Iniciado por
Caracolamarina
Las historias de aparecidos, fantasmas y otras menudencias.
Cuando se juntaban todos los sobrinos, ahijados, nietos y convidados, aunque estos últimos "fueran de piedra" igual podían estar junto a la cocina a leña, en la enorme habitación
Esa, que era para los menesteres de hacer guisos, sopas, ensaladas, y carnes de esas que son, para chuparse los dedos, o hacer una cazuela de gallina de esas de corral, que además pobre de ella, hasta había sido bautizada (generalmente con el nombre de Pepa )por los mas chicos de la familia.
En fin, la cocina era el lugar de reunión, cual taller literario, pero con un solo narrador. La Petronila.
Ella, mujer de campo, nacida y criada en los alrededores del pueblo ( en ésa época era pueblo, ahora ciudad pujante ) que desde pequeña, fue aficionada a sentarse en las rodillas de su abuela, cuando ésta contaba los terrores de la noche, en las afueras de Calle Larga. Barrio alejado del pueblo, en que todo era más que misterioso, sobretodo en las noches sin luna.
Calle larga, era y creo sin equivocarme, es todavía, centro de fantasmas, aparecidos y muertitos que ni saben que lo están.
Cuando ibamos de vacaciones de Invierno al pueblo y los tíos nos dejaban al cuidado de las chicas hacendosas de la casa, que se esmeraban por limpiar y dejar todo impecable. Entonces a los que eramos más revoltosos, se nos enviaba a la cocina, donde la Petro, era reina indiscutida y nadie podía hacer desbandes. Porque ella de inmediato tenía la mano larga y nos daba de coscorrones, de esos que duelen terrible en la cabeza.
¡Cabro 'e moledera! ""Eja ei joder, que si seguí te mando castigao a acostarte""
Esa era una de las amenazas, para mantener la buena educación en la cocina. Su reino, en que cada uno de los chicos, teníamos que sentarnos en las banquetas o en los pisitos, para así ayudar a pelar arvejas o limpiar las lentejas o desgranar los granos de maíz, que ya estaban duros.
Esto último, era lo que nadie quería hacer y solamente los más porfiados y medio loquitos, quedábamos desgranando esos granos durísimos, que eran alimento, para las gallinas, que habitaban el fondo del patio, en un enorme gallinero de alambre y de palos retorcidos.
Una vez que todos estábamos quietos y en sus labores asignadas, en la enorme habitación, que además estaba calentita en pleno Invierno. Porque las dos cocinas a leña estaban prendidas, con unos enormes leños llameantes, que eran los que ella, la Petro ponía, para que todos estuviéramos a gusto y así empezar lo que a ella... le encantaba.
Asustarnos con sus relatos terroríficos, que nos ponían los pelos de punta y nos daban unos tiritones de esos en la piel, que no eran precisamente de frío.
Ella se sentaba en su banqueta preferida, con almohadón incluído, ya que la Petro era una enorme muje, con una cola de esas antológicas y motivos de bromas a escondidas de ella.
Mi primo Pancho le decía El Barco Ancho, ya que, cuando ella caminaba y uno iba detrás, uno desaparecía tras la enorme humanidad de ella, que cual barco enorme y con una popa ad hoc navegaba por toda la casa lentamente, como si fuera dueño de esos lares.
Así era la Petronila, además como dueña de la cocina. Nos inspiraba a todos los chicos, un respeto que no sólo pasaba, por temerle a sus coscorrones, sino que, por verla enorme. Además muchas veces con su cara seria y sus ojos de ardilla, ocupada en destripar conejos, o gallinas, y hasta patos, que todos ellos, ""los destripados"", se convertian por la habilidad de sus manos en platos exquisitos, que después degustábamos en la hora del almuerzo y casi con chupeteos de dedos incluídos.
Esos atardeceres en la cocina, esperando ansiosos, que ella desgranara las frase primeras, en que siempre decía:
¿ Saben?...Yo cuando chica, supe que el finao Toño, ese flacucho que vivía al lado del almacén de Don Lalo, era un candidato fijo, pa'que la Parca se lo llevara ligerito, en esos años.
Nosotros al escuchar el comienzo del relato, ya nos poníamos atentos y hasta algunos dejaban de limpiar las lentejas ( y yo de desgranar los malditos granos duros del maíz, para las gallinas ) Y nos acomodábamos en donde nos había tocado poner las posaderas y el relato seguía...
La Petra que debía ser la encarnación de alguna actriz de radioteatro muerta y sin querer estarlo, se metió en el cuerpo de ésta relatora. Porque ella tenía las habilidades de la voz y la entonación iguales a esas teatrales novelas, que trasmitía la Radio Portales de Santiago, y que en las tardecitas, hacían que todo el que pudiera escucharlas, se instalara al lado de la radio y lagrimeará de lo lindo escuchando los dramones del momento, o se asUstara de tal manera, imaginando cadáveres andando y chupadores de sangre diversos.
Creo firmemente, que la Petro era una de esas actrices ya fallecidas, pero que se metió en la cabeza y la mente de nuestra narradora y que así ésta podía tener las habilidades del lenguaje, para asustarnos, ponernos atentos sin movernos y además obedecer a sus mandados, con tal de escuchar los cuentitos de aparecidos y muertos vivos.
Ella seguía diciendo: El finao Toño, se sabía que, era un brujo encarnado. Unos de esos de la Isla de Chiloé, ( isla con fama de brujos-brujas y magos diversos ) que había llegado por estos pagos, pa' que otro brujo enemigo y más poderoso no lo convirtiera en sapo, en renacuajo mejor dicho.
Nosotros a estas alturas del relato, estábamos como hipnotizados y uno pregunta
¿ Y por qué se le ocurrió arrancar pa'cá
¡Cabro e'moleera! no me sigai pregutando...mira que no cuento n'a tamién.
Nosotros protestando y dandole de pellizcones, al que se atrevió a interrumpirla.
El Toño, siempre ju'e raro. Andaba por el campo, buscando piedras y porquerías misteriosas y cuando uno pasaba cerca de su casa, siempre había olores raros... como a gato muerto.
Ahí,...ya todos empezábamos a tener unos fríos... por la espalda.
Una vez se desaparecieron los gatos de como cinco vecinas de la calle Errázuriz. La calle, que era de las casas de viejas pitucas y viudas, con gatos de esos regalones, llamados ""gatos de chalet"" por lo gordos y muy bien cuidados. Los mininos se desparecieron todos juntos, el mismo día.
Todos los que escuchábamos...¿?¿?¿?¿?
¿Y Pa'qué los gatos?
Porque el Toño, hacía brujerias con sus bolas, y con sus pelos.
¡Ni que les digo! Todos en ese momento, quedábamos como helados de espanto. Imaginándonos al flacuchento Toño, destazando los testículos a los pobres gatos de chalet.
En ese momento de terror que vivíamos....Creo que la Petro encontraba sus pequeñas venganzas de los cientos de maldades, que le hacíamos cuando se nos ocurría por ejemplo: Sacar de la basura las cabezas de las gallinas muertas y ponérselas en la cocina colgadas de hilitos..para que ella saltará del susto al entrar y encontrarse con tamañas bromas..
Esta era la venganza de ella. Asustarnos de tal manera, que quizás pensáramos más la proxíma vez antes de hacerle las bromas de las famosas cabezas cortadas....
La Petro seguía contando, con una voz extraña muy finjida, pero que así nos trasmitía el miedo de ser los próximos candidatos a tener el cuerpo sin cabeza. Ritual mágico de las brujerías, que haría el Flaco Toño, más bien el fantasma de su persona, buscando ya no gatos de viejas pitucas, sino niños de familias se supone antiguas del pueblo.
Ahí no más, quedaba la estampida de la cocina, ya algunos del miedo que teníamos salíamos corriendo y nos metíamos directo en nuestras camas y a dormir soñando con el loco Flaco Toño.
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