramos tenido miedo, algunos decían que ni se habían acordado del cuento, otros decían que no ellos no sentían miedo y así casi todos ibamos pasando sin decir la verdad, por grandes valientes ante los demás.
    Cuentos de la tía.

  6. #6
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    Anécdotas en el barrio de San Telmo

    El barrio con sus casa de antiguedades y su múltiples cafecitos y restaurantes, en que cada uno va siguiendo sus propias nostalgias, ya sea, porque en la plaza, en los imnumerables puestitos de recuerdos que se venden, joyas, collares, aros, cuadros de origen desconocido, platería de esas antigua en que se servían los tés de la tarde en casa de señorío.
    Ese San Telmo a Malena y a mí,cuando llegamos a vivir a esta ciudad, cada una con su historia y su bagaje de recuerdos, del país que dejamos atrás. Entonces, nos ibamos en las tardes o al mediodía, a ver bailar a los bailarines de tangos y milongas, que son muy típicos de la plaza Dorrego en pleno corazón del barrio. Ahí, ambas veíamos los filuretes, del dos por cuatro y de repente se nos antojó aprender a bailar así Además, con la ropa ad hoc de tango, para la mujer, vale decir, zapatos de tacón alto, con pulserita en el tobillo, medias de esas, que son de red o negras, falda con un tajo al costado, para que las piernas, puedan hacer los cortes y quebradas, que exige el baile tradicional de la ciudad. Le dijimos al profesor que hacía los Domingos las demostraciones que si nos hacía clases no ibamos a faltar a la cita a las 11.30 justo el día en que él enseñaba. Con mi amiga nos entusiasmamos a tal punto que nos compramos toda la tenida ad hoc, para bailar.
    Pero, resulta que ambas, por nuestros respectivos trabajos, jamás usamos tacos, ni menos falditas ajustadas con tajo al lado ( que hay que saber caminar con los tacos altos y las dichosas falditas ), pero ni lo pensamos cuando nos fuimos de compras. Y ahí estábamos, un día Domingo, ambas yendo en taxi a San Telmo para aprender a bailar tangos y milongas, con unos de los mejores profesores del barrio, en la Plaza Dorrego. Llegamos y ahí recién nos percatamos que la clase sería con el consabido público de turistas y porteños asiduos visitantes, para ver las demostraciuones del baile.
    Bueno, ya estábamos jugadas y empezó la clase. Todo iba bien, cuando el profesor nos explicó la teoría, de los pasos y los firuletes y cómo teníamos que movernos, al compás de la música. El problema empezó cuando nos dimos cuenta que el piso de la plaza estaba en mal estado de desniveles de baldosas, que aunque no se notaban a simple vista, con los tacos, era un desastre. Ahí estuvimos, haciendo equilibrios, cada una, tratando de no irse al suelo, pero en algun momento, los profesores, (había venido otro también, ya que, eramos dos las alumnas), trataron de llevarnos al ritmo y cual muñecas desmañadas ...casi casi ambas al unísono ..nos fuimos casi cuan largas eramos al suelo, si no hubiera sido por algunos amables asitentes, habríamos quedados quizás cómo, con la nariz achatada en el suelo de baldosas de la plaza dorrego de San Telmo.
    Fue nuestra única y ventiúnica, clase que tomamos, casi como ladronas del ritmo nos alisamos las faldas y nos escabullimos entremedio de todos, los que miraban, que por supuesto, la mayoría reía, porque la verdad, fuimos todo un espectáculo. pagamos la clase y adiós baile del dos por cuatro.
    Ambas, todavía tenemos, cada una en su casa, guardado en el placard, los atuendos del baile que nunca fue.
    Chau, tangos y milongas. Ahora, sólo somos espectadoras, del baile en los salones o cuando es el Festival del Tango Internacional en la ciudad.

  7. #7
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    El día en que Malena cantó el tango homónimo...en el café de la tina con maníes.
    Sigo contando anécdotas del barrio de San Telmo.
    Resulta que, con mi amiga nos habíamos convertido en adictas al barrio y cada Sábado, enfilabámos para allá, dispuestas a escuchar música o a comernos unas tiritas de asado, en alguna de las parrillas del lugar. Entonces dimos con un restaurante y café, que estaba en los altos de una casa, de esas antiguas, que son tan tìpicas del barrio y que, aunque muchos se han empeñado en destruirlas, para construir unos mamotretos modernos, la mayoría de estas casas viejas y señoriales todavía siguen en pie. Bueno, subimos por una escalera muy empinada y nos encontramos con un salón lleno casi de turistas extranjeros, con una banda de músicos de jazz. Ese jazz antiguo dixieland, típico de la ciudad de New Orleans, la orquesta era de hombres grandes ( de edad pasaditos los 50 años ) muy bien vestidos en la onda de los años 30 con sombrerito de paja y todo, y tocaban con toda su alma las melodías dixxies....que hacen bailar hasta a los muertos. Además en ese época, en las confiterías o cafés, siempre había una tina de baño, de esas antiguas con patas de león, llena de maníes...Sí, llena de maníes, con cáscara por supuesto, en que cada uno sacaba, con un pequeño canastito que ponían los mozos en las mesas, entonces se comía maníes a rolete ( muchos ) y a uno le daba una sed tremenda, entonces uno tomaba cerveza tirada muy fría, también a rolete jejejejejejeje
    Continuará.

  8. #8
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    Y así tomando cerveza y comiendo maní, escuchábamos a la orquesta de jazz dixieland, y en algún momento, unos turistas se pusieron a bailar, cual gringos desmadejados en una coreografía muy simpática e inusual. Ambas nos plegamos al baile y allí estábamos bailando, alocadas como dos saltimbanquis contentas de la vida. Así nos hicimos amigas del grupo de los turistas, que eran jovenes y muchachas de Estados Unidos y algunos de Cánada, que se habían hecho amigos en el lugar hacía un poco antes. El grupo era muy simpático y nosotras con nuestro inglés chapurreado, les contábamos anécdotas del barrio. En eso estábamos, cuando la orquesta se fue y al rato llegó otra, esta era una de señores muy grandes, y era de tangos y milongas. Los amigos nuevos aplaudieron a rabiar, ya sea, porque eran ya las horas, en que la euforia era parte de las cervezas, o porque ellos eran fanas del tango y las milongas, la cosa es que, todos tatareábamos las canciones románticas y nostálgicas, algunos de voz en cuello y con mímicas muy cómicas, pero parece que eso mosqueó ( molestó ) un poco a la orquesta. Entonces uno de ellos paró la música y dijo: ¿Que acá nadie sabe cantar algún tango? ¿un tango cantado por alguno de uds, sin estar tatareandolo?
    Nos quedamos todos en silencio, mirandonos unos a otros, y nadie de todos los que estábamos se atrevía a decir nada, menos alguien del grupo en donde estábamos, porque sabíamos que habíamos metido la pata, con tanto bullicio, y menos cantando como se debe. Los otros parroquianos, no decían nada, se hizo un silencio, la orquesta se sentó y nadie tocaba y nadie hablaba.
    Pero mi amiga Malena, que sí canta tangos, miró a todos los argentinos y a los visitantes, se levantó de la silla y dijo: Sí, yo canto.
    Todos la miraron estupefactos, quizás por el momento, o porque la orquesta estaba en silencio.
    Mi amiiga, ni corta ni perezosa dió una voz de mando con la nota, para cantar y dijo: Voy a cantar Malena para todos uds...
    Y ahí se despachó con... Malena canta el tango como nínguna...Malena....
    y cuando terminó de cantar todos aplaudieron de pie a mi amiga, que desde ese momento...quedó como la cantante oficial de esa noche, en el boliche.
    Nos fuimos a la madrugada, las dos cantando ( yo no canto pero tatareo )y los gringos nos despidieron hasta el taxi...sus adioses todavía los recordamos con mi amiga, en las noches en que no vamos a San Telmo y nos sentamos en el living a recordar, cuando eramos unas chilenas divertidas y que nos atrevíamos a trasnochar, creyendonos las bohemias del Barrio singular.
    Última edición por Caracolamarina; 21/11/2009 a las 19:00

  9. #9
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    Los cumpleaños del ayer.

    La casa se ponía a punto, porque eso era la tradición. Un mes antes, mas o menos, todos los que vivíamos ahí o que frecuentábamos la casa, teníamos que ayudar. Se trataba de pintar las paredes que estuvieran con manchas de humedad, o sólo manchas de esas, que cualquiera pudo producir, afirmando las mano, con restos de mermelada o sucias de jugar en el jardín.
    También había que ordenar la biblioteca, porque muchas veces los libros quedaban desparramados por semanas, y nadie entraba a ponerlos en las estanterías. Sacudirles el polvo a los que reposaban sin que fueran leídos por nadie. En fin la biblioteca era, visitada por muy pocos, pero igual había que ponerla bonita, como decía la tía.
    Yo era de los sobrinos, que eran visitas asiduas. Por esas cosas del destino, mi madre y yo, casi vivíamos en la casa. Entonces eramos, unas de las mayores encargadas, de obedecer las órdenes de limpiar, sacudir, encerar, lustrar, pintar. Junto a todos los otros, sobrinos, ahijados, sobrinas lejanas, amigas de las primas o primos y del batallón de voluntarios. Teníamos que poner todo a punto, para la celebración del día, en que sería el cumpleaños de la dueña de casa. Mi tía.
    Así que, cuando despuntaba el día, todos y cada uno nos poníamos a nuestras tareas. Sacudiendo y lustrando las maderas de los muebles, mi madre y el primo Francisco.
    Lavando todo la loza y los vasos, los jarros, platos, tazas y demases, estaban los primos que venían de Santiago, junto a la ahijada, esa de pelo largo y con rulos. Ellos siempre se encargaban de dejar toda la vajilla brillante y guardada para el día elegido.
    Porque el día, casi nunca coincidía con la fecha correcta, porque ese día, tenía que ser Sábado, por los invitados, ya que se trasnochaba. Entonces así, todos podían quedarse hasta tarde sin mayores problemas de tiempo.
    Lustrar el piso, eso se hacía los últimos días, se pasaba virutill, para raspar las manchas de las tablas del piso de pinotea, traído especialmente, por mi abuelo desde Norteamérica, cuando se construyó la casa. Ahí sí, que traspirábamos todos, porque a todos nos tocaba un pedacito de suelo. Raspar, raspar con el pie puesto en el paquete de la virutilla de acero, para pisos. Cada uno, como bailando algún baile especial o casi de zambito, que nos hacía parecer como locos, salidos de algún asilo. Hasta que el piso quedaba impecable de raspado, ahí recién se le pasaba la cera, de color amarillo clarito, después se lustraba con un aparato, con un mango de madera largo, que uno tomaba con decisión y fuerza, para hacer que este pasara por las tablas del piso, cuando el aparato pasaba por el piso, este quedaba lustrado, brillante como nuevo. A ese aparato se le llamaba "el chancho".
    Casi nadie quería pasar "el chancho", porque era un trabajo pesado en que las manos y el cuerpo, tenían que hacer fuerzas, que ni siquiera sabíamos que teníamos, sobretodo los mas chicos. Eramos nosotros, los que mas rezongábamos cuando nos tocaba pasar el aparato infernal. Pero a la larga todos accedíamos. Así el piso, quedaba tan brillante, que todos decíamos que las tablas eran nuevas, admirandonos de lo que habíamos logrado. Ese día, la tía nos premiaba con galletas de miel y chocolate caliente.
    Los días pasaban rápido, sin querer cada uno iba mirandolos en el calendario enorme de la cocina, ese que daban los dueños del almacén de la esquina, cada uno de nosotros pasaba mirandolo, cuando ibamos a pedir algo a la Petronila, ella cocinando cosas ricas, que nosotros probábamos cuales degustadores crónicos y diarios.
    Continuará.
    Última edición por Caracolamarina; 23/11/2009 a las 09:23

  10. #10
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    Cuando por fin la casa estaba lista, eso significaba que los pisos limpios y brillantes, la vajilla muy bien lavada y seca, guardada en el estante principal del bargueño ( mueble tipo colonial )la biblioteca impecable, el living con sus muebles sin nada de polvo y con los almohadones en su sitio, el comedor con el mantel ya puesto, ese que era de lino blanco, bordado por las monjas de la Providencia, el jardín con los canteros sin malezas y con copetes ( flores ) de colores amarillos y naranjas, y los cuadros todos bien puestos en la pared del pasillo de entrada. En fin, la casa reluciente y esperando el gran día.
    Por fin este llegaba, los invitados empezabana arribar desde la tarde temprano, a veces tanto, que la Petronila estaba durmiendo su siesta, ya que, ese día le tocaba trabajar hasta la madrugada. Entonces ella dormía unas dos horitas, a primera hora de la tarde. Ella así, no escuchaba el timbre campanilla y la tía tenía que abrir en persona, la puerta de calle, pero no se molestaba por eso, porque sabía que la Petro, estaba en su derecho de dormir su siestita.
    A esa hora los moscardones zumbaban en el jardín, además sus cuatro árboles de duraznos estaban en flor, los canteros repletos de flores de colores, y la grava del piso era de restos de conchillas de mar.
    Todos los mas chicos, estábamos a esa hora, preparándonos, para la fiesta, cada uno tenía que hacer algo de arte, era la tradición de la familia. Algunos recitaban poesías aprendidas de algún autor conocido, otros las escribían ellos mismos, los menos pintaban tarjetas alusivas, con frases de felicitaciones, y algunos escríbíamos pequeños mensajes de buena fortuna.
    Así iba pasando la tarde, en que todos los que vendrían eran esperados por la tía vestida con un vestido de seda y encajes de color malva, que ella siempre lucía ese día. Lo único que cambiaba en su atuendo, era el peinado. A veces el pelo enrulado largo y de color miel, suelto, otras veces un gran rodete en lo alto de la cabeza, simulando una corona, otras en trenzas pequeñas, que entrelazadas entre ellas, le rodeaban la cara, y muy pocas veces una gran hebilla de nácar puesta sujetando los rulos detrás de la nuca.
    La tía era viuda, de años ha, por eso todos los invitados varones eran vistos por sus hijos ya mayores como posibles maridos, aunque ella repetía una y otra vez que jamás se casaría de nuevo..
    Sin embargo ese año, llegó el Poeta al país de vuelta del exilio, por eso era el invitado mas importante, de la velada de celebración del cumpleaños de la tía. El vendría con su señora de aquellos tiempos, una señora muy linda, ya entrada en años para él, que todos los asistentes querían conocer. De ello se había hablado toda la última semana, causando la curiosidad entre los grandes y los chicos. Así que, este año prometía una especial atención de parte de todos los invitados y los de la familia.
    El Poeta, al fin llegó acompañado de su señora, llamada La Hormiguita. Era muy linda y el Poeta la traía del brazo, cuando entró con toda ceremonia, pasó entre los invitados, que estaban todos arremolinados en el pasillo y antejardín, para verlo de cerca a él y su señora. La tía los recibió con un abrazo haciendolos pasar al living y así se inició la velada de ese día memorable.
    Porque ese día llegáron amigos del Poeta, que él había querido invitar, a lo cual la tía no pudo negarse, todo lo contrario, pensó quizás así su cumpleaños, sería mas inolvidable. Entonces llegó el Pintor, ese artista, que pertenecía al grupo de amigos selectos del Poeta, que lo presentó a mi tía. Ambos se dieron la mano y mi tía se sonrojó. Esto lo puedo asegurar, porque yo estaba casi al frente de ella.
    Sentada en una silla, en el lugar que era de un adulto, me había colado, sin que nadie se diera cuenta, porque la curiosidad era grande y podía mas, que el miedo a un tirón de mechas. Así estuve de espectadora, hasta que de un momento a otro, le dije una frase al Poeta, porque encontraba que él, no era igual a la foto, que había visto en la biblioteca. Ahí se armó una algarabía, algunos quisieron tomarme del pelo y sacarme rápido del salón. Sin embargo, EL mirándome divertido, me preguntó, por qué le decía eso. Yo dije: Que me parecía, que El no era el del retrato, porque era mas viejo, gordo y tenía poco pelo. Todos se escandalizaron. Mi tía muda me miraba con ojos de fuego, yo casi me arrepiento, pero ahí me quedé esperando la respuesta de El. Entonces me acarició la cabeza y dijo:"Niña el tiempo no perdona a nadie y sonrió".
    Mi tía avanzó hacia mí, me tomó de una oreja y me sacó del salón Todos riendo de mí y yo roja como camarón hervido. La tía me dejó en el pasillo, sin una palabra. Me quedé ahí esperando a los otros, sobrinos, ahijados y primos, que ya venían del segundo piso. Así todos, nos fuimos al patio del fondo a jugar.
    Continuará.

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